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lunes, 30 de noviembre de 2015

Asalto en curso: el agua.

   “El verdadero gobierno es aquel que no se atemoriza por el engrandecimiento del pueblo” (Víctor Hugo).
 

En el municipio de Hermosillo las cosas parecen empeorar. Ahora el Ayuntamiento se pone en el plan de cobrar un aumento de tarifa en el servicio de agua potable sin que tenga justificación alguna: los beneficios de la planta tratadora de aguas proyectada no serán para los usuarios domésticos sino para productores rurales. ¿Por qué deben pagar por el servicio los hermosillenses que usan el líquido en sus casas? ¿No resulta ridículo que los más deban cargar sobre sus hombros lo que sólo beneficia a unos cuantos?

Los hermosillenses han tenido que soportar gobiernos que endeudaron al municipio, saquearon sus arcas y comerciaron con sus recursos territoriales, haciendo posible que bienes públicos pasaran mediante argucias a manos privadas; en ellos se usaron las instituciones públicas como cajas chicas que vinieron a engrosar fortunas personales.

Se olvidó lo que era el servicio público y la responsabilidad de administrar el patrimonio territorial y social de los ciudadanos. La ciudad capital sufrió el deterioro creciente de sus calles y avenidas, y sus vialidades revelaron la mala calidad de los materiales empleados en su eventual reparación y los baches y fugas de agua demostraron que el gobierno había dejado de serlo para convertirse en un parásito insaciable. La suciedad y malos olores se han convertido en referentes obligados.

No sólo en las áreas de la periferia citadina campea la inseguridad y los efectos perniciosos de la delincuencia. Ahora un asalto o una agresión pueden ocurrir en cualquier parte, aunque cabe reconocer que existen y se mantienen sectores particularmente conflictivos desde el punto de vista de la seguridad pública.

A pesar de que las fuerzas de la policía se han diversificado en varias corporaciones, la confianza ciudadana en los uniformados es baja. Se puede decir que la relación uniformado-delincuente es alta, de acuerdo a la percepción general de los ciudadanos. El abuso de autoridad, el trato grosero y prepotente, el abuso y la eventualidad complicidad con los delincuentes más la falta de probidad profesional son abonados a la cuenta de las corporaciones que se ven como un riesgo más en la vida cotidiana. Es justo decir que por unos corruptos la pagan todos, ya que hay elementos que con su trabajo diario dignifican su uniforme.

A estas alturas, los ciudadanos están cansados de abusos y ninguneadas, de burlas costosas para la economía familiar, de engaños y trapacerías orquestadas desde el poder. En este sentido, la decisión de un aumento en la tarifa del agua es no sólo injusta sino indignante. Pone a prueba la paciencia y la confianza en las instancias que, por ley, debieran proteger el interés ciudadano.

La decisión tomada por la mayoría priista de aumentar la tarifa “porque no hay de otra”, revela una increíble falta de responsabilidad y tacto político. En la esfera de las relaciones políticas y administrativas siempre “hay de otra”. La ley sirve para normar las conductas y  no para aplastar iniciativas y soluciones transformadoras.

Las organizaciones ciudadanas y personas interesadas en nuestro acontecer social han tomado la iniciativa como un abusivo arrebato de torpeza y falta de respeto por los derechos de los hermosillenses. Como una medida bajuna y agresiva contra la economía de las familias trabajadoras, que hacen posible que la ciudad viva y progrese, a pesar de las malas administraciones sufridas.


El llamado es a la resistencia civil, por la protesta enérgica contra el abuso, por la movilización ciudadana en defensa de su legítimo derecho a un gobierno responsable, justo y promotor de la equidad. La ciudad y el municipio merecen respeto, servicio profesional y absoluta transparencia administrativa, pero sobre todo, una gestión pública que proteja, con imaginación y entrega, los intereses y derechos colectivos de los ciudadanos. 

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