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sábado, 4 de septiembre de 2010

Adiós a Dehesa

Pues, qué le voy a contar que usted no sepa: la Columna del Ángel dejó de publicarse por causa de fuerza mayor; el teatro dejó de tener un dramaturgo que, entre complicaciones y soluciones lúdicas, pintara de colores nacionales la tragicomedia de la política, la familia, los gozos y delirios de la nacionalidad, el atuendo a prueba de balas del optimismo regional y la impudicia de ser ciudadano en tiempos del cólera electoral.


Germán Dehesa cayó, el jueves 2 de septiembre de 2010, víctima de una enfermedad incurable, de proceso irreversible, de pronóstico reservado y públicamente expuesto como tema de un último artículo periodístico que, en tono coloquial, puso a sus lectores en la antesala del médico, a la espera de un pronóstico que fue, con celeridad ajena a los propósitos burocráticos, la crónica de una muerte anunciada. El “a finales de año” pasó a ser una fecha que, de tan próxima, pareciera apenas llegar a su fatal cumplimiento. La prueba más tangible es la sorpresa de lectores y comentaristas y, desde luego, el oportunismo de la mediocridad hecha gobierno.

Tan es así que los propios y los extraños dieron en picar algo de la piedra de una cantera inagotable: el estupor políticamente correcto ante la muerte de un hombre que compartió con muchos sus gozos, penas y sofocos en el trato familiar con la Hilary, el Bucles y la pequeña Carlos, así como la tersura de un discurso que pasaba por intrascendente y, en el fondo, contrabandeaba crítica política y un catálogo costumbrista que documenta la esencia enana del mexicano medio en la era del neoliberalismo de guarache.

En Dehesa encontramos hilvanada una crítica a la prosaica naturaleza del mexicano auto flagelado, a la complacencia anodina del hombre centrado en su entorno inmediato, a la virtud del hombre de familia en medio de un entorno que la degrada cuando no la destruye. Si el ejercicio de la resistencia pasiva pasa inadvertido, no lo hace el sentido del humor con que se viste para presentarse en sociedad y convivir en una relación con el extraño gusto de lo incompatible.

Su prosa es ligera, con un gusto que sabe a teatralidad apenas bosquejada en el logro de una frase, una anécdota, y una queja, de manera que puede dejarse de leer pero no de disfrutar en la fugacidad del microcosmos que se auto replica sin dejar de ser diverso.

De la vida y la obra de Dehesa usted seguramente ya está enterado. La prensa ha dado cuenta de sus logros, de su paso por la UNAM, de su afición por los Pumas, del camino recorrido por teatros y cabinas de radio, estudios televisivos, aulas universitarias, gabinete de escritor y redacciones periodísticas. La obra queda escrita, encuadernada, hecha obra de teatro, diálogo sabroso, columna periodística cotidiana.

Mientras tanto, seguimos con nuestra propia vida y sus milagros, acumulando intrascendencias, girones de vida que, a diferencia de la de Dehesa, quizá pasarán a la zona de sombra sin el auxilio de alguna linterna cuya flama se alimentó por cientos de páginas que cayeron en cascada desde lo alto de la Columna del Ángel, ombligo de México, referencia obligada de una urbe en estado de estupefacción constante.

Y usted ¿qué cara puso ayer?

1 comentario:

armandoor dijo...

Bien amigo es lo mínimo que podemos hacer como recuerdo y homenaje a un escritor honesto.saludos