El gobierno de la república nos receta
una primicia edulcorante: EPN cumplió 100 días
al frente de la administración pública federal. Con el ánimo con que la
gallina anuncia la puesta de su primer huevo, los medios derraman las
bendiciones de los boletines de prensa y las promesas que podrán ser cumplidas
y copeteadas en este sexenio de estrellitas y sonrisas que pone a cuadro al ex
gobernador de Edomex y gentil gaviota.
Los aplausos anticipados por lo que
pudiera ser un lanzamiento glamoroso de los mil y un productos de la modernidad
en suelo totonaca, suenan en las graderías de las compañías trasnacionales, mientras
que los ciudadanos, expectantes,
aguardan alguna señal de que el espectáculo que se anuncia pudiera tratarse
de una broma siniestra que se lanza con retraso o, de plano, con demasiada
anticipación a la celebración gringa del Halloween. La transnacionalización de
sentido del humor es un elemento recurrente en el neoliberalismo de guarache
que fríe las neuronas nacionales desde la década de los 80.
En este contexto, la expresión
machaconamente pronunciada de “las reformas que el país necesita” adquiere la
categoría de mantra y poderosa expresión de las voluntades fondomonetaristas y que,
en boca de los nuevos próceres económicos, se proclama destino manifiesto
nacional, recogido y operativizado por los señores legisladores inspirados en
Miramón y Mejía, acogidos en las siglas del PRI, PAN, PRD, Panal y Verde
Ecologista (en lo sucesivo y para ahorrar espacio, simplemente Prian-plus).
Los 100 primeros días han sido
aplaudidos hasta la ignominia por el Prian-plus, a despecho de una ciudadanía
prófuga de las pantallas de Televisa que aún conserva su capacidad para
formular algunas preguntas acerca del producto que actualmente está en venta
sexenal: ¿necesitamos del capital extranjero para que Pemex funcione, siendo
una empresa internacionalmente reconocida como rentable? ¿Habiendo tan buenos
ingenieros petroleros mexicanos, requerimos la asistencia técnica foránea? Si
Pemex aporta el mayor monto de ingresos al erario, ¿por qué no se reinvierten
recursos en su modernización y ampliación? ¿Por qué no se construyen refinerías
para no tener que importar gasolinas? ¿Se resuelve el problema de la
inseguridad pública simplemente ignorando a los delincuentes? ¿Aumenta el
empleo mediante su precarización y fraccionamiento de la jornada? ¿Aumenta la
calidad de vida eliminando derechos laborales y prestaciones sociales? ¿Merecen
los jóvenes un empleo eventual o precario como destino laboral? ¿Tienen las
familias que vivir en el desamparo al carecer de seguridad social?
En medio del triunfalismo y el
ditirambo periodístico, es inevitable mencionar que EPN ha dedicado su tiempo a
hacer los viajes que el protocolo ha indicado, los discursos que la imagen
institucional ha sugerido y ha cumplido con el trámite soporífero de aparentar
el cumplimiento de las formalidades del cargo, además de generar simpáticas
anécdotas como la de desplegar la capacidad presidencial de dormitar en las
ceremonias luctuosas de Estado, como ocurrió en el funeral del Presidente Hugo
Chávez de Venezuela.
Como esta manifestación de somnolencia
tele-novelera hay otras igualmente simpáticas, como la confusa actitud de Peña
al momento de responder al saludo militar de la jerarquía castrense, o el aún
más revelador caso del saludo a la bandera en calidad de Jefe de Estado, con la
mano derecha cruzando el pecho, en vez del protocolario saludo militar que, por
excepción, corresponde a su investidura.
En lo que parece no haber confusión es
en dar cabal cumplimiento al guión neoliberal de impulsar “reformas”
constitucionales que bien pudieran haber quedado como simples adecuaciones a la
legislación secundaria, con lo que parece ser una escalada en los niveles de
dependencia nacional respecto a actores y factores de decisión extranjeros. La
desnacionalización de los activos y recursos iniciada en el salinato ahora
tiene un repunte dramático, lo que se ve agravado por una mayor desprotección
de los trabajadores mexicanos y sus familias.
En estas condiciones, el bienestar
económico y social de la nación no pasa de ser una broma macabra en boca de sus
principales depredadores. Urge, entonces, un replanteamiento de la resistencia
ciudadana y una revaloración de los niveles de aguante de una sociedad que ve
esfumarse su futuro independiente y soberano. Bien vale reflexionar sobre el
desastre económico y social de Europa y los estragos en la calidad de vida de
nuestros vecinos del norte, y persuadirse de que el problema está en el sistema
económico que los gobiernos neoliberales se empeñan en mantener. La pregunta
obligada es, ¿hasta cuándo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario