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sábado, 30 de marzo de 2013

Semana Santa 2013 y otras pasiones

Apenas se hace uno a la idea y ya se fue la semana que la tradición llama Santa y el calendario cívico designa como vacaciones de primavera. Debo decir que la recibí con escepticismo, con una especie de roñosa desconfianza, porque intuía que detrás de la cara sonriente del asueto se escondía una garra feroz que tenía como prólogo esos días de holganza que desembocaban en una “quincena” larga y tortuosa que abarcaba tres semanas de gasto y desgaste de los menguados ingresos de un asalariado con título universitario. El zarpazo de los precios de lo que antes eran subsistencias populares invita a reconsiderar aquél curso de yoga que sonaba como ocioso divertimento, como fumarola mística y franca pérdida de tiempo, aunque, ahora, redimensionado por la necesidad de sacar provecho al organismo, se antoja atractivo por las posibilidades de consumir menos calorías y así abaratar los costos de una manutención cada vez más improbable.

Claro que la dieta es un primer elemento a considerar en eso del recorte al gasto. Desde luego que el consumo de carne y otros manjares antaño frecuentes en la mesa es importante por razones de cultura y costumbre, pero resulta que vienen  quedando en el cajón de los recuerdos agradables pero ahora como artículos prescindibles a los que debemos buscar defectos y racionalizar esa idea pavorosa de no consumirlos: la salud es lo primero y el colesterol mata, las grasas hacen engordar y las arterias se taponan, acarreando como consecuencia un infarto al miocardio que si no mata, te deja con secuelas insufribles que arruinan la vida, y que de cualquier manera acaba contigo.

La pérdida de la capacidad adquisitiva del salario, la inflación y el encarecimiento de los bienes de consumo, además el desabasto y la escasa variedad de los productos a la venta, sugieren adoptar una postura austera en el consumo y extremadamente vigilante del gasto, es decir, ahora parece obligado revisar y comparar los precios, organizar el menú diario, buscar ofertas de temporada, enterarse de la composición de los bienes que consumimos, buscar indicios de productos transgénicos, aprender de las bondades de las frutas y legumbres, saber qué beneficios tienen las hortalizas y armar platillos con un cierto atractivo que aporten nutrientes suficientes para poder conservar el alma pegada al espinazo.

Pero, bueno, si la dieta es un renglón ahora de moda en la reflexión cotidiana, lo atinente a la dinámica social también resulta interesante. ¿Qué va a pasar con lo del impuesto disfrazado a la tenencia de Padrés? ¿Qué hay del acueducto Independencia, al parecer inicialmente alimentado con agua de pozos? ¿Qué expectativas debemos tener respecto a la falta de recursos para la educación superior y la inminente huelga universitaria? ¿Podrá el gobierno aportar lo necesario para resolver el problema laboral de la UNISON? ¿Pueden y quieren las autoridades universitarias satisfacer las demandas de los trabajadores que simplemente ejercen sus derechos laborales? ¿Vendrán otros sacudones económicos que reacomoden nuestras miserias como deudores-consumidores? ¿La perversidad de los gasolinazos tendrá la compañía de tenencias disfrazadas y alzas en el agua y la luz? ¿La inflación seguirá por encima de los aumentos del salario real? ¿Acabaremos por acostumbrarnos a un régimen alimenticio que suponga aire, agua y grasa corporal en medio de los días de quincena?

Si los problemas de subsistencia son graves, es claro que la indignación va a subir a niveles probablemente audibles para el optimismo hecho gobierno que padece atrofia auditiva y miopía sexenal. Tan así es que las protestas prometen continuar viento en popa y los ánimos conservar su temperatura en punto de ebullición en cuanto se reanuden las actividades que ya nos cuestan sangre, sudor y lágrimas.

De cualquier manera, las notas vacacionales adornan las planas de los periódicos y cobran relevancia los personajes de la actividad comercial que se desarrolla a orillas del mar o la carretera, o las que dan alojamiento transitorio al que puede pagar un cuarto de hotel, sumadas a las ofertas de bebidas y comidas que se pintan de colores exóticos en escenarios terrestres o marinos, acompañados de las precauciones del caso: no beba alcohol más allá de su punto de aguante, no transite por estas vías más allá de las 7 de la tarde, vigile a los menores de edad que se encuentran en la playa, en caso de picadura de “aguamala”, lo mejor es el agua de mar y vinagre, si toma no maneje y no suba sus fotos de viaje a la red porque eso alerta a los malandros, entre otros avisos de ocasión.


Dice el Arzobispo de Hermosillo que son días de meditación, de reflexión profunda y amorosa. Tiene razón. La idea de expulsar a los mercaderes del templo hace mella en mi fuero interno, así como la de cumplir la ley y, por amor a mis semejantes, luchar porque la ciudad en la que nos tocó vivir sea un lugar de paz y de justicia. Pero como la paz por la casa empieza, habrá que esforzarse por mejorar las condiciones de vida de la familia, lo que obliga a apoyar la huelga universitaria, en caso de que esta estalle, en la medida de las posibilidades, así como estar con los llamados “malnacidos” y apoyar el rotundo no al alza de los impuestos. En efecto, el hombre de Nazaret frente al sistema no vino a traer la paz sino la guerra. Fue un revolucionario, un peligro para el sistema opresor. Por ello fue  tomado preso y crucificado, tras un juicio oral donde el juez prefirió cosechar simpatías en vez de administrar justicia. Así fue el sistema y así es hoy, pero el mañana está en nuestras manos como pueblo que aspira a ser libre. 

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