Notas Sueltas es un espacio de opinión sobre diversos problemas de carácter social, económico y político de interés general. Los comentarios pueden enviarse a: jdarredondo@gmail.com

jueves, 10 de diciembre de 2009

Oración




Los mexicanos de a pie debemos de pensar seriamente en cómo resolver la próxima temporada de impuestos y de contracción del mercado laboral, además del desempleo que ya existe como maldición de otro sexenio perdido. En este marco, sugiero lo siguiente: rece fervorosamente la oración a San Judas Tadeo. Queda demostrado que la vida en México es cuestión de fe. Vale.

lunes, 30 de noviembre de 2009

Las novedades de Calderón





De repente leemos en la prensa alguna nota relacionada con declaraciones que vienen de las alturas de un gobierno evanescente, flotante en una fumarola cuyo olor recuerda la parte de la aplicación de una inyección, en la que el algodón impregnado con alcohol se restriega en la superficie glútea. Cabe reconocer que las novedades sobre lo dicho y lo hecho por Calderón, presidente de la república onírica de México, caen en las honduras del verbalismo inconsecuente y, por ello, generan una reacción equiparable al estornudo de una mente sin recuerdos, como cuando se vacía una bolsa plástica al ser arrojada en el pavimento: una evacuación silenciosa y casi ridícula, vergonzante de su propia existencia, contradictoria en su intrascendencia y fugacidad, porque se relaciona con lo efímero de una presencia condenada a la futilidad y al desparpajo de cantina. Materia del anecdotario de una tarde ociosa bajo un árbol, en un camellón de bulevar.

El agasajo inicuo de leer la prensa radica en la posibilidad de encontrarse con la oligofrenia panista, con la bravuconería de derecha instalada en el quehacer farragoso de decirle al pueblo de México sobre cuán cerca estamos de declararnos una república que enarbola el estandarte del reeleccionismo edilicio y legislativo. Calderón se prodiga en asombrarnos con su creatividad desparpajada al proponerse hacer realidad la reelección de alcaldes y legisladores, con lo que algunos harían patria no por tres sino por seis años, mientras que otros llegarían a la docena en medio de las fanfarrias de triunfo por remontar la inopia a nombre de las masas ciudadanas, seguir gozando de privilegios y hacer como que hacen una carrera política basada en el hedonismo electoral. Y no es poca cosa: disfrutar de sueldo seguro y generoso durante 144 o 288 quincenas, según el caso, más las múltiples prerrogativas económicas y políticas a disposición del privilegio de mandar.

El paraíso perdido de una democracia de guarache se encuentra gracias a la pavimentación y recarpeteo de las rutas de la plutocracia legislativa, ahora impulsada por el ingeniero Calderón, el gran urbanizador de las bucólicas aspiraciones de poder aldeano, instalado en el corazón de la república, lejano y por encima de las comunidades que dice representar, sin los altibajos de la política de proximidad que se vive cuando el votante está en las inmediaciones de la comodidad aburguesada de los diputados y los senadores.

Con la propuesta de Calderón, los ciudadanos habrían de padecer no un período sino dos consecutivos al personaje de la tragicomedia electoral mexicana en los municipios y distritos; pasarían a la franja gris de la desmemoria por vía del cansancio de ser oposición en jornadas más prolongadas que las usuales, o replantearían sus esquemas de lucha política y administrando sus inconformidades con mayor parsimonia. Todo ello por la simple y sencilla razón de que no hay recurso legal que compense el exceso en la temporalidad, toda vez que para nada se menciona la buena nueva de la revocación del mandato, el referéndum, el plebiscito y la iniciativa popular.

Mientras que el país se queda sin maíz gracias a la transgénica magnificencia autodestructiva de los productos de Monsanto, Dupont y similares, el gobierno de la república abre las puertas a la aniquilación del principio de la no reelección para dar oportunidad a los nuevos gobernantes de que aprendan echando a perder y, entre otras cosas, sean ejemplo de perseverancia en el cultivo del error e, incluso, la institucionalización del mismo al declararse propietarios del cargo de manera directa o indirecta, gracias a la masa de relaciones y complicidades que se pueden concretar de esta manera.

