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martes, 28 de junio de 2016

Al paso que vamos...

                                     “En la adversidad se precisa el camino más rápido” (Séneca).

Al parecer hay cosas incomprensibles para el común de la gente, asuntos que permanecen lejanos y ajenos a la inteligencia de quienes un día como cualquiera se ven, de repente, en medio de una situación insospechada. En ciertos casos podemos aceptar fácilmente el absurdo, pero en cambio rechazamos la realidad si esta nos incomoda.

Podemos aceptar que los políticos sean corruptos y roben aprovechando la impunidad que rodea al cargo público, y ver con esperanzado interés la jerga legaloide que indica que nadie es culpable hasta que se demuestre, siendo que la presunción de inocencia cae por tierra todos los días al estar basada en la facilidad para traficar con influencias, hacer valer los lazos familiares y las oportunidades que ofrece la estructura clientelar de los partidos que, hasta hoy, se rotan en el poder. En cambio, es fácil y cómodo rechazar ideas y opciones políticas que prometan cambios a nuestra muy bien engrasada maquinaria de saqueo y explotación, porque pueden comprometer nuestro futuro que se vería amenazado con ataques masivos de honestidad.

Nos asombramos y quedamos con el alma estrujada cuando recibimos la noticia de que una familia ha perdido todo en el incendio que acabó con su vivienda en alguna invasión o en alguna colonia periférica, pero fruncimos la nariz cuando nos encontramos frente a un indigente con mugre acumulada de días y con evidentes necesidades de alimentación y vestido. ¿Quién se para y saca de su bolsa unas monedas para paliar utópicamente el sinfín de carencias no resueltas de ese ser humano que se nos pone enfrente? ¿Hasta dónde estamos dispuestos a simular una ayuda que de entrada no estamos tan dispuestos a ofrecer? ¿El solo hecho de arrojar una moneda a la mano del pobre nos coloca como promotores del cambio social?

Leemos en los periódicos que tal o cual comunidad ha sufrido de inundaciones porque algún ricachón con influencias decidió desviar el cauce del río y que están apoderándose de tierras comunales porque la ley protege a los depredadores con apellidos frecuentes en las páginas de sociales. Sabemos de actos criminales donde se contamina el suelo y el agua, dejando a muchas familias expuestas a enfermedades producidas por el contacto con substancias tóxicas, y que los culpables del ecocidio pueden seguir gozando del fuero que da el dinero y las influencias.

Tenemos evidencias de que la calidad del aire ha disminuido drásticamente y que esa mezcla nociva provocará enfermedades a nuestros hijos, al agredir sus vías respiratorias de manera continua y prolongada. Nos enteramos que la agricultura basada en el uso intensivo de agroquímicos como fertilizantes, herbicidas y pesticidas, contamina el ambiente y contribuye al cambio climático, pero nos hacemos de la vista gorda por no aparecer como enemigos del progreso, independientemente de la realidad de los períodos de sequía, la menor disponibilidad de agua y el descenso de la calidad del líquido.

Sabemos que las poblaciones de abejas cada vez son menores, y que la calidad y cantidad de la miel está siendo afectada, pero no es cómodo señalar a las trasnacionales que comercian con veneno que afecta la vida de las colmenas y las condiciones de la polinización. ¿Se imagina enfrentar a Monsanto o DuPont, por ejemplo, y correr el riesgo de ahuyentar inversiones y fuentes de trabajo? ¿O a Grupo México y sus similares canadienses?


Celebramos la reanudación de las conferencias Sonora-Arizona, pero parece que olvidamos que una y otra son entidades de dos naciones distintas y con objetivos no necesariamente compartidos. ¿Por qué quemar incienso en el altar de la hipocresía y el oportunismo anglosajón? ¿Nos sentimos tucsonenses honorarios? Si bien es cierto que el gobierno de la república tiene la misión de liquidar los activos nacionales en beneficio del extranjero, ¿Sonora debe celebrar ser el traspatio y fuente de recursos de su vecino del norte? ¿Por qué no empezar por fortalecer la economía regional sonorense y generar proyectos propios?


Al paso que vamos, la posibilidad de un cambio auténtico, distinto y opuesto a la bazofia neoliberal que ha alimentado al ciudadano común y al mercenario académico, al hampón político y al lamebotas sexenal, parecerá lejana pero no lo estará tanto. Por fortuna, hay gente que es capaz de ser solidaria, que ve la diferencia entre una causa justa y una simple manipulación imperial; capaz de salir a la calle y marchar con los maestros, los trabajadores de la salud, los afectados por la rapiña con influencias, los marginados políticos, los ciudadanos de a pie.

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