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martes, 22 de julio de 2014

La historia en reversa


Al parecer el supremo gobierno de la república mexicana se empeña en acelerar los cambios constitucionales y las leyes secundarias que permitan la libre explotación de nuestros recursos por parte de las trasnacionales de Europa y Norte América, ya sin las trabas legales y políticas que, bajo el pretexto de la soberanía nacional, dificultaban echarles el guante a las riquezas de la superficie, subsuelo, mar patrimonial y espacio aéreo, así como el espectro electromagnético susceptible de ser concesionado.

A pasos agigantados y con dispensa de discusiones y trámites engorrosamente democráticos, los señores legisladores proveen lo necesario para lograr el sueño neoliberal de ver un país sin fronteras económicas precisas y una población modernizada a  punta de leyes y decretos no expropiatorios sino de “ocupación temporal” (http://www.expreso.com.mx/nacional/85437-senado-avala-en-lo-general-y-particular-leyes-de-industria-electrica-y-geotermica.html).

La palanca de cambios de la historia económica nacional también tiene reversa y, los largamente esperados frutos de la presión sobre los gobiernos nacionales, ahora son servidos en bandeja de plata por los patrióticos senadores y diputados, de cara a las grandes transformaciones que en materia de desperdicio y abuso energético están en boga en otras latitudes.

La idea de proteger el ambiente, el agua y el aire, son conceptos más que obsoletos y chocan con la siempre novedosa panacea de la fractura hidráulica (fracking) o el cultivo y consumo de organismos genéticamente modificados (OGM), exigidos como muestra de cooperación para el progreso por parte del gobierno corporativo de Washington a los países de la periferia a los que hay que “ayudar a desarrollarse” lo quieran o no. El chantaje por vía del financiamiento al desarrollo resulta revelador si se ve desde la perspectiva de un país que bien puede tener su propia idea de progreso, en contraposición con la avasalladora uniformidad de las políticas emanadas del FMI y el Banco Mundial.

Es claro que la independencia y soberanía de las naciones permite una mentalidad y una forma de hacer las cosas de acuerdo al interés nacional, lo que significa que el país puede ser culpable de desobediencia y, por eso, la presión económica se ejerce hasta el punto de hacer añicos la economía local y sus expectativas de bienestar. Los gobiernos periféricos terminan cediendo soberanía a cambio de ser deudores forzosos de la generosidad de Estados Unidos, lo que equivale a vender el alma al diablo a cambio de un respiro momentáneo en la relación bilateral que es, por definición, inequitativa y perversa.

México debe recordar los logros de la expropiación petrolera en 1938 y las promesas de ser dueños de nuestro propio destino, lo que se amplía en 1956 con la nacionalización de la industria eléctrica. Cárdenas y López Mateos, en su momento, explicaron a la nación el significado económico y político de ambas medidas que dieron nervio y sustancia al artículo 27 constitucional en el terreno de los hechos. La industria nacional tuvo bases firmes para su despegue y, en los años 60 y 70,  el apoyo al campo y demás actividades productivas se vio complementado con la creación (entre otras entidades públicas) del Fideicomiso instituido en relación al agro (FIRA), Almacenes Nacionales de Depósito (ANDSA), el impulso de la industria agroquímica con Fertilizantes Mexicanos (Fertimex) y el mejoramiento de semillas para proveer a nuestra soberanía alimentaria con la Productora Nacional de Semillas (Pronase), así como un sistema de apoyo a los productores mediante precios de garantía y canales de comercialización de los productos del campo, del productor al consumidor, a través de Almacenes Nacionales de Depósito (ANDSA) y la Compañía Nacional de Subsistencias Populares (Conasupo) que, mediante una cadena nacional de tiendas y almacenes  así como otros organismos, sirvieron de base material y administrativa para el Sistema Alimentario Mexicano (SAM), ya que tanto el productor como el ciudadano consumidor tuvieron acceso al crédito y mercado para sus productos, como al abasto de bienes de subsistencia a precios accesibles para los trabajadores.