Aparejada a la iniciativa de marras, se encuentra la recomendación presidencial (sic) de dejarse de críticas falaces y aceptar como buenos alienados que vivimos en el maravilloso mundo de las posibilidades remotas, de las ilusiones del cambio, de las mil y una peroratas que con fervor patrio nos endilga el hombrecillo de Los Pinos. La invitación a creer en el maravilloso futuro a cambio de negar el horroroso presente, nos coloca en la fila que conduce a los paraísos psiquiátricos, a las vaporosas estancias del Prozac, a la distorsión política que nos hará ver todo de color azul y, de cara a las elecciones de 2012, repetir la cancelación del futuro a nombre de la continuidad de algo que se atoró en el tiempo porque simplemente no podía pasar por las vías de la realidad cotidiana.

La inexistencia de logros y el exceso de complacencia bien pueden caracterizar otro sexenio perdido, así como también la torva manipulación de hechos y palabras, de cifras que ni remotamente reflejan la realidad y que tampoco dan cuenta del aseo metodológico que todos quisieran. El calderonato es una broma pesada que se compone de falacias económicas, prostitución política y vocación entreguista. En tal caso, apoyo la revocación de mandato, ¡ya!

Si usted está de acuerdo, escriba al correo revocacionmandato@gmail.com, expresando su adhesión, con su nombre y la entidad federativa a la que pertenece.






Desayuno


¿Cómo se desayuna hoy en el mundo?
U.S.A:
El gringo abre la nevera, saca 2 huevos, saca el beicon, prepara su café, desayuna y se va para el trabajo.
INGLATERRA:
El inglés abre la nevera, saca 2 huevos, los hierve 3 minutos, hace el té, desayuna y se va para el trabajo.
ITALIA:
El italiano abre la nevera, saca 2 huevos, panceta, prepara su capuccino, desayuna y se va para el trabajo.
MEXICO (Bajo el Gobierno de FELIPE CALDERON):
El mexicano abre el refri y no hay luz, se rasca los 2 huevos, cierra el refri, se toma un vaso de agua de la llave y se vuelve a la cama porque no tiene trabajo…

sábado, 28 de noviembre de 2009

El IX Congreso de Economía





Los días 26 y 27 de noviembre se realizó el IX Congreso de Economía, "Perspectivas de desarrollo académico del Departamento de Economía", que registró 20 ponencias, distribuidas en dos mesas de trabajo. Una sobre "Planes de estudio: vigencia y revisión crítica", y otra sobre "Investigación y docencia: aspectos teóricos, metodológicos y perspectivas de desarrollo".


En este último espacio, presenté el trabajo que aparece a continuación:


La calidad en la docencia económica, ¿un sueño posible?
Dr. José Darío Arredondo López
MTC del Departamento de Economía


No podemos resolver problemas pensando de la misma manera que cuando los creamos. Albert Einstein


Sumario
El concepto de calidad. La formación docente. La evaluación. Conclusiones.

