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viernes, 30 de abril de 2010

El ritmo de moda



La prensa nos toma por asalto y el pasmo y temblorinas hacen de nuestro esqueleto una sonaja ciudadana que reproduce el son de la ametralladora, del AK47, del R15, de las armas cortas y largas que se apoderan de nuestra conciencia y traducen en estampidos el ritmo del declive nacional. La vida en México es asunto de seguridad personal y el gobierno se complace en informarnos que las acciones que emprende contra el crimen organizado pone nervioso a éste y lo hace percutir 2 mil cartuchos cada vez que entra en estado de shock ante los avances del panismo organizado.

Las heridas producidas por esquirlas y la eventualidad de encontrar granadas sin estallar en carros blindados que no lo fueron tanto, son el panem nostrum cotidianum, la carga que hay que llevar por ser un pueblo tan favorecido por el exitoso trabajo de autoridades civiles y militares, frente al horroroso carácter y la hipersensibilidad intolerante del hampa, nomás por quítame estas declaraciones triunfalistas. Lo de todos los días son los atentados contra el sentido del humor ciudadano y la escasa responsabilidad declarativa de los más altos funcionarios del fuero federal. El hampa, mientras tanto, anota los muertos mediante pizarras electrónicas proporcionadas por los medios de comunicación, ya que para ellos es imposible recordar cuántos muertos llevan en su haber.

Mientras nos estremecemos al ritmo del R15 o el AK47, trabaja a contrapunto William Clinton, con una letra que resulta conocida en las serenatas que el imperialismo yanqui le lleva a América Latina cada vez que quiere gozar de sus favores: “que no se piense que intervenimos, pero lo que México tiene que hacer es un Plan Colombia.” Con esto, el astuto libidinoso afecto a las becarias y a los habanos, subraya la labor de la Secretaria de Estado Hillary como labor de amor, de apoyo y colaboración con los esfuerzos de Calderón contra el cáncer terminal del narcotráfico. Seguramente conviene ignorar el sentido y consecuencias de la “Iniciativa Mérida”, entre las que destacan la intromisión de las agencias de policía gringas en asuntos que debieran ser de nuestra exclusiva competencia.

El curioso y repulsivo erotómano disfrazado de conferencista estelar nos endilga frases edulcoradas que huelen a tomadura de pelo y picada de cola, considerando que su país está metido hasta la cocina de la seguridad nacional mexicana, pues ha incrementado la presencia de agentes policiales y su influencia alcanza al ejército y demás fuerzas armadas, gracias a la colaboración del gobierno y el crimen organizado que ha provisto el escenario, el terror y la justificación para un intervencionismo cada vez más definido como invasión silenciosa, toma del poder por coacción, golpe de estado y conversión del estado mexicano en protectorado gringo. Sin duda el panismo neoliberal resultó más eficiente que el priista-salinista en eso de entregar la patria al extranjero.

El despiporre nacional logra que vivamos en una realidad diseñada por el amarillismo de nota roja, trascendiéndolo en todos sus detalles. La morbosidad con que se manejan las noticias y el espacio que se les concede, son inopinados mecanismos de impulso a la criminalidad como la carrera del futuro, hoy. Con esto no quiero decir que se deben ocultar las cosas, sino que debemos saber también qué es lo que hacen los ciudadanos para revertir los efectos perniciosos de tener un gobierno acéfalo que funciona como oficina de enlace extranjero y acompañamiento empresarial.

Un buen tópico sería el de la lucha del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) por revertir el despido injustificado de que son víctimas, de la forma ilegal en que se decretó la desaparición del Luz y Fuerza del Centro, del avance o retroceso que tienen casos como el de las víctimas del incendio en la guardería ABC de Hermosillo, de la huelga que murió por silencio y vacío, que es la de UTH; la complicidad del gobierno con el grupo Larrea, que tranquilamente pueden dar por corridos a los mineros de Cananea y suprimir de un solo plumazo toda una historia de derechos y conquistas laborales; de la desaparición y asesinato de periodistas y de la impunidad obscena con la que medran las empresas trasnacionales en su labor de contaminar el suelo y aire mexicanos.

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