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martes, 8 de mayo de 2012

Debate

El debate es un medio para que los que están impedidos para leer y analizar tengan una idea encapsulada de las opiniones de los candidatos a puestos públicos. También sirve para alimentar el morbo y de manera ligera educar a la gente en el noble deporte de las apariencias conceptuales, el vestuario, las actitudes y el maquillaje. Da la impresión de que se contrastan posiciones políticas respecto a temas torales para la nación bajo la forma de concurso de preguntas y respuestas donde los participantes le “atinan al precio”, aunque sin las pantallas que registran la calificación de su desempeño.


En una democracia patrocinada por empresas vendedoras de frituras, refrescos dietéticos y aparatos electrodomésticos, la imagen de los candidatos funciona como producto que busca posicionarse en los gustos del consumidor, para lo cual se monta el reality show electoral de la temporada. En este esfuerzo concurre el aparato publicitario de cada marca electoral, grupos de asesores, maquillistas y funcionarios de las diversas dependencias que abierta o discretamente tienen que ver con el asunto, así como agencias de edecanes y el aparato de seguridad cuyas dimensiones son inversamente proporcionales a la trascendencia de los pronunciamientos afanosamente ensayados en los días y horas previos. Muchos millones de pesos entran en juego.

En casa, cómodamente instalados en la sala o en la cocina, la familia mexicana promedio alucina frente al televisor, en un sueño democrático sin cortes comerciales pero que en la intimidad del hogar puede estar salpicado de botanas, bebidas ambarinas y emoción futbolera. Las referencias están claras y la atención puesta en el discurso del oponente a la caza del gazapo, del temblor de manos, de ojos, de voz, de ideas. Somos escrutadores de una asamblea deliberativa virtualizada que no concluye tras las dos horas programadas, porque siempre buscamos un “plus”, un espacio de comentarios de gentes con nombre y figura que podrán actuar como criterio sustituto del nuestro, como extensión de nuestra conciencia y como facilitadores de ese punto de vista que todo ciudadano cree necesitar en estos casos porque, ¿qué seríamos si no los tuviéramos para que piensen por nosotros?

En el debate del domingo 6 de mayo, las opciones eran ideológicamente dos: tres candidatos de la derecha encaramada en las ideas y recetas del neoliberalismo de hace 30 años que repuntaron en los años 90 y 2000, para alcanzar su descrédito en los últimos seis años, y la posibilidad de cambio, de rescate nacional, lo que no disuadió a muchos de estar pegados al televisor para atestiguar el acto donde estarían en el mismo tiempo y lugar los cuatro representantes de esas dos tendencias, de esos dos proyectos nacionales: la continuidad y el cambio. En el primer nicho estaba Peña, Vázquez y Quadri, mientras que en el segundo, López Obrador.

Los espectadores pudieron decir que tal o cual candidato destacó, quedó mejor, se vio más seguro, contestó mejor, es el bueno, lo cual garantiza que seguirán el desenlace el próximo día 10 de junio, fecha del segundo encuentro entre la liga de los Transformers y el Retador tabasqueño. El problema que se le presenta al respetable telespectador es decidir cuál es el más cercano a su umbral de tolerancia política, quién le late, por quién va a apostar su derecho al voto en un juego que le da solamente una oportunidad sexenal de participar. Su boleta es el pase a la civilidad ejercida, a la dimensión electoral de su indignación cotidiana, su oportunidad de ser importante para los que diariamente lo desprecian, ignoran y explotan. Su pase a la sala VIP en el campeonato por el destino nacional. Si usted se queda con las poses y manda a la basura el contenido, quizá vote por Peña Nieto, Josefina o, incluso, Quadri; pero si va por el contenido y el cambio en el futuro de México tendrá que optar por AMLO.

El debate real, el verdadero, se ha estado escenificando en el seno de cada familia desde hace muchos años, cuando su sueldo no le alcanza, cuando las cuentas se vuelven impagables, cuando no hay seguridad en el empleo y el retiro, cuando la oportunidades para los jóvenes se esfuman o surgen en el lado oscuro de las relaciones económicas. Ningún partido neoliberal ha podido dar más que la misma bazofia demagógica de hace casi 30 años. Ni el PRI, ni el PAN ni los partidos satélites del neoliberalismo de guarache podrán ofrecerle y cumplirle algo que difiera de lo que a usted lo ha arruinado, enfermado, amenazado hasta la fecha. Pero usted ciudadano televidente, tiene la palabra en el “vota y gana” de la temporada. ¿A quién le fue?

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