El concepto de calidad
La calidad en la educación universitaria no es una conceptualización fija o definitiva, sino que ha cambiado en la medida en que cambian las condiciones contextuales e institucionales en que se desarrolla. La idea de calidad cambia con el tiempo en la media en que lo hace la base científica y tecnológica en que se sustenta, como también en la medida en que la sociedad cambia al abrirse al estímulo e influencia de lo externo. Se puede decir que la economía decide y transforma las relaciones que se dan en el interior de las instituciones de educación superior, y que la educación en la ciencia económica resulta más sensible, o debiera serlo, a la naturaleza de los cambios que se dan en el contexto nacional e internacional.
En la actualidad universitaria internacional, la calidad se asocia a mecanismos de reconocimiento externo, a procesos de acreditación y a la rendición de cuentas de la institución ante la sociedad a la cual sirve. En este marco, la universidad puede ser una institución autónoma, pero nunca más una que ignore al mundo exterior y se constituya en isla. Hoy nadie discute sobre la pertinencia de la evaluación de la calidad sino más bien sobre cómo realizarla de manera consistente y útil (Águila, 2005).
Por otra parte, la calidad está asociada a las condiciones en que es posible, al interior de las instituciones, cumplir con sus objetivos declarados y que se formalizan en normas y procedimientos que rigen el acontecer universitario; en modelos curriculares y formas de organización académica que definen por un cierto tiempo el perfil académico y la actuación de las comunidades de profesores e investigadores. La vigencia del marco normativo depende de la evolución misma de las instituciones, que está determinada por la dinámica institucional y por la dinámica del entorno social, que no necesariamente coinciden en el tiempo ni obedecen a los mismos impulsos. En este sentido, hablar de calidad resulta complicado si se quiere dar cuenta del concepto en los límites de la racionalidad de un modelo rígido en un entorno dinámico.
Antes, la calidad se asociaba al prestigio de ciertas personalidades ligadas a la institución y al papel desarrollado por los egresados en las distintas posiciones laborales; también llegó a depender de la diversidad de su oferta educativa; de su pertinencia de acuerdo al modelo de desarrollo asumido por el gobierno en turno; de la red de instituciones a la que estaba integrada y las aportaciones a un proyecto conjunto de alcance regional; luego se ligó a la apertura comercial y a los imperativos de la globalización, predominando así un esquema de planeación institucional que dependía de los parámetros establecidos por los organismos económicos internacionales, asumido en la planeación mediante la programación educativa nacional. La economía, o más bien, las expectativas económicas de los países en su momento tempranamente industrializados, se convirtió en el mantra salvador de la periferia, en el dogma de fe que determinaría no sólo el diseño de política económica sino el cómo, el por qué y el para qué de la educación. De ahí que el discurso económico haya ingresado por la puerta de la dependencia al aula, al laboratorio y a las administraciones de las instituciones académicas de la periferia, así como a los criterios de apoyo y financiamiento educativo.
La evaluación externa y la acreditación de programas parece ser la entrada única y obligada al mundo virtual de la excelencia, a las asignaciones presupuestales extraordinarias y a la recepción de reconocimientos oficiales. La calidad, en este sentido, revela mecanismos de dominación-subordinación que subyacen en los esfuerzos institucionales y que determinan la orientación y el peso de la administración sobre la academia, del burócrata sobre el docente y el investigador.
En este contexto, preñado por un economicismo vulgar, ¿cómo podemos lograr una educación de calidad?
La calidad de los programas y de las instituciones educativas se puede lograr en la medida en que el impacto que tengan en los estudiantes los conocimientos impartidos, sean útiles y transformadores, para los sujetos en formación, para los propios formadores y para la sociedad a la que pertenecen. Para ello es necesario que las comunidades académicas definan un concepto de calidad que deberá, entre otras cosas, caracterizarse por su capacidad para ser traducido en elementos operativos, fácilmente manejables en un modelo o procedimiento de evaluación; que abarque de una u otra forma las funciones sustantivas de la universidad; que esté ligado a la pertinencia social (Águila, 2005).
En un sentido práctico, la calidad de la educación sólo puede ser posible cuando se cuenta con personal académico de calidad, lo que nos lleva a considerar dos aspectos centrales: la formación docente y la evaluación.
La formación docente
La profesionalización del personal académico se ha circunscrito a los aspectos estrictamente relacionados con la obtención de títulos y constancias, con la eventual actividad profesional extrauniversitaria y a la experiencia que se adquiere en la práctica, sin soportes significativos (cuando no inexistentes) en los aspectos más directamente relacionados con el quehacer del economista metido a profesor.
En nuestra vida cotidiana universitaria, el conocimiento experto sobre las materias, los fundamentos metodológicos y el talento natural son elementos que obran a favor del buen docente, pero resultan insuficientes cuando hablamos de profesionalización y calidad. Es un hecho que en la universidad la formación pedagógica y didáctica se reduce a la oferta de cursos dispersos y a una asistencia mediada por la disponibilidad de tiempo y el interés por determinados temas, además de la expectativa de lograr una constancia de participación, que se va a traducir en puntos en el programa de estímulos al desempeño docente, conocido coloquialmente como “tortibeca”. La formación docente implica la existencia de un programa ex profeso, basado en un modelo formativo que haga realidad la visión educativa de la institución y que permita la evaluación de sus procesos y productos.
En ese sentido, la actividad profesoral requiere de una revaloración que permita su mejoramiento y reconocimiento social, traducido en estímulos que animen al profesor a ser mejor, habida cuenta que es el docente el que decide qué enseñar y, sobre todo, cómo enseñarlo, de cara a las oportunidades y retos que implican las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (Escribano & Pardo, 2005). Pudiera empezarse por discutir colectivamente la visión educativa de la institución, el modelo formativo docente y los mecanismos de evaluación del desempeño, más allá del llenado de formatos y la acumulación de papeles para fines de intercambio, toda vez que la simple oferta de cursos de actualización no necesariamente supone la existencia de un modelo formativo, ni garantiza la calidad y pertinencia del trabajo docente.
