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miércoles, 5 de noviembre de 2008

Obama



Se confirma el triunfo de Barak Obama, afroamericano hijo de inmigrante keniata. El grito de capaña fue Change! (cambio) que permite suponer que el del presidente número 44 de Estados Unidos será el gobierno del cambio.


Si como en México, la gente votó por el cambio, debiera concederse que en realidad lo hizo por hartazgo de una política y un partido que había fallado a las expectativas de bienestar de la gente común, la que va a la guerra a defender alguna abstracción como la democracia y la libertad, como es entendida en USA, y que sirve de carne de cañón para satisfacer los pujos imperiales de un gobierno genocida.


Cuando en México se votó por Vicente Fox, inaugurando el "gobierno del cambio", lo atípico del presidente electo se volcó pronto en las páginas de los periódicos como una comedia de enredo, una burla permanente a la investidura presidencial y un océano de insatisfacción, aparejada a una de las más grandes escaladas de violencia y corrupción de que se tenga memoria. Hoy con su sucesor Calderón, la violencia recorre territorios ignotos e, imparable, se erige norma y estilo de vida.


Barak Obama, el hijo de inmigrante negro, ofrece otra imagen en un contexto en el que el racismo y la discriminación han sido estilo de vida, norma que excluye y que constituye destino. Un afroamericano demócrata que parece tener la intención de corregir el rumbo, de hacer el gobierno del cambio, en un país caracterizado por la rapiña imperial contra Latinoamérica y otras regiones; un país que impone su idea de democracia a costa de la destrucción de cultura e identidad, de manipular la beneficencia a cambio de apoderarse de las riquezas presentes y futuras de otras naciones; un país que corrompe sistemáticamente a los politicos y empresarios propios y extraños, cerrando el círculo de la dominación mundial, capaz de arrastrar al mundo a las profundidades de su propia crisis.


Si bien es cierto que la victoria de Obama contra el republicano McCain es importante, debe considerarse solamente como una cuestión de matiz: de la negrura de la política republicana a los tonos de gris de los demócratas, respecto a la forma de administrar el imperialismo en el sufrido planeta en que vivimos. Bienvenido Barak Obama, por oposición a la basofia republicana, aunque, después de todo, Obama es gringo y defenderá los intereses del país-pesadilla que tenemos por vecino.

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