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domingo, 5 de octubre de 2008

El turismo que viene


El turismo representa una fuente de ingresos nada despreciable, y los países buscan la forma de proporcionar las mejores condiciones para que fluyan los recursos al hacerlo las corrientes de viajeros por descanso y recreación, además de aquellos que tienen que viajar por razones de negocios. Los gobiernos buscan apoyar la actividad turística y el desplazamiento de personas constituye un reto por lo que atañe al transporte y el hospedaje, dos puntos fuertes sin los cuales el destino en sí no sería lo suficientemente poderoso para atraer a la generalidad de los visitantes.

En el mexicano estado de Sonora, la actividad turística presenta un panorama favorecido por la geografía, por el atractivo con que cuentan sus costas y la región serrana, amén de lugares con interés histórico, artesanal y gastronómico. En el territorio sonorense encontramos vestigios de arte rupestre, restos de edificaciones coloniales, construcciones de la época porfiriana y una modernidad variopinta que, en conjunto, dibuja un panorama atractivo y diverso.

Asimismo, se cuenta con espacios que invitan a la contemplación de la naturaleza y a la convivencia con diversas especies animales, además de ranchos ecológicos y lugares donde se puede practicar la caza, la pesca y la fotografía, en un escenario que cumple las expectativas de quien aprecia la cultura eco-turística.

Aunque ha faltado un mayor empeño por parte de los organismos oficiales y particulares en hacer más atractivos los espacios y los servicios sonorenses, se puede decir que el estado es un buen lugar para las actividades turísticas.

Recientemente, el tema turístico se ventiló en un programa radiofónico, en el cual fue entrevistado el titular de la Secretaría de Salud del Estado, Dr. Raymundo López Vucovich. De manera inopinada, el funcionario anunció la especie de “turismo de la salud”, con lo que añade un punto de confluencia entre lo que es estrictamente el ámbito de competencia de la dependencia a su cargo y lo que debiera ser propio de la Secretaría de Economía, Turismo o cosa parecida, porque, según ha trascendido, la idea obedece a la necesidad de “generar divisas” por este concepto.

Desde luego que la actividad turística puede fomentarse a través de la oferta de determinados servicios, como ocurre en otros países y regiones. Por ejemplo, es emblemático de Las Vegas, Nevada, la posibilidad de casarse o divorciarse con la velocidad y soltura del capricho, de la euforia etílica, de la más pragmática conciencia y de la transformación del capricho en urgencia burocrática.

Pero, más allá de los paisajes naturales y la riqueza del folklore local, los servicios que se pueden brindar al turista son un atractivo que puede resultar sorprendente. Por ejemplo, en Ghana, África, la oferta de ataúdes de fantasía resulta un poderoso atractivo que ya empieza a cosechar un tipo especial de clientela, y a los lugareños siguen los clientes que vienen de fuera para hacer realidad un sueño: ser enterrado en un auto de lujo, en una barca, en un martillo, en una gallina, entre otros, elaborados en maderas de la región y con lujo de detalles.

En el caso de Sonora, la carencia de cobertura hospitalaria, medicamentos, materiales de curación, personal médico y de enfermería, mala atención a los pacientes, insalubridad en las instalaciones públicas, ¿nos hace candidatos a ofrecer este tipo de servicios al extranjero? ¿Entonces, qué tipo de servicios se van a ofrecer? El titular de Salud aclara que serán servicios especializados, que en otras partes resultan muy caros y que aquí los precios resultarán bastante económicos, en comparación: cirugías, tratamientos y estancias.

La idea sonaría bien si no se tratara de, prácticamente, subsidiar con dinero público la actividad privada en materia de salud. Resulta que el Estado va a promover el turismo de extranjeros enfermos que se vengan a atender en Hermosillo, aprovechando la infraestructura privada existente: los hospitales y clínicas de lujo que languidecen por falta de “clientes”, porque los pacientes van a las instituciones públicas, o lo que queda de ellas.

Colateralmente, se habla de tiempos de espera para pacientes que requieran de un trasplante, lo que sugiere que la oferta de Salud incluiría la logística para conseguir fluidamente un riñón, corazón, hígado o alguna otra refacción humana disponible en el depósito de homo-partes en que se convertiría cualquier centro de salud.

Si se junta la idea del turismo de la salud con la iniciativa de hacer obligatoria la disposición de los órganos humanos para donación “altruista”, en clara contradicción con lo que dispone la legislación federal correspondiente, donde se subraya el carácter voluntario de las donaciones, entonces tenemos un esquema turístico a costa de la integridad física de los ciudadanos sonorenses que mueran sin contar con alguna especie de salvaguarda legal que evite su conversión en ganado a disposición del carnicero.

La idea de filetear seres humanos para generar divisas es, por lo menos enfermiza. Obedece a una clara vocación fascista incubada en algún campo de concentración nazi, donde se despellejaba a personas para utilizar la piel en la elaboración de pantallas para lámpara, o si se quiere, en algún centro psiquiátrico albergado en los sótanos del FMI, OCDE, Banco Mundial u otro cubil del neoliberalismo como forma de enajenación universal. De la economía ahora pasamos por la salud, y de ella a la comercialización de partes humanas, por aquello de “generar divisas”.

El morboso propósito de la Secretaría de Salud del gobierno de Eduardo Bours, debiera estudiarse como una manifestación nítida de lo que es el desprecio por la humanidad y, en consecuencia, por los derechos humanos. Las donaciones de órganos deben y deberán ser siempre voluntarias y expresamente concedidas por la parte interesada o su representante.

Con esta iniciativa, nuestro gobierno se dispone a legislar una especie de canibalismo a favor del extranjero, que conlleva la pérdida del respeto y la consideración que merecen los seres humanos nacidos en esta región en aras de un comercio obsceno y dudoso.

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