Debemos partir de que “la calidad de un sistema educativo depende, principalmente, de los profesores… Un profesorado de calidad ha de ser, ante todo, experto y con una cualificación acorde con las funciones y el rendimiento que de él se espera… La calidad de la enseñanza necesita, además, un profesorado motivado, responsable y conocedor del proceso educativo en general de los niveles o áreas de su particular dedicación” (Ministerio de Educación y Ciencia de España, 1987, citado por Belandro, 1999).
Si bien es cierto que el saber científico se adquiere a través de la formación disciplinar del economista, la cual puede asumir un alto grado de competencia al acceder al doctorado, el saber pedagógico y didáctico requiere de una formación especial que comúnmente se da a partir de modelos formativos (el modelo práctico-artesanal, el modelo academicista, el modelo tecnicista-eficientista) entre los que destaca el modelo hermenéutico-reflexivo. Este modelo “supone a la enseñanza como una actividad compleja, en un ecosistema inestable, sobredeterminada por el contexto y cargada de conflictos de valor que requieren opciones éticas y políticas. El docente debe enfrentar, con sabiduría y creatividad, situaciones prácticas imprevisibles que exigen a menudo resoluciones inmediatas para las que no sirven reglas técnicas ni recetas de la cultura escolar. Vincula lo emocional con la indagación teórica. Se construye personal y colectivamente parte de las situaciones concretas que intenta reflexionar y comprender con herramientas conceptuales y vuelve a la práctica para modificarla. Sus textos son ‘pre-textos’, que posibilitan y generan conocimientos nuevos para interpretar y comprender la especificidad de cada situación original, que también se transforma. Se llega así a un conocimiento experto, el mejor disponible para dar cuenta que aquella práctica primera, enriquecida y modificada; posible portadora de eventuales alternativas, de un nuevo dinamismo transformador” (De Lella, 1999).
La evaluación
“(…) la evaluación de los profesores en los centros de educación superior tanto públicos como privados, suele tener reservado un lugar reconocible dentro de los programas institucionales. En casi todos los casos se complementan las valoraciones que hacen los encargados de la gestión académico-administrativa con las opiniones de los alumnos sobre el desempeño de sus maestros. Y casi siempre se contempla el acercamiento directo o indirecto de éstos a tales opiniones, con la finalidad optimista de que sean tomadas en cuenta en sus futuras actuaciones intra o intergeneracionales (…) pero no mucho más” (Rigo, 2008:131).
La evaluación raramente trasciende el dominio de los administradores escolares y se toma como un insumo para la mejora del profesorado. En las reuniones entre pares o en el escenario de las reuniones de academia, el tema no figura en la agenda y solamente representa un factor de ponderación de los méritos requeridos para postular al programa de estímulos. Dicho de otra manera, la evaluación en realidad no cumple con los objetivos transformadores a que se supone está destinada y, por lo tanto, su aplicación es más formal que real. La inconsecuencia de contentarse con llenar formatos hace que la idea de calidad quede en manos de una burocracia que bien puede ignorar el estado que guarda la academia o, en el mejor de los casos, subestimar los resultados obtenidos para la mejora de los programas y del desempeño docente.
Si partimos de la idea de que el profesional de la educación universitaria debe ser competente en el campo científico en el que se desempeña, y que además de esto debe contar con sólidas bases pedagógicas y didácticas, el modelo evaluativo necesariamente debe contemplar los mecanismos que permitan a los actores comprender los procesos de enseñanza-aprendizaje y, por otra parte, cobrar conciencia de los efectos de la práctica docente en la formación de los estudiantes, en la profesionalización y transformación de los docentes, de simples artesanos o repetidores de fórmulas y procedimientos educativos, en profesionales reflexivos (Schön, 1998).
En este caso, la propuesta es adoptar el modelo de autoevaluación reflexiva, “… e implica que el maestro ha de evaluar críticamente su propio desempeño docente, pensando en y sobre su práctica con la finalidad de mejorarla constantemente. Lo anterior supone que toma como objeto de análisis y de estudio permanente su actividad didáctica, la problematiza e instrumenta las respuestas para darle sentido y las posibles soluciones para optimizarla” (Rigo, 2008:131).
En la práctica nuestra, el proceso de autoevaluación reflexiva puede adoptarse en las academias, a partir de que los integrantes realicen el autoanálisis de su actividad y que discutan con sus pares las situaciones problemáticas y las soluciones posibles a éstas, lo cual se puede eventualmente traducir en forma de propuestas estructuradas que permitan documentar su seguimiento, con lo que en los hechos estaríamos haciendo investigación educativa sobre la práctica docente con fines transformadores.
Conclusiones
El concepto de calidad se transforma en la medida en que la sociedad y las instituciones educativas lo hacen, y que son influidas por factores tanto internos como externos. En ello la economía, o más bien, las instituciones y organismos económicos dominantes redefinen la educación y el sentido de la calidad. En la práctica, la formación docente y la evaluación representan dos procesos íntimamente ligados al logro de la calidad de las instituciones educativas y los programas que imparten.
La formación docente permite la profesionalización profesoral y la toma de control de los procesos de enseñanza-aprendizaje, bajo los supuestos de una visión educativa y un modelo formativo que la haga posible.
La evaluación significa asumir una posición crítica respecto al fenómeno educativo en el campo de la especialidad y sobre la propia práctica docente, para fines de comprensión de los procesos e impactos que tiene en la formación de los estudiantes la actividad docente y sus repercusiones en la práctica profesional una vez egresados. Asimismo, los efectos transformadores de la práctica educativa y de los propios docentes.
Un modelo de autoevaluación reflexiva respondería a estas necesidades y haría posible la investigación educativa centrada en la práctica docente con la finalidad de mejorarla y lograr estándares de calidad, de acuerdo a sus impactos en la formación de los alumnos y en la mejora de las condiciones de su contexto.
En este sentido, la calidad en la docencia es un sueño posible, basado en una práctica responsable y autocrítica, reflexiva, creativa y comprometida socialmente.

