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sábado, 27 de marzo de 2010

Semana santa

Después de una cuaresma altamente prometedora de entuertos y chapuzas, merced a la carestía de la vida incrementada insidiosamente por las medidas a favor del faquirismo nacional, los ciudadanos empoderados con ese tercermundismo que tanto promueven nuestras autoridades, nos disponemos a tomar unos días de necesario asueto. En el mar la vida es más sabrosa y las habilidades náuticas se ponen a prueba en el escenario de los bares, cantinas y tugurios; en los restaurantes, en las carretas que expenden alimentos ricos en grasa, en compuestos orgánicos y minerales no clasificados aun por las artes gastronómicas.

La vida en la contumacia tercermundista puede ser un papalote colgado de una nube, balanceándose de una crisis en otra, de una coyuntura político electoral a la parodia que deviene gobierno emanado de alguna cloaca con registro vigente en la lóbrega mansión llamada IFE, con las prerrogativas de ley para infringirla con mexicana alegría, para bailar jarabes y mazurcas, zangoloteos varios y convulsiones musicalizadas, de acuerdo a las opciones de moda. Nos declaramos ciudadanos cuando el civismo dejó de ser recuento de deberes y obligaciones y práctica concreta de su ejercicio. La ley de gravedad es una excepción en el discurso del gobierno, que desde las alturas supone que las cosas son de menor tamaño, lejanas y ajenas a la marcha de los asuntos nacionales, dispuestos en la cuadrícula de una planeación económica pergeñada por los organismos financieros internacionales en un arranque de esquizofrenia. La lejanía de la realidad es consoladora en un gobierno sin agarraderas, presa de su propia forma de aniquilar expectativas.

Pero, entre decapitaciones y desapariciones forzadas, el gobierno señala la importancia del agua en la generación de consensos, independientemente de que reconoce el problema de la escasez y las necesidades sociales existentes. El líquido vital es un buen argumento de venta para el logro de concesiones, licitaciones, cierre de tratos y oportunidades de negocios a gran escala, auspiciosos de un retiro laboral de lujosas proporciones, a cargo de erario y lubricado con la palanca psicológica de la sed. El agua en Sonora es, hoy por hoy, la manzana de la discordia y el reflejo de una inoperancia gubernamental llevada a extremos. Bien dice el ecologista don Jesús León Santos, cuando señala que no se debe tratar de resolver un problema pensando en lo inmediato, sino en el largo plazo, en recuperar las fuentes del líquido, no solamente trasladarlo y redistribuirlo. La sabiduría del indígena se opone al pragmatismo cortoplacista occidentalizado de nuestras autoridades, que ven el agua como mercancía y su provisión como negocio.

La semana mayor recuerda nuestra falibilidad humana, pero también la trascendencia del hombre, su vocación transformadora, su posibilidad de caer y luego levantarse, en ruta hacia el mejoramiento de las condiciones de vida de todos, sin distinción. Disfrutemos de unos días de asueto, que sirvan para repensar el qué hacer y el cómo hacer.

De todos modos, recordemos el reclamo de justicia en el caso de la guardería ABC, la defensa del patrimonio nacional y familiar, el apoyo al SME, a los mineros de Cananea y la lucha del sindicalismo independiente.

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