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miércoles, 6 de agosto de 2008

Con la baba colgando


Felipe Calderón, un sujeto mofletudo que lucha denodadamente por evitar ese gesto absurdo que se produce cuando el labio inferior cuelga de la boca, llevado por la fuerza de gravedad que arrastra, entre otras cosas, la saliva hacia lugares como la corbata, en su tránsito hacia los zapatos, decidió un cambio en el gabinete: saca a Eduardo Sojo y pone en su lugar a Gerardo Ruiz, de la oficina de la presidencia, y le encarga sobre todo "dar un renovado impulso a la agenda de la competitividad y promover la desregulación con el objetivo de facilitar la creación de negocios e incrementar los flujos de recursos que ingresan a nuestra economía".

Traducido al español de la calle, lo que pretende es abrir la economía de tal manera que quepa con facilidad un camello por el ojo de esa aguja, entregando lo que queda del patrimonio nacional a las empresas trasnacionales interesadas hasta la histeria por el petróleo y otros recursos naturales de aprovechamiento industrial.

La medida supone también, la eliminación de las trabas legales que la previsión de los constituyentes elevó a ley suprema, como por ejemplo, los aspectos que trata el artículo 27 constitucional, que los neoliberales de guarache se han empeñado, sobre todo desde Salinas, en convertir en recuerdo, en aras de quedar bien con sus patrones allende el Bravo y el Océano Atlántico.

Vale la pena recordar a los que sueñan con la ruina nacional como objetivo estratégico, que el petróleo no se vende y que los cambios en el gabinete solamente retratan la babeante ineptitud de Calderón y pitufos que lo acompañan.

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