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lunes, 14 de julio de 2008

Lluvia


Tras mucho tiempo de calor calcinante, resequedad que nos ubica en una zona desértica, nostalgia por el invierno aun lejano y sudoraciones que humedecen la vida desde la mañana a la noche, por fin llueve a cántaros.

Las lluvias torrenciales que por pocos días azotaron las vías citadinas cobraron sus principales víctimas en las calles y avenidas de una urbe que no está pensada para resistir los elementos naturales, habida cuenta la ausencia de un sistema de drenaje profundo y una mejor distribución vial, pasando por las condiciones del pavimento y, muy importante, la cultura urbana que acusa un déficit a estas alturas preocupante.

Hermosillo, capital de Sonora, requiere replantear sus prioridades en eso de la infraestructura urbana, y privilegiar las obras que aunque pueden estar fuera de la vista de propios y extraños, son esenciales para la vida ciudadana.

Pero, parece que las autoridades están más dedicadas al relumbrón, la payasada y el apantalle facilón e inconsecuente con su responsabilidad, destruyendo parques urbanos (el de Villa de Seris, por ejemplo) y dejando a la libre el curso que quiera tomar la naturaleza en condiciones de deterioro.

Un buen sistema de drenaje y una mejor vialidad parecen estar alejadas de las consideraciones de los gobernantes, así como la provisión de agua potable mediante fuentes alternas que permitan la recarga de los mantos acuíferos, actualmente sobreexplotados y sin esperanzas de recuperación dada la intensidad de su explotación. Y todavía ponen a la ciudad como polo de atracción de inversiones, sin tomar las providencias del caso, en un claro y babeante reto a la lógica y a la naturaleza.

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