Actualmente están en proceso de liquidación algunas empresas estatales de gran significancia económica y social, como por ejemplo: Banco Nacional de Crédito Rural (Banrural), Ferrocarriles Nacionales de México (Ferronales), la agencia nacional de noticias Notimex, Luz y Fuerza del Centro, y qué decir del impacto de las reformas a las leyes del IMSS e ISSSTE, que golpean la seguridad social de los trabajadores y entregan a los especuladores extranjeros los fondos de pensiones y jubilaciones.

Desde luego que este conjunto de entidades que revelaban la materialización de propósitos de justicia social no podían llegar muy lejos frente a la ola privatizadora, de ahí que en los años 80 se diera un golpe de timón hacia la derecha y se instaurara el neoliberalismo a tono con la política que compartían Estados Unidos e Inglaterra. La llamada “reaganomiks” hace su entrada triunfal con el auspicio de Miguel de la Madrid Hurtado y Carlos Salinas de Gortari. Los años 90 son la puesta en escena de cambios constitucionales y normativos que socaban la soberanía proyectada en décadas anteriores bajo el argumento de la modernización, la puesta al día de nuestra economía y nuestra política. Se firma el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC) y con él de nueva cuenta parece ser legal y obligatoria la ventaja del producto extranjero sobre el nacional, desapareciendo aquello de que “lo hecho en México está bien hecho”.

La liquidación de los bienes nacionales a cambio de pequeñas cuotas de participación y un océano de corrupción se cristalizan en forma de nuevos tipos de contrato, como los de usos múltiples, de riesgo compartido y los “incentivados”, en beneficio de las trasnacionales explotadoras de hidrocarburos, lo que ocasiona una intensa campaña de publicidad a favor de estas medidas de simple explotación y beneficio de los recursos nacionales por parte de las empresas extranjeras, continúa profundizándose sin interrupción durante la docena trágica de los gobiernos del PAN con la absurda figura de la “cogeneración de energía eléctrica” para que ésta pueda ser producida por empresas privadas, para llegar a tocar fondo con el gobierno de Peña Nieto con las recientes reformas “estructurales”. Tanto el PRI como el PAN han refrendado en cada cambio del titular del Ejecutivo Federal su convicción entreguista y apátrida. El discurso neoliberal cala los huesos de la república y deteriora a pasos agigantados el tejido social.

Las reformas, si lo queremos resumir, han significado pérdida de soberanía, profundización de la dependencia tecnológica, financiera, científica, comercial y educativa, entre otros aspectos. Se ha perdido la capacidad de diseñar la política económica de acuerdo a los intereses y propósitos de desarrollo del país, para entregarla a organismos económicos internacionales. Con lo anterior, queda en duda si podemos llamarnos Estado o simplemente colonia de alguna soberanía, como por ejemplo Estados Unidos. Para España, la enfermedad neoliberal mexicana ha significado la recuperación colonial de grandes porciones económicas para explotar: bancos, aseguradoras, cadenas comerciales, empresas productoras de energía, entre otros. Estamos en plena recolonización de México por las trasnacionales y de aprovechamiento de las nuevas disposiciones que minan las defensas del país contra el saqueo y la explotación abusiva de sus recursos, bajo el supuesto de abaratar los costos de los servicios y de “mover a México”, asunto que en otras partes del mundo ha sido coronado con el más sonado fracaso. Las reformas neoliberales en Portugal, Grecia, España, entre otros miembros de la Unión Europea hoy en grave predicamento económico y social, dan fe de ello.

Seguramente México está experimentando todos los modelos atrasados y fracasados que ha habido para que no quede duda de su inoperancia. El mantra privatizador en realidad nos ha tratado de convencer en estos últimos 30 años que es mejor comprar que producir. Somos un país que se complace en imitar acríticamente al extranjero, acomplejados como lo estuvo Porfirio Díaz por el color moreno de su piel. El endiosamiento del hombre blanco y barbado parece ser una asignatura pendiente de superar, desde la mítica Tenochtitlan hasta estos días de paroxismo legislativo a favor del saqueador trasnacional. Pero las elecciones no están tan alejadas como pudiera pensarse. ¿Ya se preparó psicológicamente para la resistencia civil? ¿Ha pensado en la opción de una huelga general en defensa de la economía familiar y el patrimonio nacional? ¿Ya está pensando en quién será el acreedor de su voto? Más vale con tiempo.

  










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