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domingo, 3 de abril de 2011

Dígalo cantando

¿Otra vez Goebels?
Una novedad que permite declarar innovador al gobierno de Padrés, consiste en ponerles música de acompañamiento a las manifestaciones ciudadanas que arriban a Palacio de Gobierno con la intención de hacerse oír. La selección musical tiene su máxima expresión cuando los oradores exponen sus reclamos, así que Gabilondo Soler o José Alfredo Jiménez convierten en chunga la expresión ciudadana, siendo patrocinada la burla por el propio gobierno que dice ser plural y respetuoso de las libertades.


La actitud irrespetuosa y canalla del gobierno hace imposible creer en el discurso de un gobierno “incluyente y tolerante”, ya que pisotea el derecho a la palabra de quienes se acercan a la sede del Ejecutivo estatal. Es verdaderamente irritante que la autoridad constitucional se pase por el arco del triunfo el derecho que asiste a los manifestantes que legal y pacíficamente expresan sus objeciones ante quien tiene la obligación legal de escucharlos.

La música seleccionada en plan de pitorreo al ciudadano deja de ser graciosa para convertirse en motivo de crispación, porque a nadie le gusta que lo desaíren de manera tan pedestre. Si quieren decirle al ciudadano que les vale gorro su problema y que no están dispuestos a escucharlo, no pudieron encontrar mejor medio que los altavoces instalados frente a Palacio, lanzando a los cuatro vientos su agresión musical y convirtiendo la plaza pública en espacio de represión y desprecio.

Aunque es sabida la aversión de los neoliberales a la democracia y las manifestaciones del pueblo, resulta patológica la modalidad adoptada por el gobierno de Padrés, justamente por ser una forma grosera, enana, de expresar qué tan poco está dispuesto a enterarse de los problemas que aquejan a la comunidad y qué tan insignificantes son sus demandas para las alturas que la soberbia hace imaginar a gobernantes que se pueden marear arriba de un ladrillo. La mediocridad panista hace posible que el mal gusto y la patanería arrogante sienten precedentes indeseables en la vida democrática de Sonora.

La curiosa muestra de arrogancia pedestre a que hago referencia se vio recientemente en una marcha del Sindicato de Trabajadores Académicos de la Universidad de Sonora (STAUS). Primero fue la intentona de bloquear su tránsito hacia Palacio, luego el ridículo sabotaje del discurso sindical mediante el volumen atronador de las bocinas.

La pequeñez del gobernante se ve complementada con las también recientes declaraciones del secretario Larios, quien señala como problema estructural que cada año haya la amenaza de huelga. Quizá el señor Larios ignore que existe una cosa llamada Ley Federal del Trabajo que contempla como recurso la huelga. O quizá esté confiado en que la nueva legislación laboral que impulsa su partido en complicidad con el PRI elimine de un solo plumazo ese derecho fundamental. Otra posibilidad es la que supone que Larios no se ha dado cuenta de que el sistema económico neoliberal no funciona y que la falta de recursos no se debe a la clase trabajadora sino a la catastrófica conducción de la economía por parte de gobiernos como el de Calderón y a la existencia de políticas basadas en el consenso de Washington e instrumentadas por el FMI y el Banco mundial.

Las soluciones de fondo que señala Larios pudieran ir por el rumbo de rescatar el impuesto especial para la Universidad de Sonora y entregarlo íntegramente a la institución, además de los apoyos presupuestales estatales y federales. El respeto a la autonomía universitaria sería una buena actitud, que se pudiera concretar con una nueva ley orgánica propuesta por la propia comunidad universitaria y no por obra de algún albazo legislativo para acabar con derechos esenciales para la vida académica.

Las soluciones estructurales tendrían que pasar por el análisis del sistema económico y la nefasta ola privatizadora que vulnera las instituciones y corrompe las prácticas políticas. Deberían considerar seriamente la inutilidad de manipular a la opinión pública con eso de “pobres estudiantes que están perdiendo el tiempo y corriendo el peligro de perder el semestre”, y dedicarse a trabajar con honesta resolución en la búsqueda de alternativas válidas que no lesiones los derechos laborales presentes o futuros.


¿Intrumento de diálogo?
 La música que gusta emplear el gobierno como mecanismo de represión de las protestas o solicitudes ciudadanas, es la marcha triunfal de la intolerancia más burda y pedestre que se haya podido imaginar, pero al mismo tiempo la marcha fúnebre de un sistema basado en la corrupción y la ilegalidad, en la violación reiterada a los derechos fundamentales del ciudadano. Queda claro que la trivialidad del juicio neoliberal alcanza sus expresiones más bajunas en la periferia del sistema. Allí está justamente la ideología que guía a los actuales buscadores de soluciones “estructurales” cuando éstas ignoran la realidad y la voluntad de comunidades como la universitaria.

En la UNISON, insisto, se expresa la lucha de los trabajadores contra la obscena indolencia de la clase patronal y del gobierno ñoño y demagógico que la defiende. No puede haber progreso sin avances en las demandas de quienes hacen posible la generación de la riqueza, tanto material como intelectual. En la UNISON se produce y reproduce el conocimiento, aunque parece que la burocracia patronalizada desconoce este hecho.

Esperemos que la cordura aparezca en las decisiones de los diputados y el gobierno, y que sus efectos permitan la recuperación del espacio universitario para la vida académica en mejores condiciones para su desarrollo.

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