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domingo, 19 de junio de 2016

Derechos de papel

                        “Todos ven lo que tú aparentas; pocos advierten lo que eres” (Maquiavelo).

Sonora ocupa mediáticamente un lugar prominente en materia de transparencia, combate a la corrupción y empoderamiento de todos cuantos las olas de la política sexenal permitan hacerlo. Es, por decirlo así, un paraíso de logros y realizaciones, de acuerdo al catecismo peñanietista. Aquí se carece de competencia para restituir en sus empleos a los maestros despedidos por la reforma educativa, pero sí se cuenta con capacidad y voluntad de reprimir y encarcelar docentes “salidos del huacal”.

Se tienen instancias y mecanismos para procurar justicia y brilla la modernidad en forma de juicios orales, pero sigue siendo contaminado el suelo y el agua por los mismos rufianes que se escudan en el dinero y las influencias. Siguen derramando tóxicos las mineras y continúan gozando de impunidad, frente a miles de pobladores de las regiones afectadas que enferman y se empobrecen. Asimismo, tenemos defensores legislativos de variadas causas, pero tras siete años de espera la justicia para las víctimas de ABC sigue ausente.

Se cuenta con una gobernadora, pero los hombres y mujeres de a pie siguen viviendo las mismas carencias y penurias, porque la pobreza, marginación y falta de oportunidades actualmente tiene más que ver con el sistema y sus privilegiados que con el sexo. El logro y reconocimiento de las mujeres que hoy brillan en la política sigue asociado a las redes familiares, el lustre de los apellidos y los reacomodos generacionales partidistas.

Mientras que los reflectores iluminan los rostros y apellidos de moda, la penumbra del anonimato arropa a varios cientos de indigentes en las plazas, calles y el centro de la ciudad capital, miserables que en número creciente dan testimonio del abandono y exclusión en que viven y mueren los ciudadanos más pobres entre los pobres.  

Al parecer, la idea predominante de gestión pública y gobierno se reduce a los efectos mediáticos que producen las continuas apariciones públicas de los personajes, las fotos besando, saludando, o apapachando a alguien, o modelando para promocionales de obras sociales. El palacio de gobierno recuerda en mucho a una agencia de modelos donde la cultura de la pasarela suple el cumplimiento de deberes y obligaciones públicos ceñidos a la sobriedad y razonable medianía postulada por el Benemérito Juárez. Pero, la política de estudio televisivo y la sobreexposición mediática de los actores políticos de temporada empieza a cansar, tras casi un año de lo mismo.

Independientemente de lo que han afirmado algunos funcionarios y otros opinantes no del todo independientes, Sonora no cuenta con un plan de desarrollo digno de ese nombre. No se puede llamar plan a una colección de ocurrencias que suponen acciones, pero sin que exista un diagnóstico sectorial previo. Lo mismo puede decirse del municipio.

La carencia, el abandono de la planeación pública, equivale a tener un gobierno expuesto a las presiones y conveniencias del sector privado, a las ocurrencias en materia de inversión, obra pública, gestión de proyectos, entre otros. Representa un modelo de cesiones y concesiones ligado a la coyuntura, cuando no a intereses ajenos al progreso y bienestar social de la entidad. Aquí la voz ciudadana se pierde y relativiza; se debilita por no haber una representación real de sus intereses, y sí una atada a los círculos clientelares de un poder recuperado coyunturalmente.

Sigue el despojo de predios por parte de personajes con apellido linajudo, el desvío del cauce del Río San Miguel, y los expedientes sin aclarar de enriquecimientos ilícitos, los miles de millones de pesos perdidos en cuentas desconocidas, el libre trasiego de recursos y la inacción de quien tiene el poder de congelar cuentas y revisar contabilidades y fincar responsabilidades.

Si bien es cierto que en algunos casos hay citatorios, líneas de investigación, procedimientos de fiscalización e integración de expedientes y análisis de pistas y documentos, aun no es posible hablar de justicia, de reparación del daño, de castigo a los culpables, de aplicación imparcial y enérgica de la ley. Hay notas de prensa, cabos sueltos, investigaciones que no se realizan, pese a la denuncia pública de los afectados, a los constantes reclamos, a las eventuales reacciones y muestras de apoyo y simpatía de parte de algunos actores sociales.

Sonora sigue enferma de contaminación por radiación y por substancias tóxicas en el suelo y el agua, por la flagrante complicidad del gobierno con compañías constructoras y mineras; por ignorar e incluso ocultar la cauda de injusticias que deja el afán de lucro, la codicia irresponsable, el envilecimiento de los servidores públicos, y la apatía comodona de una ciudadanía aun inmadura y manipulable. Se tienen derechos, pero la legalidad y la justicia no son accesibles a los ciudadanos comunes.


Indigna que la gestión pública sea predominantemente publicitaria por su formato, aunque ayuna de contenido verdaderamente útil o trascendente. Se intenta vender un producto que a duras penas disimula su caducidad. En realidad, no necesitamos de Chicas Superpoderosas o de Iron Man, sino de ciudadanos que al llegar al poder público se sientan responsables y comprometidos con el progreso y bienestar de Sonora y actúen en consecuencia.

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