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domingo, 24 de marzo de 2013

100 días

El gobierno de la república nos receta una primicia edulcorante: EPN cumplió 100 días  al frente de la administración pública federal. Con el ánimo con que la gallina anuncia la puesta de su primer huevo, los medios derraman las bendiciones de los boletines de prensa y las promesas que podrán ser cumplidas y copeteadas en este sexenio de estrellitas y sonrisas que pone a cuadro al ex gobernador de Edomex y gentil gaviota. 

Los aplausos anticipados por lo que pudiera ser un lanzamiento glamoroso de los mil y un productos de la modernidad en suelo totonaca, suenan en las graderías de las compañías trasnacionales, mientras que los ciudadanos, expectantes,  aguardan alguna señal de que el espectáculo que se anuncia pudiera tratarse de una broma siniestra que se lanza con retraso o, de plano, con demasiada anticipación a la celebración gringa del Halloween. La transnacionalización de sentido del humor es un elemento recurrente en el neoliberalismo de guarache que fríe las neuronas nacionales desde la década de los 80.

En este contexto, la expresión machaconamente pronunciada de “las reformas que el país necesita” adquiere la categoría de mantra y poderosa expresión de las voluntades fondomonetaristas y que, en boca de los nuevos próceres económicos, se proclama destino manifiesto nacional, recogido y operativizado por los señores legisladores inspirados en Miramón y Mejía, acogidos en las siglas del PRI, PAN, PRD, Panal y Verde Ecologista (en lo sucesivo y para ahorrar espacio, simplemente Prian-plus).   

Los 100 primeros días han sido aplaudidos hasta la ignominia por el Prian-plus, a despecho de una ciudadanía prófuga de las pantallas de Televisa que aún conserva su capacidad para formular algunas preguntas acerca del producto que actualmente está en venta sexenal: ¿necesitamos del capital extranjero para que Pemex funcione, siendo una empresa internacionalmente reconocida como rentable? ¿Habiendo tan buenos ingenieros petroleros mexicanos, requerimos la asistencia técnica foránea? Si Pemex aporta el mayor monto de ingresos al erario, ¿por qué no se reinvierten recursos en su modernización y ampliación? ¿Por qué no se construyen refinerías para no tener que importar gasolinas? ¿Se resuelve el problema de la inseguridad pública simplemente ignorando a los delincuentes? ¿Aumenta el empleo mediante su precarización y fraccionamiento de la jornada? ¿Aumenta la calidad de vida eliminando derechos laborales y prestaciones sociales? ¿Merecen los jóvenes un empleo eventual o precario como destino laboral? ¿Tienen las familias que vivir en el desamparo al carecer de seguridad social?

En medio del triunfalismo y el ditirambo periodístico, es inevitable mencionar que EPN ha dedicado su tiempo a hacer los viajes que el protocolo ha indicado, los discursos que la imagen institucional ha sugerido y ha cumplido con el trámite soporífero de aparentar el cumplimiento de las formalidades del cargo, además de generar simpáticas anécdotas como la de desplegar la capacidad presidencial de dormitar en las ceremonias luctuosas de Estado, como ocurrió en el funeral del Presidente Hugo Chávez de Venezuela.

Como esta manifestación de somnolencia tele-novelera hay otras igualmente simpáticas, como la confusa actitud de Peña al momento de responder al saludo militar de la jerarquía castrense, o el aún más revelador caso del saludo a la bandera en calidad de Jefe de Estado, con la mano derecha cruzando el pecho, en vez del protocolario saludo militar que, por excepción, corresponde a su investidura.

En lo que parece no haber confusión es en dar cabal cumplimiento al guión neoliberal de impulsar “reformas” constitucionales que bien pudieran haber quedado como simples adecuaciones a la legislación secundaria, con lo que parece ser una escalada en los niveles de dependencia nacional respecto a actores y factores de decisión extranjeros. La desnacionalización de los activos y recursos iniciada en el salinato ahora tiene un repunte dramático, lo que se ve agravado por una mayor desprotección de los trabajadores mexicanos y sus familias.


En estas condiciones, el bienestar económico y social de la nación no pasa de ser una broma macabra en boca de sus principales depredadores. Urge, entonces, un replanteamiento de la resistencia ciudadana y una revaloración de los niveles de aguante de una sociedad que ve esfumarse su futuro independiente y soberano. Bien vale reflexionar sobre el desastre económico y social de Europa y los estragos en la calidad de vida de nuestros vecinos del norte, y persuadirse de que el problema está en el sistema económico que los gobiernos neoliberales se empeñan en mantener. La pregunta obligada es, ¿hasta cuándo?

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