Referencias bibliográficas
Águila, V. (2005). El concepto de calidad en la educación universitaria: clave para el logro de la competitividad institucional. Revista Iberoamericana de Educación, Número 35/5. www.campus-oei.org/revista/calidad7.htm. Consultado el 9/11/05.
Belandro, María R. (1999). Los profesores del siglo XXI y la calidad de la enseñanza universitaria: En torno a la formación. Revista Electrónica Interuniversitaria de Formación del Profesorado, 2(1). http://www.uva.es/aufop/revelfop/99-v2n1.htm. Consultado el 14/11/2009.
De Lella, C. (1999). Modelos y tendencias de la formación docente, Perú: OEI. www.oei.es/cayetano.htm, consultado el 14/11/2009.
Escribano, F. & Pardo, I. (diciembre 2005). La función del profesor universitario de Economía ¿docente o investigador? Notas para un debate. Estudios de Economía Aplicada, vol. 23, número 003. Asociación de Economía Aplicada (ASEPELT), Madrid, España, pp. 685-707.
Rigo, A. (2008). Constructivismo educativo, actividad y evaluación docente: relato de algunas incongruencias, en Reencuentro, 53, pp. 125-134.
Schön, D. (1998). El profesional reflexivo. Cómo piensan los profesionales cuando actúan, España: Paidós.

