Una costumbre inexplicable es la de
lanzar las campanas de los medios de comunicación al vuelo con frecuencia pasmosa desde que el
funcionario con bigote mejor recortado del estado tomo posesión de su cargo.
¿Para qué el aire festivo y triunfalista de lo que es, simplemente, el posible
cumplimiento de las obligaciones que la Constitución señala como propias del
gobernante? ¿Para qué desplegar los medios informativos en una campaña que
parece dedicada a magnificar hechos y personas? ¿Tiene sentido contradecir con
los hechos una política de austeridad que sólo se ve en el papel? Pienso que
no. La cotidianidad sonorense permite suponer que este gobierno es de mucho
ruido y pocas nueces.
Antes que animarlos las obras y
acciones constructivas en bien de la paz social y la armonía entre los diversos
sectores, la sombra de la incredulidad y desconfianza se cierne sobre los
cariacontecidos votantes que creyeron en “el cambio” o, de plano, se fueron con
la finta mercadotécnica que, como ya es costumbre, da gato por liebre en las
lides electorales donde la base es el dinero disponible para hacer campaña. No
es raro que grupos sociales se queden con las ganas de un diálogo franco y
confiable con el gobernador, porque la experiencia reciente justifica la
expresión de que “nos vieron la cara”.
Así, los “malnacidos” y otros
opositores al alza de impuestos, quedan persuadidos de la inutilidad de las
promesas de campaña y la necesidad de buscar alternativas de organización ante
la cerrazón del Ejecutivo. Hasta el mismo Congreso se encuentra en estado de
semi-parálisis presupuestal, corriendo el riesgo de eventualmente carecer de los servicios de agua y electricidad
necesarios para su operación. Ante el deterioro de las instituciones de la
democracia sonorense, el gobernador insiste en que aquí no se dará “ni un paso
atrás”.
El descuido o el desaseo oficial en
aspectos esenciales apenas se ven compensado con una especie de populismo de
derecha desmañado y cursi, de ahí que el “gober” se complazca en acudir a
espacios universitarios a “entregar becas” y hacer de conferencista ante
auditorios obligadamente respetuosos. El placeo postelectoral, que incluye
barrios y colonias, sólo puede indicar la apremiante necesidad de aparecer como
solucionador de problemas, como actor de cambios positivos, como el que puede
hacer cosas, lo cual es triste y entraña una profunda soledad gubernativa que
en términos coloquiales puede expresarse como que se quedó “colgado de la
brocha”. La apariencia le quiere ganar a la realidad con un elemento a su
favor: la publicidad y escenografías que convierten en circo la acción pública.
Gobernar desde las portadas de los
periódicos o las pantallas de televisión es hacerlo desde la mentira y la
manipulación. Una imagen dice más que mil palabras, siempre y cuando quien la
vea esté informado del contexto, las condiciones, la validez y la pertinencia de la acción que se muestra;
en caso contrario, la ignorancia o la parcialidad del que juzga sólo puede
producir una cadena de errores que pasan por la desinformación y llegan a la
pérdida de espacios democráticos al deformar la conciencia ciudadana. Quizá por
eso en el mundo democrático se exige la transparencia y veracidad en las
acciones y declaraciones de los funcionarios. En el caso que nos ocupa, es notoria
la opacidad y simulación con que se manejan los asuntos públicos, lo que nos
lleva a considerar que tenemos un gobierno que funciona como si fuera una
empresa familiar dirigida arbitraria e irresponsablemente. Por desgracia, el
“Nuevo Sonora” resulta abrumadoramente errático y deficiente.
Mientras que se impulsan obras como la
del acueducto, también aparecen decisiones como la de cobrar impuestos nuevos o
disfrazados, aumentando la carga tributaria de los ciudadanos que, por las
condiciones estatales y nacionales, están muchos al borde de un ataque de
insolvencia. Lo positivo que pudiera tener la obra hidráulica contrasta con lo
negativo de una carga impositiva torpemente manejada.
Por si fuera poco, se acercan fechas
fatales para el posible desencadenamiento de conflictos ligados al presupuesto:
el emplazamiento a huelga en la Universidad de Sonora, pero ejemplo. De
entrada, nadie puede decir que las demandas de los universitarios sean
injustas, aunque par su satisfacción debe existir un verdadero ánimo de
resolver el pliego petitorio, tanto por parte del gobierno como por la
administración universitaria, ya que por el lado sindical la sociedad sonorense
tiene muestras de que existe buena voluntad y seriedad en las decisiones. Los
sindicatos universitarios han dado repetidas muestras de madurez y compromiso,
sólo falta que las autoridades estatales y universitarias actúen con la misma
responsabilidad y buena voluntad, en estricta reciprocidad con su contraparte.
La moneda está en el aire y la frivolidad sale sobrando.
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