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jueves, 24 de julio de 2008

Prostitución


Se dice que la prostitución es el oficio más antiguo del mundo, quizá sin rigor histórico pero con una gran carga de justificación para conductas que se valen de lo que hacen los demás en beneficio propio, sin más esfuerzo o aportación que permitir el uso y el abuso del propio cuerpo por parte de otra persona, a cambio de algún producto, dinero o simple protección.

El comercio corporal se define como prostitución, lo cual encaja perfectamente en las prácticas de cuello blanco, si consideramos el servicio que proporciona, por ejemplo, un funcionario de gobierno a las empresas trasnacionales a cambio de enriquecimientos súbitos o méritos acumulados en la nómina de recompensas futuras. Este asunto se puede ilustrar perfectamente con el ejemplo del petróleo mexicano.

El gobierno y la fracción parlamentaria de su partido, han tratado de vender a los mexicanos la idea de que la reforma petrolera es la salvación de esta empresa y de la nación en su conjunto. Se niega reiteradamente la privatización y sin embargo, los argumentos a favor tocan la concesión de aspectos estratégicos que se pondrían en manos privadas.

Es, en el fondo y la forma, un acto de prostitución legislativa que parte de un acto de intercambio sumiso entre el gobierno y los inversionistas extranjeros. Al conceder a otra soberanía los recursos de la nación, automáticamente se está entregando el cuerpo (identidad, recursos naturales, dominio de la nación sobre sus bienes) a cambio de dinero, protección o simples méritos que se habrán de acumular en la cuenta del que otorga su corporeidad.

A estas alturas, queda claro que el gobierno de Calderón, actual expresión del neoliberalismo mexicano, revela una derecha entreguista y apátrida, es decir, prostituida, y su carencia de dignidad y autoestima se oculta en aquello de que México tiene un tesoro, y para sacarlo se necesita que otros vengan a hacer lo que nosotros no podemos, por razones de atraso tecnológico o simple taradez.

Las nalgas petroleras son dadas por el gobierno calderonista y la promesa de recompensa se traduce en un apapacho corporativo, con matriz derechista que no huele más que a traición.

Cuando llegue la hora de que el ciudadano común se manifieste, lo natural sería votar por el NO a la reforma petrolera calderonista, ejemplo claro de prostitución de cuello blanco... bueno, azul.

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