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miércoles, 12 de octubre de 2016

Magia en Sonora

                                                  “Somos engañados por la apariencia del bien” (Horacio).

No hay duda que en Sonora existen evidencias de que el pasado no fue mejor y que el presente riñe con el futuro por lograr las mejores marcas en el abatimiento de males sociales, como son la pobreza y la inseguridad. Recientemente la gobernadora declaró en Cd. Obregón y Huatabampo que están siendo superadas las feas y deslucidas marcas del abandono económico y la marginación, gracias a la instalación de algunos comedores y estancias infantiles en la entidad. La señora Pavlovich subraya los sacrificios que ha hecho y lo satisfecha que se siente con los resultados.

La señora hace notar públicamente sus esfuerzos, roturas de alma, a la par de la inmensa satisfacción de poder dar la cara, en estos actos protocolarios, y ponderar sus propios logros en un ejercicio de transparencia auto-valorativa que, entre otras cosas, demuestra lo bien que combina el asistencialismo con el manejo de imagen.

Por su parte, el delegado de Sedesol, Rosario Rodríguez, alaba el éxito del primer año del gobierno local, gracias a la gestión de la gobernadora en congruencia con la política social del presidente Peña, a quien se debe acreditar que en tres años se han abatido los índices de pobreza extrema y pobreza en general, a partir del resultado a la baja en el siempre complaciente recuento oficial del número de pobres.

Por si esto fuera poco, los delegados de economía y gobernación, así como el de Profepa, aplauden los logros en Sonora y el apoyo federal a nuestra entidad, y nos regalan la noticia de que los recortes federales no afectarán la suave marcha del gobierno que cumple un año, en consonancia con el gobierno que tiene tres. Como quien dice, en el país y la entidad la crisis nos da risa.

Por el lado de la seguridad pública también están de plácemes, ya que el tremendo panorama de la delincuencia y sus funestas consecuencias materiales y morales, ha encontrado poderoso obstáculo, a partir del día 3 del presente, gracias a la operación del número mágico e internacional del 911. Antes, seguramente no había condiciones para dar respuesta a los llamados de emergencia de la población, pero ahora las corporaciones están ligadas y sus acciones coordinadas mediante las virtudes representadas por esos tres simples dígitos.

Las maravillas del C5i con componentes tecnológicos provistos por una empresa privada que cobrará lo suyo, dejan atrás la modesta operación del C4 y el irrelevante número 066. ¿Quién puede dudar de la sagacidad y previsión del presidente Peña al adoptar por decreto el número 911, tan prestigiado en las series de televisión que nos mandan de EEUU y que consumimos con viciosa fruición? Parece ser obvio que los sistemas de alerta y prevención del delito y, en su caso, los de respuesta inmediata a las emergencias ciudadanas, funcionan mejor cuando el gobierno los pone en manos de la lógica extranjera y del aporte remunerado de alguna empresa que, como es natural, hace negocios.

Sin negar la importancia que tienen los gobiernos mediáticos y sus efectos psicológicos en el ánimo de la población, no podemos dejar de considerar que todo ser humano es un ente bio-psico-social, de donde queda claro que los determinantes de nuestra relación con la realidad no son únicamente los derivados de la percepción o la influencia de los medios, sino que también los propios del disfrute de factores entre los que destacan la alimentación, salud, vivienda, empleo y seguridad social.

A pesar del curioso y bobalicón optimismo oficial que acompaña y enmarca al primer año de gobierno de la señora Pavlovich de Torres y el comprensible despliegue declaratorio de los delegados federales y los funcionarios locales, aún queda por explicar al pueblo de Sonora la presencia de una masa creciente de indigentes en las calles, hordas de desempleados y empleados precarios, trabajadores al borde de un ataque de inanición ante la realidad económica que se aproxima en medio de una nube de zopilotes; o los derechohabientes de las instituciones de salud y seguridad social que ven cada vez más pequeños los cuadros básicos de medicamentos, y que deben suplir al personal de enfermería en las necesidades básicas del familiar enfermo, y que deben de ir a comprar, a la hora que sea, materiales de curación y medicamentos inexistentes en los hospitales.

O los trabajadores cansados y enfermos que tienen que seguir en sus puestos porque el gobernador en turno ha dispuesto de los fondos para pensiones y no es posible la expedición oportuna del dictamen jubilatorio, así como otros funcionarios que saquean las arcas públicas y que también gozan de una impunidad que se compra con fianzas y amparos.

Asimismo, los estudiantes que carecen de aulas y pupitres y aulas que no cuentan con pizarrones y otros medios y materiales didácticos; o los plateles donde campea la inseguridad y donde la cuota es requisito para la inscripción, para la obtención del certificado, y multitud de jóvenes que abandonan la escuela por tener que trabajar en apoyo a la economía familiar, en medio del triunfalismo de tal o cual “reforma” fallida.

O la incapacidad para generar empleo digno y decorosamente remunerado, donde la antigüedad laboral no desaparezca con cada contrato. O el porqué de una economía que no crece y que debe acudir a los recortes presupuestales periódicos y a la cesión de espacios económicos prioritarios a la inversión extranjera privada, lo cual no es necesariamente un triunfo, pero se pretende acostumbrarnos a que sí lo es.


El triunfalismo oficial cae como balde de agua fría en la jeta de los económicamente hipotérmicos habitantes de Sonora, aunque quizá por tener algo de que aferrarse, se opta por un discurso onírico, chapucero y ridículo. Pero, al fin y al cabo, sólo hay un primer informe y hay que disfrutarlo. ¿Felicidades? 

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