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lunes, 21 de septiembre de 2015

Y en Hermosillo, la lluvia

Los días soleados parecen adoptar una actitud prudente ante el hecho de que la meteorología señala nuevas reglas de comportamiento en el paraje hermosillense: la discreción es actitud obligada que se resuelve con nublados que sirven de marco a la lluvia que cae a veces sin decir “agua va” y en otras con gran aparato publicitario.

Llueve tanto con aires modositos como con aspavientos de rayos y truenos; las precipitaciones pluviales parecen confabularse para convencernos de que el tiempo se apiada de las cálidas arideces de esta parte del planeta y establece un pacto de civilidad que beneficia a las presas y charcos que reciben las avenidas de los ríos, pero que no perdona el oportunismo de obras de pavimentación o recarpeteo chapuceras y las señala con baches abiertos y mentadas de madre de peatones y conductores de vehículos de propulsión mecánica.  A bache abierto y confeso, relevo de disculpas y pretextos.

La presencia de nublados y lluvias aplaca los excesos consumistas y el flujo de electrones conducido por las instalaciones eléctricas que estallan cada tanto en forma de reclamos de pago suscritos por la CFE parece dar tregua. El consumo eléctrico disminuye relativamente por azares de la voluntad del cliente cautivo de un servicio amenazado con la pistola de la privatización y el descredito de los cortes por falta de pago. Tiempos de moderación en una ciudad lastimada por el pillaje de una administración que supo ganarse con sobrados méritos la iracundia de los ciudadanos y el malestar de visitantes y observadores.

La frescura del ambiente contagia el ánimo y permite lavarse las manos a medio día sin despellejarse, tomar un baño sin que este hecho se pueda traducir en un solapado intento de suicidio que la urbanidad y las buenas maneras pudiera replantear en beneficio de la pulcritud de quien lo comete. El ambiente así modificado influye en el ritmo de la ciudad, dándole matices de ciudad comprometida con la calidad de vida de sus habitantes, pero que padece de amnesia temporal de su esplendor pasado y espera una serie de sesiones de terapia de ingeniería urbana en el sistema de agua potable y alcantarillado, en el cuidado y mantenimiento de calles, parques y jardines, tanto como en la seguridad pública y la disposición de basura y otros materiales que exigen reciclamiento.

El agua que cae por mandato de la ley de gravedad no es del todo un elemento tranquilizante, porque contribuye al arrastre de sustancias tóxicas generosamente vertidas por la mezquindad de Grupo México. Este problema de salud pública que huele a contingencia ambiental, merece estar en el primer lugar de la agenda de las nuevas autoridades gubernamentales, de la entidad y el municipio. Hasta la fecha no conozco ningún tipo de pronunciamiento, mención, compromiso o reconocimiento de la gravísima situación de riesgo en salud que corren los habitantes del municipio y cabecera municipal. La ciudad capital de Sonora goza del remojo temporal que proporcionan los eventos climáticos circundantes, pero sufre el abandono de los viejos y los nuevos personajes que encabezan la administración pública.

¿Qué va a pasar si el gobierno sigue en actitud de negar las consecuencias de lo que constituye una amenaza significativa para ésta y las nuevas generaciones? ¿Cuándo se promoverán, no limosnas, sino remedios verdaderos al daño patrimonial y la calidad de vida de miles de ciudadanos actualmente afectados? ¿Por qué insistirán en sacarle la vuelta a llamar al desastre por su nombre y reclamar para los perpetradores las más severas penalidades por su negligencia y criminal desprecio a la vida y el ambiente?

Sonora es un estado saqueado, víctima de la más absurda de las acciones de latrocinio, abuso de autoridad, tráfico de influencias, extorsión, y un descuido escandaloso respecto a la administración y cuidado de los recursos naturales. Hoy tenemos nuevos rostros y nombres en los titulares de la administración, pero se necesitan acciones y nuevas formas de abordar y resolver los problemas de nuestra vida cotidiana como sociedad.

El cambio no se va a dar olvidando y avalando los excesos de quienes ya concluyeron sus responsabilidades al frente del gobierno, sino poniendo a cada cual en el lugar que le corresponde de acuerdo a sus merecimientos. Resulta verdaderamente preocupante que los puestos se repartan entre cuñadas, vecinos, amigos y compañeros con ansias de novillero. Cae de peso que las posiciones empiecen a ocuparse por “méritos en campaña”, referencias familiares o políticas, por recomendaciones ligadas a la estructura de siempre en los partidos, a los apellidos que aparecen en uno y otro lado como garantía de méritos aun no logrados o nunca debidamente documentados.


La lluvia cae a chorritos o a cántaros, pero no alcanza a lavar las afrentas sufridas por Sonora y sus habitantes; quedan la desesperación, el desencanto, la ira de muchas familias que esperan y exigen soluciones, no explicaciones acerca de lo malos que son los que se fueron. La desesperación es tóxica y su derrame puede ser de amargas consecuencias. 

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