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miércoles, 3 de septiembre de 2008

La Universidad de Sonora

El Alma Mater sonorense inicia su camino rumbo a la transición rectoral, dando tumbos presa de sus inercias burocráticas tras 18 largos años de dominio de un solo grupo político: los químicos. La comunidad universitaria ha perdido el impulso y la frescura de los años previos a la quimiocracia y, más particularmente, de lo que fue antes de la ley 4 o ley Beltrones. La vida sindical, académica, estudiantil, se han visto fuertemente mediatizadas por el pragmatismo del neoliberalismo en la educación, que restringe libertades y las compensa con "recursos adicionales" que, en conjunto, dan al traste con la autonomía universitaria y generan una corrupción de amplio espectro, representada por las cuotas, los estímulos o tortibeca, el control burocrático de los mecanismos de ingreso, promoción y permanencia, donde lo central parece ser el ahorro de recursos presupuestales; la atonía sindical que parece un mecanismo en el que los imperativos burocráticos se sobreponen a los derechos de los trabajadores académicos y el sindicato cumple con el papel de comparsa de la administración, experta en ajustar las actividades a las exigencias del ahorro, perfilando un minimalismo operacional que centra su atención en los recursos y programas dictados desde la SEP y la Secretaría de Hacienda, que a su vez obedecen ciegamente las instrucciones del Banco Mundial y el FMI. Se prefiere gastar en edificios que en mejorar las condiciones de trabajo y el ingreso de los académicos.
En medio del desbarajuste del neoliberalismo de guarache en la educación superior, las tribus, grupos, capillas y demás, se dedican a buscar el candidato a rector ideal, que satisfaga sus necesidades de permanencia o promoción. La lucha que se avecina es, por lo menos, mezquina, pero puede ser liberadora, reivindicatoria, renovadora, si se da el cambio que la institución requiere, que los universitarios necesitan y que bien pudieran empezar a reclamar.
Los químicos, según se escucha en el campus, ya agotaron sus posibilidades de convencer y de permanecer. Se han convertido en una amenaza para la Universidad. Esperemos que nuevos aires se respiren en la institución, pero todo dependerá de nosotros, los universitarios de Sonora.

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