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martes, 10 de febrero de 2015

Temporada de ofertas

                                                                                Sublata causa, tollitur effectus 
                                                                     (Si desaparece la causa cesan los efectos)


Por alguna extraña razón los días y las noches sonorenses van adquiriendo tintes exóticos, rasgos que reconocemos en otras latitudes y circunstancias. El aire se llena de partículas cuyas coloraciones van del rojo al azul, del verde al amarillo, del negro a la indefinición cenagosa de las mezclas penumbrosas que huelen a error cromático y a chapuza pictórica. Las pifias de la paleta electoral pintan alianzas entre el PRD y el PAN para impulsar a Javier Gándara debido al expediente de la “rentabilidad” política que maneja como argumento el inefable Lupillo Curiel, exdirigente del PRD en peregrinaje electoral  por los lugares de adoración y culto de una izquierda nominal y vergonzante con vocación para los negocios.

La insólita alianza del amarillo con el azul despierta la sospecha más que fundada de que la ideología que sustenta el PRD carece de anclaje en los planteamientos originales de ese partido y que la distancia entre la ideología progresista, democrática y revolucionaria que animó su discurso fundacional y la pragmática y sebosa búsqueda de la “rentabilidad” que actualmente exhibe, lo colocan en la tesitura de la prostitución política, en las oscuras labores de fichaje electoral y en las hediondas aguas del drenaje mercenario de cada tres o seis años.

¿Qué puede pasar por la mente de un dirigente de izquierda cuando corre afanosamente tras la zanahoria pitufa? ¿Dónde quedó el decoro y la dignidad de un pretendido luchador social reconvertido en burócrata de una oficina de cambalaches, parches y remiendos coyunturales? ¿La ideología del PRD no fue lo suficiente explícita ni convincente para su propio líder? ¿Tendrá fundamento el comentario de que su rabiosa inclinación fue incentivada por una cifra de nueve dígitos? ¿Estaremos en presencia de una operación de compra-venta de un partido en Sonora?

Ante este despropósito, la dirigencia nacional del partido del sol azteca intervino y cortó por lo sano la terca campaña aliancista aunque, a estas alturas, la moneda sigue en el aire gracias a que el órgano local electoral se inclina en allanar el camino a la candidatura del señor Gándara.

Independientemente de los jaloneos entre siglas, la gran ausente sigue siendo la definición política y la bandera ideológica que se levanta solamente en el recuerdo de viejas convicciones apenas conservadas en algún amarillento legajo. Al parecer, lo de hoy son los negocios, los contratos de compra-venta, los cálculos de rentabilidad y las decisiones pragmáticas que fluyen sin el escrúpulo de la honestidad y la transparencia. 

Mientras que la izquierda oficial padece ataques de anemia conceptual y se debate en una profunda crisis de identidad, las palabras que justifiquen la traición pueden seguir derramándose en el resumidero de la desconfianza ciudadana, a punto de jalar la cadena y desalojar el recipiente del hartazgo por las campañas que repugnan por ser onerosas, inútiles y contaminantes.

El hecho de que brigadas de jóvenes estudiantes se hayan dado a la tarea de “reciclar” pendones con la efigie de Javier Gándara, quitándolos de los postes y otros lugares visibles donde fueron colocados abusivamente, puede revelar que el agandalle electoral no es bienvenido, por más que se emprendan acciones represivas por parte del ayuntamiento en forma de jaloneos y malos tratos propinados a los chicos. La quita de propaganda puesta en el momento en que aún no se abre la temporada electoral, resulta no sólo atinada sino necesaria. El señor Gándara debe entender que los tiempos electorales están establecidos y vigilados por la legislación respectiva, lo que incluye la duración de las campañas, por lo que no se vale el uso propagandístico precoz de los espacios públicos. 

Se puede entender que el mencionado aspirante es consumido por las ansias locas de figurar políticamente como ocupante de la silla del Ejecutivo estatal, pero de eso a suponerse dueño de algún partido o del equipamiento urbano hay una gran distancia. En todo caso, la ciudadanía de alguna manera puede y debe manifestar su inconformidad por esa clase bajuna de intrusión en la vida cotidiana y la salud visual de los sonorenses.

