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sábado, 15 de enero de 2011

El reporte

La afanosa ama de casa termina de planchar su oreja al insistir, como sólo lo saben hacer los integrantes de una ciudadanía tercermundista y tercerizada, ser atendida por la oficina de la paramunicipal Agua de Hermosillo. La música que ponen en la espera llena las neuronas y termina por desbordar la paciencia y la mesura de la usuaria petrificada telefónicamente. Finalmente, con voz cargada de somnolencia inercial, la empleada atiende. La explicación incluye el número de folio que se asigna para el seguimiento del problema, que se reduce a lo siguiente: “no tenemos agua… desde hace tres días y quedaron de investigar la causa”. “No, los vecinos tampoco tienen agua.” “Que le iban a preguntar al jefe… porque no había reportes del caso.”



Las orillas del tercer mundo
 La dependencia municipal insiste en que no hay reportes de la falta de agua en el centro de Hermosillo, mientras los vecinos bailan al son de la música de espera que les dedica la paramunicipal cuando infructuosamente tratan de hablar con alguien que sepa el por qué y el hasta cuándo de la falta de agua potable cuando no de la bajísima presión que es, por sí sola, un impedimento para el llenado de tinacos y la vuelta a la normalidad de la vida familiar.

Con la autoestima hasta los suelos, la ciudadana que piensa que la comunicación aún tiene sentido, entiende la importancia del reporte oficial y el misterio de su ausencia crece en la medida en que los vecinos llaman y exponen su problema. No hay agua en el centro de la ciudad capital de Sonora, estado que insiste en su atractivo para las inversiones y en la vecindad negociable con Arizona, meca de las frustraciones migrantes de muchos nacionales y extranjeros que pasan como pueden en pos del “sueño americano”.

La relación con los vecinos “del otro lado” que se define como ejercicios sadomasoquistas bilingües focalizados en el shopping y en el extranjerismo como forma de expiación de los pecados de una mexicanidad mal asumida, es retomada coyunturalmente por los legisladores locales bajo el estímulo de las declaraciones del gobernador panista Padrés Elías, que se pone a las órdenes arizonenses para lo que gusten mandar en materia de seguridad y comercio, demostrando gráficamente la permanencia de la hemoglobina de los Miramón y los Mejía en el torrente del empresariado político sonorense.


¿Buena vecindad?
 La ley SB1070 de Arizona mereció el repudio de propios y extraños, lo que llevó a la suspensión de las reuniones de la Comisión Sonora-Arizona, mamotreto mediático, pernicioso e inútil que producía una nauseabunda sensación de dependencia disfrazada de buena vecindad transfronteriza y escenario de la exhibición de los complejos de los representantes nacionales ante la displicencia gringa, que llevó a declaraciones tan desproporcionadas como aquella que declaraba a Guaymas “puerto comercial de Arizona”, como si México no tuviera la experiencia de la siempre inequitativa relación con EEUU y el robo de casi el 50 por ciento del territorio nacional en el siglo XIX.

Llama la atención que los temas que se sugieren van más de la mano de las expectativas gringas de que México le sirva de traspatio seguro y tapón oficioso de los flujos migratorios ilegales que fluyen hacia el norte gracias a la miseria que el sistema económico y político que Washington impone, por vía de la coacción y la amenaza a los países formalmente soberanos de la periferia.

Los acontecimientos de Arizona, como manzana fronteriza podrida por el odio racista, parecen obrar a favor de una mayor vigilancia fronteriza, con lo que se justifica un tanto la rigidez del trato a la ilegalidad de los migrantes y su exclusión de la protección que da la ciudadanía a sus hijos. La pobreza, en Arizona, se condena por razones claramente opuestas al humanitarismo que, en primera instancia, debiera respetar la dignidad del otro. Sin duda alguna, son muchos los ciudadanos arizonenses decentes y cuentan con representantes conscientes y respetables, pero la relación fronteriza debe pasar primero por los intereses nacionales mexicanos, antes de dar el paso de reunirse y acordar temas que, de acuerdo con nuestras leyes, no constituyan cesión de soberanía ni ventajas injustificadas para el extranjero.


Servicio eventual de chorritos
 Pero, volviendo al tema del agua, el reporte, o su ausencia, tienen el mismo efecto placebo que surge como política alternativa al cumplimiento de los deberes municipales. La explicación de lo que ocurre puede ser buena, válida y creíble, pero la realidad empaña la buena voluntad ciudadana, y el servicio de agua potable (sic) brilla por su ausencia, porque para serlo requiere proporcionarse con cobertura total y en forma permanente y continua, y en Hermosillo no reúne estas características, salvo que nos refiramos a las promesas, explicaciones y evasiones.

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