“La voz del pueblo es la voz de Dios” (frase latina).
El día 6 de agosto se conmemora un aniversario más del derrame tóxico sobre el Río Sonora y Bacanuchi. Un mar de sustancias convirtió las expectativas de lucro desaseado de la minería abierta de Jorge Larrea en un pozo de pestilencia, decadencia y muerte. Buenavista del Cobre es la marca registrada del exterminador de ríos, la actividad productiva agrícola y ganadera, la salud y la calidad de vida de los pueblos rivereños y la credibilidad en un gobierno al servicio del empresariado neoliberal sin responsabilidad social.
También se
conmemora y lamenta el uso de la energía atómica para destruir, aniquilar y
humillar a un pueblo que antes tenía orgullo nacional y autoestima, y ahora
vasallaje en niveles de abyección para con su agresor, Estados Unidos.
Las bombas
arrojadas sobre Hiroshima (día 6) y Nagasaki (día 9) fueron parte del
experimento de probar la nueva arma nuclear en una guerra ya ganada, y ahora
aprovechada para probar nuevo armamento. Asesinato vil, cruel genocidio a
nombre de los valores y la defensa de “América”. La libertad y la democracia
cambiaron su sentido semántico para navegar en las aguas negras de lo
políticamente correcto, del eufemismo y la manipulación mediática.
La amenaza
nuclear es el tópico de moda en boca de los mismos que hicieron posible la
eliminación de, digamos, 170 mil seres humanos en los dos vuelos militares de
agosto de 1945. La bomba atómica es actualmente el garrote para preservar el
sistema económico y político del supremacismo tecno financiero del Norte
Global.
Ahora, en el
caso de México, el Río Sonora lucha por sobrevivir a las obras de
infraestructura hidráulica que funcionan como tapones a su libre flujo, dando
claro ejemplo de cómo el concreto y las varillas pueden adquirir un sentido
político y económico que nada tiene que ver con obra pública y mucho con
beneficio privado.
Los pobladores
de los pueblos rivereños, entre los que se incluye Hermosillo, hacen peregrinaciones
cívicas a las puertas de los edificios del gobierno, llevando demandas
respaldadas por la lógica, el conocimiento técnico y la experiencia, frente a
planes y proyectos que carecen tanto de sustento técnico como de arraigo
popular, aunque tienen de sobra el olor y el sonido del dinero que emana el
sector minero e inmobiliario.
¿Qué mueve al
gobierno a crear una zona de especulación inmobiliaria en el actual terreno de
la presa Abelardo L. Rodríguez? ¿Cuál es el sentido de crear tapones que
impidan el flujo de agua y la recarga de mantos acuíferos de un río de por sí
ya afectado por la irresponsabilidad de la actividad minera, “que crea empleos”,
según el dicho del gobierno de antes y ahora?
¿Tiene lógica
dar pasos adelante en un proyecto hidráulico cuando lo que se requiere es,
primero, que haya agua y, segundo, que su distribución sea respetuosa con la
naturaleza y acorde a las necesidades humanas y productivas?
Sonora es ejemplo claro de los efectos del estrés hídrico, de la capacidad del desierto y el entorno urbano para generar zonas de temperaturas extremas, de necesidades que van desde la preservación de la vida por razones del clima, hasta aquellas relacionadas con la pertinencia y oportunidad de las actividades productivas, sustento material de la sociedad sonorense.
Hay denuncias
que cada vez son más importantes, aunque cada vez menos atendidas: si hay
recursos para mega obras hidráulicas donde no hay agua ni estudios técnicos que
las avalen, entonces ¿por qué no usar el dinero disponible, por ejemplo, para
obras de rehabilitación y ampliación de la infraestructura requerida por el
servicio de agua potable y alcantarillado?
¿Por qué no
evitar el desperdicio de cerca del 50 por ciento del agua potable en
Hermosillo, a causa de infraestructura obsoleta y mecanismos de supervisión y
control rebasados hace décadas? ¿Por qué insistir en privatizar un recurso
vital y público, en contra de la voluntad de los ciudadanos? ¿Valen más tres
obras faraónicas sin demanda ni apoyo ciudadano, que responder a problemas
reales con soluciones reales?
En el plano
internacional, la irracionalidad de la guerra, o guerras, impulsadas por
Estados Unidos y socios es cada vez más evidente, de suerte que la opinión
pública internacional ya ve otros escenarios y formula juicios cada vez menos
favorables para Estados Unidos, Israel, Francia, Reino Unido y el conjunto de la
Unión Europea.
Por
otra parte, la irracionalidad en materia hidráulica, minera y comercial en
México, se pone en evidencia cada vez más, sobre todo en Sonora, donde grupos
ciudadanos sin más bandera que sus legítimos intereses por la vida y el
progreso, se pronuncian contra el discurso del beneficio y el progreso a costa
de la economía regional y el bienestar ciudadano. Es indignante oír hablar a
los funcionarios de manera tramposa y manipuladora. Ante la claridad de los
hechos, el engaño no se les da.
Cierto que la industria de muerte, sea militar o minera, crea empleos, pero sus efectos sociales e históricos sólo revelan la decadencia de un sistema donde las cosas valen más que las personas. Por eso vale decir no a las presas, no a la guerra, no a la demagogia destructiva y a favor del buen juico popular. Y sí, por el bien de todos, primero los pobres.
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