Por otra parte, llama la atención la sumisión que exhiben los priistas al aceptar y arropar como abanderada a Claudia Pavlovich. Desde luego que el PRI tiene todo el derecho de darnos muestras de abyección que se reinventa en esta temporada gracias al truco de la candidatura femenina que, según dice Beltrones, es oportuna y Sonora necesita. Usted estará de acuerdo con que las mujeres son o pueden ser tan corruptas como los varones, como está ampliamente documentado en la historia política reciente y para muestra el botón de la “maestra” Gordillo, para no abundar en ejemplos de otros partidos como el PAN y el PRD. Queda claro que el problema es de sistema y no de sexo.

 En las apariciones públicas, el elemento común es la facilidad de emitir pronunciamientos carentes de autocrítica y reflexión política verdadera, de compromiso exigible más allá de la coyuntura electoral, de trayectoria de servicio y de ideas que puedan obrar en beneficio del cambio que la sociedad requiere. Hasta la fecha, parece que es el candidato quien apoya a la gente y no al revés. Lo anterior  se basa en las promesas de apoyo que el candidato formula en los actos públicos ante sus respectivas feligresías, de donde surge la duda de quién es el que tiene el poder de convertir en realidad las ideas de mejora o transformación.

Lo natural en una auténtica democracia es que el aspirante se comprometa ante el pueblo a llevar a cabo un programa emanado de la propia población, en beneficio de ella y bajo el seguimiento permanente de la misma. En nuestro caso no es así, ya que los candidatos se presentan como primos o sobrinos de Dios capaces de obrar milagros y maravillar con su sola presencia a las multitudes de necesitados que, sin embargo, tienen el poder de elegirlos.

Somos un remedo de democracia, una caricatura que constantemente se ve repasada por el lápiz ciudadano que avala los trazos autoritarios, los actualiza y hace modelo de futuras acciones. Las masas acarreadas a plazas y auditorios ilustran lo anterior. El gasto en propaganda que no necesariamente informa y convence, bien puede definirse como inútil ya que la población objetivo no se orienta por ella. En estas condiciones, la campaña electoral sabe a farsa, a burla sangrienta, a payasada amarga y onerosa que remite a la enajenación del voto y el votante, atrapado en más de lo mismo.

Sin duda el pueblo está harto del sistema y las injusticias acumuladas, pero por ello debe buscar salidas a la crisis institucional y al abismo en el que se encuentra la credibilidad pública y privada nacional. Es claro que el vaso se ha derramado y por ello surgen movimientos ciudadanos de autodefensa, de exigencia de bienes y servicios, de empleo y salario, de salud y seguridad social, de legalidad y justicia. Es más que evidente que los políticos empresarios y los empresarios políticos se han servido de los bienes públicos en su beneficio, es obvio que quieran seguir con el festín de abusos y dispendio.

Si se atiende e interpreta la realidad mundial, las soluciones no vienen solas ya que es el sistema contra las iniciativas de cambio. Es el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la OTAN, la OCDE, frente a los pueblos que buscan otras formas de organización e integración como la ALBA, las iniciativas de mercado común latinoamericano, de nuevos foros de integración política y financiera, ajenos a la influencia de Estados Unidos. Aquí vale la pena considerar los avances de la izquierda latinoamericana y los acontecimientos recientes en Europa: en Grecia triunfa la izquierda y propone medidas contra el sistema de opresión neoliberal, mientras que en España se perfila como auténtica fuerza transformadora el partido Podemos, con amplio apoyo popular. Ambos representan soluciones posibles por la vía electoral, a despecho del sistema dominante.


En el caso del país y en particular Sonora, debemos romper con la inercia de un obsceno bipartidismo que es neoliberal por donde se le vea, y hacer realidad el cambio mediante la lucha electoral donde los actores principales sean otros, no el candidato con pujos de divinidad sino el ciudadano que se planta frente a sus iguales y se compromete a trabajar por el cambio, desde la base, con una perspectiva de izquierda que no se avergüenza de serlo, y que da la cara y se compromete a partirse el alma por el bienestar colectivo. El voto vale en la medida en que sea expresión de una auténtica voluntad de cambio. ¿Le entramos? 

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