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domingo, 6 de septiembre de 2015

La otra cara de la moneda

                                                Se debe el más grande respeto a la infancia (Juvenal).

Le confieso que no salgo de mi asombro y que la sensación de extrañeza se alimenta cada vez que abro el periódico o los portales informativos en línea. Las noticias de Sonora son tan desconcertantes como las que cada tanto tenemos del resto de la república, donde aparecen cadáveres en diversas entidades y en terrible estado: mutilados, decapitados, torturados, con signos de ajusticiamiento extrajudicial y lo que cualquier desvío de la mente humana pueda agregar. Los despojos aparecen retando la capacidad de horror y las grotescas imágenes actúan como ancla terrible a una realidad que está aquí pero que de ninguna manera puede ser normal.

¿Cómo va a serlo el convertir en guiñapo a un ser humano? ¿Por qué ese desprecio a la vida y la integridad de las personas? ¿En qué momento perdimos conciencia de nuestra identidad humana? ¿La vida de adultos y de infantes carece de valor? Así como vemos cadáveres como si fuera lo de menos, el tráfico de menores, ¿nos vale gorro?

¿Cómo es posible que autoridades estatales de Sonora se vean involucradas en la sustracción y venta de menores, y que los propios funcionarios encargados de la protección del menor sean los mismos que la organizan, en complicidad con profesionales del derecho y la medicina?

A resultas de sus acciones, ahora tenemos familias que se encuentran al borde de su reconfiguración, ya que por una parte las madres biológicas implicadas están sin sus hijos y, por otra, los nuevos padres que lo fueron por la vía de la compra, dejarán de tenerlos en cuanto la autoridad correspondiente decida la restitución, habida cuenta el carácter involuntario e ilegal de la situación.

Lo preocupante del caso es que la propia autoridad se encuentra comprometida en un grado impensable, absurdo, porque el problema lo generaron funcionarios públicos y porque una vez identificados los responsables la Procuraduría se les concede libertad bajo fianza, con el agravante de que tal acción por su torpeza parece enderezada a cubrir las espaldas y no castigar como corresponde a los perpetradores.

¿Cómo es posible que ahora, al final del sexenio, nos enteremos de que operaba una red de tráfico de menores en el seno de la propia Procuraduría de Defensa del Menor? ¿Cómo es posible asociar al DIF a este infame delito?

¿Cómo es posible que mientras que algunos sectores de la sociedad puedan solidarizarse con diversas causas a veces difusas y lejanas, las madres afectadas por el DIF puedan estar en situación de indefensión ante los traficantes de niños sin que la sociedad se manifieste airadamente solidaria? ¿A quién sirve la justicia y cuál es el carácter de la legalidad en México y Sonora? Por lo visto triunfan los negocios y las causas que ganan popularidad a los gobiernos mientras que el ciudadano común hace largas filas y prolongados tiempos de espera en procura de sus derechos elementales. Es evidente que los derechos de la infancia no se defienden sino que se manosean y desvirtúan descaradamente. Ocurre que la supuesta defensa del interés del menor en realidad encubre algún efecto oportunista y mediático.

Mientras el horror y la indignación de unos y la desesperación de otros encuadran las tragedias personales y sociales de Sonora, el tiempo pasa inexorable hacia el cambio de gobierno. La moneda del bipartidismo de facto ya está sobre la mesa y sólo queda esperar la entrada en vigor de la otra cara del neoliberalismo de guarache. Tiempo de reciclar la esperanza y dar vueltas como lo hacen los bueyes al molino. Momentos de espera del milagro de la multiplicación de los panes y los peces por obra del mesías sexenal, pletórico de enchufes federales y de clientelas locales.


Al margen del triunfalismo anticipado y de las anécdotas que huelen a premonición, las víctimas del capítulo panista en el gobierno de Sonora claman con voz en off por la justicia y la legalidad, mientras las grabaciones de rechinidos de dientes y crujir de huesos se preparan para amenizar el cambio de todos tan frustrado. El sistema se regocija por los tres años de mover a México.

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