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lunes, 30 de noviembre de 2009

Las novedades de Calderón





De repente leemos en la prensa alguna nota relacionada con declaraciones que vienen de las alturas de un gobierno evanescente, flotante en una fumarola cuyo olor recuerda la parte de la aplicación de una inyección, en la que el algodón impregnado con alcohol se restriega en la superficie glútea. Cabe reconocer que las novedades sobre lo dicho y lo hecho por Calderón, presidente de la república onírica de México, caen en las honduras del verbalismo inconsecuente y, por ello, generan una reacción equiparable al estornudo de una mente sin recuerdos, como cuando se vacía una bolsa plástica al ser arrojada en el pavimento: una evacuación silenciosa y casi ridícula, vergonzante de su propia existencia, contradictoria en su intrascendencia y fugacidad, porque se relaciona con lo efímero de una presencia condenada a la futilidad y al desparpajo de cantina. Materia del anecdotario de una tarde ociosa bajo un árbol, en un camellón de bulevar.

El agasajo inicuo de leer la prensa radica en la posibilidad de encontrarse con la oligofrenia panista, con la bravuconería de derecha instalada en el quehacer farragoso de decirle al pueblo de México sobre cuán cerca estamos de declararnos una república que enarbola el estandarte del reeleccionismo edilicio y legislativo. Calderón se prodiga en asombrarnos con su creatividad desparpajada al proponerse hacer realidad la reelección de alcaldes y legisladores, con lo que algunos harían patria no por tres sino por seis años, mientras que otros llegarían a la docena en medio de las fanfarrias de triunfo por remontar la inopia a nombre de las masas ciudadanas, seguir gozando de privilegios y hacer como que hacen una carrera política basada en el hedonismo electoral. Y no es poca cosa: disfrutar de sueldo seguro y generoso durante 144 o 288 quincenas, según el caso, más las múltiples prerrogativas económicas y políticas a disposición del privilegio de mandar.

El paraíso perdido de una democracia de guarache se encuentra gracias a la pavimentación y recarpeteo de las rutas de la plutocracia legislativa, ahora impulsada por el ingeniero Calderón, el gran urbanizador de las bucólicas aspiraciones de poder aldeano, instalado en el corazón de la república, lejano y por encima de las comunidades que dice representar, sin los altibajos de la política de proximidad que se vive cuando el votante está en las inmediaciones de la comodidad aburguesada de los diputados y los senadores.

Con la propuesta de Calderón, los ciudadanos habrían de padecer no un período sino dos consecutivos al personaje de la tragicomedia electoral mexicana en los municipios y distritos; pasarían a la franja gris de la desmemoria por vía del cansancio de ser oposición en jornadas más prolongadas que las usuales, o replantearían sus esquemas de lucha política y administrando sus inconformidades con mayor parsimonia. Todo ello por la simple y sencilla razón de que no hay recurso legal que compense el exceso en la temporalidad, toda vez que para nada se menciona la buena nueva de la revocación del mandato, el referéndum, el plebiscito y la iniciativa popular.

Mientras que el país se queda sin maíz gracias a la transgénica magnificencia autodestructiva de los productos de Monsanto, Dupont y similares, el gobierno de la república abre las puertas a la aniquilación del principio de la no reelección para dar oportunidad a los nuevos gobernantes de que aprendan echando a perder y, entre otras cosas, sean ejemplo de perseverancia en el cultivo del error e, incluso, la institucionalización del mismo al declararse propietarios del cargo de manera directa o indirecta, gracias a la masa de relaciones y complicidades que se pueden concretar de esta manera.

Aparejada a la iniciativa de marras, se encuentra la recomendación presidencial (sic) de dejarse de críticas falaces y aceptar como buenos alienados que vivimos en el maravilloso mundo de las posibilidades remotas, de las ilusiones del cambio, de las mil y una peroratas que con fervor patrio nos endilga el hombrecillo de Los Pinos. La invitación a creer en el maravilloso futuro a cambio de negar el horroroso presente, nos coloca en la fila que conduce a los paraísos psiquiátricos, a las vaporosas estancias del Prozac, a la distorsión política que nos hará ver todo de color azul y, de cara a las elecciones de 2012, repetir la cancelación del futuro a nombre de la continuidad de algo que se atoró en el tiempo porque simplemente no podía pasar por las vías de la realidad cotidiana.

La inexistencia de logros y el exceso de complacencia bien pueden caracterizar otro sexenio perdido, así como también la torva manipulación de hechos y palabras, de cifras que ni remotamente reflejan la realidad y que tampoco dan cuenta del aseo metodológico que todos quisieran. El calderonato es una broma pesada que se compone de falacias económicas, prostitución política y vocación entreguista. En tal caso, apoyo la revocación de mandato, ¡ya!

Si usted está de acuerdo, escriba al correo revocacionmandato@gmail.com, expresando su adhesión, con su nombre y la entidad federativa a la que pertenece.






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