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lunes, 19 de diciembre de 2016

Hablemos de justicia y dignidad

En la mayor parte de los hombres, el amor a la justicia no es más que el dolor de la injusticia” (La Rochefoucauld).

El año cierra con las más claras evidencias de que la economía nacional simplemente no avanza. Los años transcurridos desde las esperanzadoras afirmaciones de una voluntad primermundista, que abrió la economía a las importaciones dejando de lado la producción nacional, ahora pasan a ser la confirmación de que la demagogia es como escupir para arriba, con el inconveniente de que lo arrojado se regresa con intereses. Ahora tenemos en la mera jeta tasas misérrimas de crecimiento y pronósticos que sólo pueden ir a la baja: cualquier cifra menor a 2 por ciento es segura. Asimismo, la dependencia de la economía del vecino se pone en evidencia a cada paso, ronda el 80 por ciento, con lo que dejamos de ser propiamente un país soberano en lo económico, financiero, y político.

Algunos funcionarios apegados a la institucionalidad sexenal, piensan que la cercanía con EE.UU. nos hace fuertes y que es buena idea operar reformas e impulsar iniciativas que estrechen las relaciones e interacciones fronterizas, al punto de convertir nuestros intereses en una versión nopalera de lo que se proyecta en las oficinas ejecutivas de Arizona, Nuevo México u otra entidad gringa con pujos internacionales o, más bien, con ánimos de ampliar y remodelar su patio trasero. No cabe duda de que los hilos de la dependencia se tejen por manos nacionales, lo que garantiza que quienes luchen por los intereses domésticos pasen por necios y amargados que no hay que ni ver, ni oír ni mucho menos considerar como interlocutores válidos en lo que pudiera ser un más que urgente diálogo que replantee el destino de nuestra economía y las respuestas a las nuevas realidades.

En este contexto, la carrera por liquidar el patrimonio nacional por vía de las concesiones, licitaciones, desincorporaciones, cambios de estado jurídico, entre otras medidas tóxicas para el dominio y la soberanía, se ve un tanto aderezada gracias a las noticias que el gobierno genera y medios de comunicación transmiten. Al respecto, mientras el jolgorio declarativo oficial lanza cohetes y luces de bengala por los “éxitos” de la reforma energética, las gasolinas suben y hay la amenaza de desabasto, gracias a la insolvencia programada de Pémex y la necesidad de abrir espacios a las empresas extranjeras “que sí confían en México para invertir”. En el mismo sentido, se declara la voluntad de proteger la biodiversidad, pero se presiona por abrir la participación de la iniciativa privada, tan afecta en emprender proyectos turísticos e inmobiliarios en áreas ecológicamente sensibles; también se habla de la independencia alimentaria mientras se asfixia a los productores rurales que luchan por subsistir frente a las trasnacionales que cuentan con parientes, compadres, cuates e intereses compartidos tanto en el propio ejecutivo federal como en el congreso.

Por si no fuera poco, la élite burocrática y política nacional se regala con liquidaciones millonarias cada vez que cambian de chamba o dejan por razones de conveniencia el empleo. Lo mismo ocurre con los sueldos y pensiones. El dinero parece sobrar para un sector minoritario de la sociedad, mientras que se regatea el monto de los salarios profesionales y las prestaciones para el ciudadano de a pie.

Escuelas, universidades, hospitales, empleo y salarios sufren las consecuencias de los recortes presupuestales, sin respeto a lo que en cualquier país civilizado se considera prioritario. La seguridad pública hace de caja de resonancia de una política de ahorro que, para todos los efectos, es onerosa para la integridad y seguridad nacional. Es un absurdo pretender contener la delincuencia si se generan las condiciones para que esta prospere: la inseguridad pública es consecuencia directa de la falta de oportunidades laborales, la precariedad del empleo y los bajos salarios.

Se sabe que cada gobernador se las ingenia para acaparar terrenos y convertirse en propietario de áreas que eventualmente alcanzarán altos precios de mercado, propiciando un crecimiento deforme y problemático en las ciudades, a la par que provocando serias confrontaciones sociales que son sofocadas por cuerpos para-policiales o la misma fuerza pública, llegado el caso. En este asunto, es imposible no mencionar lo que ocurre en los terrenos del vaso de la presa A. L. Rodríguez, y el escandaloso desvío del cauce del Río San Miguel, así como su permanente despojo a plena luz del día.


Así las cosas, mientras los ciudadanos son víctimas del despojo, los altos impuestos y tarifas, el desempleo y los salarios precarios, la clase política de temporal cosecha aplausos y notas periodísticas al inaugurar algún cascarón simbólico, alguna obra inconclusa, visitar colonias populares llevando ofrendas de baratijas que son fotogénicas, pero que en nada cambian la indefensión y el abandono de una población que sólo necesita respeto, atención y soluciones dignas de quienes por mandato legal están obligados a proporcionarlas.

Seguramente ésta será una feliz navidad, ya que en términos relativos el año que se aproxima será de mayores estrecheces, multas y castigo al erario municipal y estatal. En este sentido, mañana tendremos menos que hoy. Disfrutemos el momento, mientras tengamos la capacidad de hacerlo. El aguante no es para siempre…


Un saludo a Rosa Delia Coronado, esforzada luchadora por la legalidad y el respeto; y a todos aquellos ciudadanos que, como ella, cada día se levantan a ejercitar, desde temprano, su dignidad y autoestima. Ánimo y adelante.

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