jueves, 26 de noviembre de 2009

El primer aniversario de la partida de Artidoro


Hoy se cumple un año de la muerte del amigo Artidoro Lagarda Núñez, a consecuencia de un infarto al miocardio, en su natal Navojoa.

Licenciado en Economía y Maestro en Administración, Artidoro Lagarda Núñez fue uno de los integrantes de la generación 73-78 de la licenciatura en Economía de la Universidad de Sonora, y durante su diversificada vida profesional navegó por las aguas de la docencia en el nivel superior y medio superior, en las estructuras administrativas del sector educación, en la vida política de su municipio y en las tertulias que reunieron a intelectuales, hombres de empresa y políticos, siempre con gracia, con la desenvoltura del hombre de bien que sabe ser amigo, cordial compañero y generoso ser humano.
Extrañaremos a Artidoro, navojoense de prosapia, sonorense non, amigo entrañable y buen padre de familia. A un año, su recuerdo pervive en nuestros corazones, como parte de una generación de economistas sui generis, de esos que no se venden, que sonríen a la vida, que se van con elegancia y dignidad cuando la muerte, mujer al fin, reclama su presencia.
¡Hasta siempre, amigo Artidoro!

martes, 17 de noviembre de 2009

El aniversario de la revolución






Como un recuerdo difuso y confuso aparece en la memoria del mexicano de a pie, de bicicleta o de vehículo automotor la fecha del 20 de noviembre. La ignorancia es democrática porque se comparte y se padece sin sentirlo, como una ausencia depositada en el holograma de una cultura de olvido y desgano, de pauperismo intelectual, de amnesia protectora de toda inquietud por la identidad perdida, por el paraíso perdido y jamás buscado, por la pena de ser ciudadano en un pozo profundo de inequidad. El recuerdo nebuloso de los tiempos heroicos en donde se luchaba por una causa, por un ideal que olía a pólvora reivindicatoria, a hombría a prueba, a reto asumido y a honra salvada, es fugaz, tanto como lo es la palabra que lo nombra, la ceremonia que lo exalta, las imágenes que lo estereotipan.

La revolución que se hizo de muchas batallas particulares, de inquietudes regionales, de cuentas sin saldar durante muchos años, de intentos inconexos por construir una sociedad moderna en un mundo donde privaba lo rural sobre lo urbano; donde la página del siglo XIX era la que dominaba la lectura de presente y futuro de la nación. La ruptura necesaria trajo consigo la manifestación de otras voluntades, de otro lenguaje, de otras expectativas y la modernidad se hizo gobierno, entre tumbos y caídas, entre los desdibujados rostros del pasado sin morir y el presente sin certidumbre. Las marchas de caballería, los afanes de hombres y mujeres en los campos de batalla, la dureza del asedio a ciudades y haciendas, los ríos de sangre y las tumbas sin nombre fueron, ayer como hoy, los signos vitales de la transformación, del cambio que implica el salto de lo cierto a lo imaginado.

Los polvorientos caminos se regaron con la savia adolescente de un México que quería crecer y progresar, confiando en que el camino enseñaría el rostro de la madurez económica y política necesaria para que el esfuerzo de muchos fructificara para todos. Las ideas de libertad y progreso eran, como hoy lo son, seductoras, envolventes, plásticas porque se acomodan a cualquier imaginario, porque no exigen precisión en el camino que recorre la idea para ser realidad. La revolución era flama, programa y resultado. Era voluntad de cambio y el cambio en sí.

