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domingo, 28 de agosto de 2011

Casino Royale

Como el sagaz lector habrá adivinado, no se trata de la parodia de espionaje filmada en 1967 y protagonizada, entre otros notables actores, por Woody Allen, que se trata de los enredos de su personaje (Jimmy Bond) para eliminar a todos los hombres más altos que él y quedarse con todas las chicas hermosas. En este caso se trata de otra con el fin de aterrorizar a todo mundo y avanzar en la aprobación de la Ley de Seguridad Nacional.


El gobierno de Calderón ha insistido en que es mejor que otros en lo del combate al crimen organizado, pero al parecer se ha basado en el manual que el Departamento de Estado ha elaborado para mantener en tensión a los pobladores del tercer mundo cuando las cosas pueden salir de control. Por esto último podemos entender una toma de conciencia de ciertas capas de la población que no se tragan tan fácilmente las ruedas de molino de la salud económica y política de la nación, y que, eventualmente, pudieran tomar el rumbo de mirar hacia el sur como alternativa política. Lo anterior supone que los ciudadanos mexicanos serán cada vez más impermeables a los mecanismos de control psicológico y político de los Estados Unidos y resistirán mejor la propaganda de su fascismo militarista y económico, con la posibilidad de querer explorar alternativas como las que emprende Venezuela, Ecuador, entre otros países bolivarianos, para mejorar las condiciones de vida de la población.

Sucede que el modelo gringo ha fracasado, no tiene justificación alguna acatar las recomendaciones del FMI o el Banco Mundial, es absurdo plegarse al llamado Consenso de Washington, es una incongruencia no querer revisar el TLC, es notoriamente criminal autorizar cultivos transgénicos y la destrucción de arrecifes y otros recursos naturales, como también lo es permitir la operación de agencias de espionaje y desestabilización gringas en territorio nacional, como no lo es menos el unirse a las maniobras y planes del Comando Norte y dejar la seguridad nacional  mexicana en manos de un estado terrorista como lo es Estados Unidos.

Asimismo, los efectos negativos de las recetas fondomonetaristas y los compromisos fuera de toda lógica que asume México con la OCDE y demás organismos económicos y financieros internacionales hablan de una integración forzada, violenta y traumática por sus consecuencias en el tejido social nacional.

En medio de una depauperación sistémica, de una pérdida de legitimidad política, de mecanismos institucionales de expulsión poblacional gracias al desempleo y la baja creciente del ingreso y el acceso a los satisfactores esenciales, ¿cuál debe ser el ánimo esperado en los ciudadanos? Lo anterior cobra importancia política externa cuando los compromisos internacionales se contraponen a los del gobierno en el marco de la Constitución y las leyes secundarias. La disyuntiva es clara: o se cumplen unos o se cumplen otros. En este caso, Calderón ha preferido cumplimentar los intereses extranjeros a cambio de un apoyo en materia de “inteligencia” y logística militar que pasó de la “Iniciativa Mérida” a la política de seguridad nacional dictada ahora por Estados Unidos. El horno nacional no está para bollos y la población encuentra cada vez menos razones para soportar la viciosa ilegitimidad del gobierno que, día tras día, golpea su economía, la estabilidad familiar, la seguridad pública y el futuro de nuestros hijos.

La insistencia del gobierno en convertir los delitos del fuero federal en actos de terrorismo, siguiendo los intereses del Departamento de Estado y la cúpula militar de Estados Unidos, ha requerido para justificarse de actos de sabotaje a la economía nacional, de la desnacionalización del petróleo, la electricidad, de decenas de miles de muertes que junto con el desempleo, constituyen el caldo de cultivo para la declaratoria de guerra que impulse legislar en materia de seguridad nacional, que haga posible la legalización del estado de excepción, la violación de los derechos civiles, la persecución de la disidencia civil, de los defensores de los derechos humanos, de las organizaciones defensoras del ambiente, de la legalidad del voto, de toda posible oposición, independientemente que aún no se atrevan a borrar el capítulo de las garantías individuales en el texto constitucional.

El incendio en el Casino Royale de Monterrey, ha motivado la conveniente y oportuna alarma de Barak Obama, lo que a su vez provocó el “horror” del secretario general de la ONU, y, desde luego, el correspondiente a Felipe Calderón, quien aprovechó para retomar la idea de que nos enfrentamos a “actos terroristas”. Con lo anterior, la presión sobre el legislador mexicano puede ser fuerte, tan fuerte como la mentira convertida en justificación para actuar en favor de un estado de emergencia provocado, fríamente instrumentado, que permita la intervención extranjera a la par que la suspensión del estado de derecho a cambio de la erección de una dictadura militar más al servicio de los Estados Unidos. ¿Estado fallido? No necesariamente, en todo caso conspiración exitosa.

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