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lunes, 5 de octubre de 2015

No estamos bien

    “La soberbia no es grandeza sino hinchazón; y lo que está hinchado parece grande, pero está enfermo” (San Agustín).

Resulta un tanto chocante leer en los periódicos que, cuando el dirigente nacional del PRI celebra los logros de la reforma energética que se manifiestan en el interés de las trasnacionales en participar en la desventajosa liquidación de Pémex, llamada apertura por los amantes del eufemismo, se reporta que en el período 1946-1982 el PIB creció al 6 por ciento, en tanto la expectativa de crecimiento de 1982 a 2018 es de un optimista 2.2 por ciento.

Mientras que el gobierno liquida el patrimonio nacional, las cifras correspondientes al ingreso por remesas aumentan espectacularmente, a la par que el deterioro del salario mínimo hace que éste deje de ser referente para cualquier tipo de operación que tenga que ver con la realidad. A pesar del optimismo priista, nuestra realidad nos demuestra insistentemente que no vamos por el camino correcto. A veces pienso que los eufóricos y confiados miembros de la clase política en el poder son víctimas de un extraño tipo de autismo, que los priva de percibir la realidad y los hace fantasear sobre tópicos no sólo delicados sino peligrosos. Si una cuerda se tensa demasiado, puede reventar.

Por si esto no fuera suficiente, el gobierno se apresura a firmar el acuerdo transpacífico impulsado por Estados Unidos para su propio beneficio, ya que el instrumento obliga a los suscriptores al absurdo de renunciar a su soberanía, por lo que los tribunales mexicanos supuestamente no tendrían competencia y quedaríamos a expensas de lo que los gringos y socios gustaran mandar. Por más absurdo que parezca, a los defensores del actual gobierno les parece maravilloso el pronóstico de ser nuevamente una colonia de explotación, ahora a cargo de las trasnacionales, de donde se puede deducir que en la mentalidad neoliberal nopalera la pérdida de soberanía es sinónimo de avance y progreso.

En el plano de lo local, el optimismo se revela en forma de convenios que se firman para realizar funciones que el propio gobierno puede y debe afrontar. Hasta ahora no acabo de entender por qué se juzgó necesaria la participación de la Asociación Beatriz Beltrones para prevenir el cáncer de mama, contando el sector salud estatal con la infraestructura, personal médico y paramédico y amplia experiencia en estos asuntos, además de la responsabilidad legal y capacidad operativa para dar orientación en la prevención y detección oportuna del mal. ¿Será que el anterior gobierno arrasó hasta con los clips de la dignidad y la capacidad de respuesta de esta secretaría?

Le confieso que me llamó la atención la sobreexposición mediática que está recibiendo la hija del legislador Beltrones, Sylvana, quien preside la asociación antes citada. Parece como que hubiera mucha urgencia en proyectar su imagen bajo cualquier pretexto, lo cual permite recordar a los eyaculadores precoces que el agua no hierve a menos de 100 grados centígrados en condiciones normales. ¿Para qué poner en primer plano a alguien que lleva a cuestas un apellido cuya carga política fácilmente genera anticuerpos, de manera innecesaria y escasamente prudente? Las cosas se dan a su tiempo, o no se dan.

Nuestra ciudad clama con desesperada elocuencia su agotamiento, víctima de servicios deficientes, malos olores, carencias agravadas por descuido, indolencia y desamor. La ciudad capital de Sonora parece ser un inmenso catálogo de fallas en el gobierno y la administración. Lo sabemos, pero ya es tiempo de actuar en favor de la paz, tranquilidad y calidad de vida de sus habitantes.

La semana cerró con algo que suena a rechinido de puerta de cripta al abrirse en medio de la densidad de la noche neoliberal. Los fantasmas de las navidades nacionalistas pasadas emergen entre rechinidos y crujidos admonitorios: hay que unirse y elaborar una nueva Constitución que recoja las aspiraciones y reclamos del pueblo. Un llamado a la conciencia sin distingos de partidos, miserias y moditos de andar; mirada ecuménica cuyo fin es sacar al buey nacional de la barranca trasnacional cavada por el neoliberalismo de guarache impulsado por el salinato, alimentado por el panismo y profundizado por los atlacomulcas con vocación apátrida. El ingeniero Cárdenas vuelve a la escena, planteando, al parecer, un frente ciudadano.

Por su parte, desde la tribuna de la ONU, Peña Nieto dio en señalar urbi et orbi los peligros del populismo. La inopinada perorata que supura noches de insomnio y mala digestión, transcurrió como suelen hacerlo los discursos del señor, con algunas inevitables palabras de cuya complejidad dan cuenta los varios intentos que la tenacidad presidencial emprende, para dejar en claro que el no-mencionado López Obrador, una vez más, ¡es un peligro para México!


Mientras el presidente se enfrenta a las complejidades de la palabra “multilateralismo”, las huestes de Morena refrendan su voluntad de cambio. Que así sea.

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