Lo que inició como un movimiento de masas reclamando la vigencia del estado de derecho, dotado de banderas regionales e integrado en un propósito nacional transformador, se convirtió en logotipo, bandera, imagen y culto, pero no se mantuvo como estímulo, compromiso y meta a alcanzar. La imagen se congeló en el discurso y la inmovilidad hizo el resto: se volvió cauta y luego conservadora; se interrumpió y fue traicionada, se convirtió en franquicia política y dejó de convocar a la acción. Una revolución burocratizada es, a, fin de cuentas, una revolución acabada. Actualmente es desfile deportivo, día de asueto y escenario de discurso y pasarelas políticas; es pretexto de bostezos y pedorretas burguesas.

Si los ideales se convierten en monumentos, urnas funerarias y discursos pronunciados sin convicción ante auditorios presas del hartazgo y la apatía, entonces es necesario volver a la historia, analizar a trasluz sus implicaciones, el sentido del mensaje, la vigencia de los propósitos, la realidad a que responden y, dejando de lado lo “políticamente correcto”, actuar y proclamar la validez de la acción, sin disimulos, sin desviaciones vergonzantes, con entrega y convicción. La revolución, entonces, es compromiso, medio, consigna y acción que se renueva día con día, que se convierte en programa de gobierno, que se traduce en acciones responsables ante los ciudadanos, y ante el mundo.

La gran revolución social emprendida en México en los inicios del siglo XX es tarea inconclusa, porque sus actores fundamentales, los obreros y los campesinos, los pequeños y medianos comerciantes y los industriales, que hicieron frente a la dictadura, a la par que a los apetitos del imperialismo sobre nuestros recursos naturales, están, hoy por hoy, en espera de satisfacción de sus demandas de justicia y progreso. Sin duda se avanzó en crear una Constitución ejemplar en materia de garantías individuales y en lo atinente a la soberanía y el dominio de la nación sobre sus recursos, pero también es cierto que se ha retrocedido por atender las demandas del capital sobre el trabajo, del extranjero sobre el interés nacional.

La revolución, desde el punto de vista social, económico y político, debe replantearse, y rescatar el impulso creador y reivindicativo que tuvo, para avanzar en el logro de las condiciones requeridas por la nación para su progreso e independencia. En este sentido, no es una etapa histórica que se agota y se congela en palabras e imágenes, sino un objeto de estudio y comprensión para las presentes y futuras generaciones de mexicanos. Si bien es cierto que es un hito histórico, también es cierto que es ejemplo de lo que puede y debe hacer un pueblo en determinadas circunstancias, cuando las palabras dejan de tener sentido, cuando las promesas son una burla sangrienta al pueblo que desespera y ve deteriorarse cada día sus condiciones de vida. Cuando los abusos por parte de quien gobierna son intolerables, cuando los atentados contra la calidad de vida de las familias son desmesurados y se convierten, prácticamente, en política de estado.

Celebremos la revolución en su día, y que sea el 20 de noviembre de cada año, no sólo recordatorio de una gesta heroica, sino estímulo para cumplir, a través de la acción ciudadana, con el deber que tenemos todos de procurar un mejor país, una nación soberana e independiente que lucha por la legalidad, el progreso y el bienestar de sus gentes.






lunes, 16 de noviembre de 2009

CHISTE SONORENSE


Comparto con usted el chiste que me llegó por correo:


Diversos personajes se acercaron a la sede de la famosa Guía Guiness de records mundiales para "Renovar sus Títulos":

Entró Blanca Nieves y a los cinco minutos salió llena de alegría: - ¡¡Sigo siendo la más bella del Mundo!!

Luego entró Pulgarcito y a los pocos minutos salía saltando y de lo más contento: - ¡¡Todavía no hay nadie más pequeño que yo!!

Entró DUMBO y enseguida salió feliz, batiendo sus orejas, feliz: - ¡¡AÚN SOY EL ÚNICO ELEFANTE VOLADOR!!

Sin esperar, ingresó ALI-BABA escoltado por los 40 ladrones...
A los 10 minutos sale rojo de la rabia, insultando y gritando a voz en cuello:
- ¡¿¿Quién chingados es ese Bours y sus vaqueros??!