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domingo, 10 de julio de 2016

Sólo promesas

                                           “A la pobreza le falta mucho, a la avaricia todo” (Publilio Siro).

Parece que las altas temperaturas no sólo han afectado la piel, la salud visual, además de los efectos en el metabolismo de los sonorenses, amenazados continuamente de escases de agua y azotados por sensaciones térmicas cercanas a los 45 o 50 grados Celsius (centígrados para los cuates), sino que también la capacidad de asombro y la memoria colectiva. De otra manera sería muy complicado explicar por qué la mayoría permanece impasible, ajeno, lejano y valemadrista ante el horror que sufren los habitantes de siete municipios rivereños a partir del 6 de agosto de 2014.

Las promesas de la empresa minera culpable se hicieron una con las del gobierno en forma de un fideicomiso que vendría idealmente a resolver los impactos más inmediatos del daño. Pronto la realidad cruda y deshidratada vino a demostrar que Grupo México, tanto como otras empresas mineras no están para asumir responsabilidades y costos que, seguramente, adjudican a los propios lugareños por establecer sus pueblos y actividades productivas en el cauce del drenaje que el Estado les concedió para vaciar sus desechos contaminantes. Su famosa aportación de 40 mil metros cúbicos de sulfato de cobre y una variedad de metales pesados debe reconocerse no como un cargo sino como un abono a la industria extractiva sonorense y, lo más importante, a la creación de empleos. ¿Qué haría Sonora sin las inversiones que detonan la economía de algunas regiones de nuestras arideces geográficas?  

Cabe reconocer que el esfuerzo productivo tiene, y a veces exige, daños colaterales, arrugas en la planchada superficie de la complacencia gubernamental alineada a los proyectos de la oligarquía trasnacional que emociona al gobierno federal y provoca eyaculaciones precoces en el estatal. Si las mineras nacionales y extranjeras permiten la generación de un “fondo minero” altamente fotogénico y mediático, ¿qué tanto debe importar la problemática doméstica de los municipios afectados? Al parecer, las evidencias científicas oficiales deben obedecer no al interés comunitario sino a la expectativa de progreso empresarial y la atracción de inversiones que tanto preocupa a la gobernadora Pavlovich.

Como se sabe, recientemente se realizó en Aconchi un foro de análisis a casi dos años del derrame tóxico. Balance necesario y concluyente de que el daño le cambió la vida a miles de ciudadanos que, hasta el momento, no ven cómo salir de sus problemas de salud, del daño patrimonial y de la caída violenta que sufrieron en su calidad de vida. Las promesas tienen el efecto de endulzar el oído de quien las pronuncia, pero de la boca para afuera no corre más que el aire y el agua contaminados, la desesperación de los productores regionales, y el enorme vacío que se acrecienta en la desconfianza, la desprotección y la lejanía de quien gobierna. 

En Sonora, la contaminación minera, la de empresas textiles y la ocasionada por las actividades agropecuarias intensivas no son asunto menor, como tampoco lo son sus consecuencias en la economía, la salud y calidad de vida de sus víctimas.

En otros asuntos, llama la atención la oportunista aparición del SNTE en el conflicto originado por la imposición de la mal llamada reforma educativa y sus mecanismos de evaluación punitiva y desaparición de los derechos laborales de los profesores. La maniobra de desaparecer o hacer pasar a un segundo plano a la CNTE, opositora a la reforma, no pasa de ser una patética confesión de charrismo y de complicidad sectaria con un gobierno poco nacionalista, irresponsable y, prácticamente sin cabeza.

Las iniciativas enarboladas por Peña suponen un alto grado de lameculismo trasnacional, tan propio del extranjerismo del gabinete itamita, pero tan apabullantemente torpe y nocivo para los intereses nacionales. Tales despropósitos cubren una amplia gama de temas, entre los que destacan las absurdas “reformas estructurales”, el matrimonio igualitario, el alza de las gasolinas y la tarifa eléctrica, la creciente dependencia agroalimentaria, financiera y tecnológica que contrastan con realidades como la creciente pobreza, el desarraigo, la inseguridad pública, la cada vez más frecuente migración y existencia de indigentes y la nociva inutilidad del trabajo legislativo, sospechosamente apátrida, que se hace con fines mediáticos, electorales, entreguistas y de simple y llana simulación.

México es un país comprometido con un alto número de tratados internacionales, pero la fiesta de firmas, declaraciones y fotos no ha alcanzado algún saldo positivo ni en la economía nacional ni en la paz interior del país. Salir en la foto de los acuerdos y tratados internacionales no resuelve la carencia de objetivos claros ni mucho menos la omisión al cumplimiento de la obligación constitucional de procurar el desarrollo integral de la nación. Tenemos el triste caso en que la acción gubernamental no tiene mucho que ver con la salvaguarda del interés nacional, y sí con la servidumbre al capital extranjero, a la disposición de nuestros recursos estratégicos y al manoseo de la soberanía nacional.


A estas alturas del camino, queda claro que no se puede seguir sosteniendo una farsa nacional y local, basada en la demagogia, el cinismo y la traición. Resulta más que evidente que la nación y la entidad no pueden funcionar con solo promesas, con declaraciones ridículas, con pretextos absurdos, con torpeza inadmisible.

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