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martes, 15 de julio de 2014

El agua que ves correr

El anuncio de que el acueducto que surte a Hermosillo va a dejar de operar ofrece varios puntos de interés para reflexionar. Desde luego que no cuestiono la inmensa sabiduría de los agricultores cajemenses ligados a los intereses de los Bours, Castelo, Parada, Rosas y similares, respecto a seguir chupando de la manguera que supuestamente pertenece al jardín de los yaquis, etnia beneficiada con la mitad de caudal por decreto presidencial de tata Lázaro.

Por supuesto que no me voy a poner a cuestionar la diligente defensa que los obregonenses han emprendido como guerra santa, cruzada reivindicatoria y bandera patriótica capaz de concitar voluntades e inflamar espíritus con argumentos apegados a derecho y acciones altamente publicables en la prensa regional. Tampoco la forma en que el interés de los yaquis parece confluir en el de aquéllos, al punto de bloquear la carretera 15 y promover recursos legales y políticos en su lucha.

En su momento, expresé que  los verdaderos ganones no eran los yaquis sino quienes los ordeñan: los rentistas de las tierras agrícolas yaquis que aprovechan alrededor del 90 por ciento de la superficie y que se empeñan en tener el servicio completo: agua abundante para los primeros y segundos cultivos, independientemente de que no se cuida el ahorro del recurso ni el tipo de cultivo donde la rentabilidad cortoplacista está por encima de la sustentabilidad.

Se tuvo la impresión de que el negocio de los buenos agro-empresarios cajemenses de pasar por yaqui honorario había dado resultado, a juzgar por la decisión de un juez de Ciudad Obregón que obligaba a suspender el funcionamiento de la obra, condenando a 850 mil hermosilleneses a verse privados del vital líquido en cantidad suficiente y someterse a los tristemente célebres tandeos inaugurados por el PAN, sólo que “más rigurosos”, según advirtió este fin de semana Agua de Hermosillo  http://www.uniradionoticias.com/noticias/hermosillo/281326/habra-solo-3-horas-de-servicio-de-agua-en-hermosillo.html).

La funesta noticia fue desmentida el lunes por parte de las autoridades que informan de  una decisión a favor del funcionamiento del Acueducto por parte del Colegiado del Quinto Circuito, que revoca la decisión del juez cajemense      (http://www.elimparcial.com/EdicionEnLinea/Notas/Noticias/14072014/863558-Seguira-acueducto-no-habra-tandeos.html). 


Independientemente de las culpas y agandalle de la torpe administración estatal, Hermosillo requiere de agua para su vida cotidiana y su desarrollo no sólo económico sino social y político. Este aspecto pareció estar ausente en el dictamen del juez del sur del estado que conoció del asunto, como lo está en las acciones y recursos de que se han valido los señores agro-empresarios del sur del estado, quienes durante el bloqueo llevaban algún refrigerio a los yaquis que sostenían el punto, en la tardecita, cuando la temperatura permitía el paseo campestre y gozar del espectáculo sin tostarse la piel o deshidratarse, que para eso están los indios.

Por lo pronto, parece que los hermosillenses pueden seguir bañándose todos los días mientras se aclaran las cosas en forma definitiva y se da a cada quien lo que le corresponde en justicia.

Las razones jurídicas que pudieran asistir a una y otra parte deben subordinarse al interés general, al bien común. En ese sentido, llama la atención de que el conflicto se dejó correr sin que las autoridades competentes en materia hidrológica dijeran esta boca es mía. No recuerdo que se exhibiera algún estudio oficial que diera cuenta de la verdad técnica y jurídica relativa a los derechos de las partes implicadas, que considerara el lugar donde nace el caudal de agua, su recorrido y los derechos de los usuarios a lo largo de la cuenca hidrólogica correspondiente. Si el agua viene del norte, ¿qué pitos tocan los obregonenses en términos de jurisdicción?

Me parece que el engrudo hidráulico del acueducto, desde la perspectiva del origen y destino del agua, se hizo bolas por simple omisión de parte de la autoridad federal competente. En este caso, es claro que el interés de dotar de agua a Hermosillo no necesariamente fue correspondido por el gobierno federal ahora nuevamente en manos del PRI, como lo es el ayuntamiento de Cajeme. ¿Estará siendo la capital del estado víctima de una maniobra concertada para, por un lado, convencer a la ciudadanía de votar por el PAN, y por otra parte, para disuadirla de esto? ¿La ciudadanía de Hermosillo hace de jamón del sándwich preelectoral de cara al 2015?

¿Valdrá más el negocio de rentar tierras con agua abundante para los negocios de los agro-políticos de Cajeme que el sufrimiento de casi un millón de sonorenses? ¿Se sentirán muy satisfechos del triunfo los rentistas yaquis por las migajas que reciben a cambio del uso y abuso de sus recursos en casi toda la superficie agrícola del Valle? ¿Qué sentirán los arrendatarios que parasitan las tierras de los indígenas como si fueran sus legítimos propietarios? ¿El juez de la causa tomó en cuenta que el beneficio real no es para los yaquis sino para los agricultores blancos que gozan de tierras ajenas a cambio de un pago? ¿Por qué la apatía del gobierno en resolver con legalidad y justicia este problema social que reclama urgente solución?

Los hermosillenses son víctimas del fuego cruzado de dos facciones políticas que comparten ineptitud, codicia y falta de sentido social. Es el PRI y el PAN que se disputan los recursos públicos para fines privados. Es la increíble inmoralidad de usar el tema del agua para fines electorales, para el beneficio de una oligarquía sebosa y ridícula, contra el bienestar de los ciudadanos y el futuro de Sonora.

Ante estos despropósitos de profunda irresponsabilidad, cabe recordar que al acceso al agua es reconocido internacionalmente como  irrenunciable e imprescriptible, y tanto el gobierno local como el de la república tienen la obligación de hacerlo posible. En estas condiciones, Hermosillo no puede funcionar normalmente con la incertidumbre de que, mañana o pasado, alguien decidirá suspenderle el abasto del líquido.

Una situación así sería atípica, extrema y nada promisoria para nuestra vida social y productiva puesto que tendría las características de un desastre, y la ciudad estaría obligada a  responder a la emergencia mediante la acción pública y la organización ciudadana.  ¿A usted le extrañaría que se suspendieran todas las actividades públicas y privadas un día a la semana hasta que se logre la solución del problema? ¿Tendría inconveniente en manifestarse en defensa del agua que necesitamos? ¿Vería mal la exigencia de acciones concretas que apunten hacia la normalización inmediata de la vida cotidiana? ¿Estaría dispuesto a tomar las calles y bloquear la carretera para el logro de estos fines?  Difícilmente se pudiera decir que no.


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