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sábado, 6 de agosto de 2016

Dos años y contando...

                                                         “La naturaleza provee tanto como exige” (Seneca).

El 6 de agosto, pero de 2014, fue la fecha de defunción de la productividad, la salud y el bienestar de los habitantes de los municipios de Ures, Baviácora, Aconchi, San Felipe de Jesús, Huépac, Banámichi y Arizpe. Los pueblos ribereños sufrieron el impacto de una inopinada y masiva contaminación debida al criminal desinterés de Grupo México por la seguridad industrial y la salud tanto de sus trabajadores como de los habitantes de la región. A estas alturas, hay muchas y valiosas descripciones de los daños sufridos por personas, animales, plantas y ambiente en general, documentándose que también en el sector norte de Hermosillo ya se resienten los efectos del agua contaminada con metales pesados.

Para muchos ciudadanos se siente lejana, quizá indignante pero anecdótica, la historia del fin de la normalidad cotidiana de más de 25 mil sonorenses. Parece que no nos involucra, que no nos afecta realmente a pesar de que la prensa nos informa cada tanto sobre el número de personas que enfermaron de su piel, hígado, páncreas, tiroides, o que padecen cáncer u otros estragos de un envenenamiento que los hace perder vitalidad hasta llegar a sucumbir a los efectos del agua contaminada.

Sabemos que las actividades agropecuarias tradicionales de los pueblos ribereños ya no se pueden realizar y están siendo limitadas porque el agua y el suelo están envenenados; queda claro que las noticias emitidas por el gobierno federal y estatal minimizando los daños no pueden ocultar, a estas alturas, una obscena trama de complicidades y corruptelas; es claro que a pesar de las palabras de los funcionarios la justicia está muy lejos de ser efectiva y expedita en el caso del Río Sonora y Bacanuchi.

Estamos informados de que el agua que se surte no es segura para la salud y que esto ha obligado a las familias a comprar garrafones para cubrir a medias sus necesidades diarias, y que las promesas de remediación e instalación de unidades de salud han quedado en el aire, como un elemento más de contaminación por razones de complicidades y corrupción. Sabemos que, incluso, han intervenido grupos de voluntarios extranjeros, que han dado testimonio de la gravedad del daño en salud, y por la parte económica, para nadie es novedad que no ha mejorado la situación patrimonial y la calidad de vida de los afectados.

Cada cierto tiempo salen funcionarios a declarar “resuelto” el problema enorme que aqueja a los productores, a sus familias, a sus comunidades, y la sensación de abandono crece cada día sin remedio ni descanso.

La tragedia ecológica se ha convertido en tema de participación temporal de oportunismo académico que busca rentabilizar el drama en forma de proyectos “de investigación”, o por el lado político, de causa ciudadana que se manosea por razones de protagonismo e interés electoral de coyuntura; pero no ha logrado aglutinar a las grandes mayorías ciudadanas que debieran indignarse y organizarse solidariamente contra la inacción y demagogia gubernamental y la criminal presencia de Grupo México en nuestra entidad.

Hasta ahora, solamente un pequeño grupo de personas ha abordado el problema con seriedad y credibilidad desde la perspectiva de la ciencia, desde una visión humanista de la acción sindical, o desde la óptica de la solidaridad ciudadana. Parece mentira que siendo tan grave el problema sea tan indiferente la reacción social y tan ofensivamente distante el involucramiento gubernamental en acciones que realmente sirvan de algo.

Siendo que el sector norte de Hermosillo está amenazado por las aguas contaminadas, resultan increíbles las torpes y absurdas declaraciones de funcionarios que pretenden minimizar la percepción del problema, como si el ocultamiento de información esencial para tomar las decisiones y acciones del caso tuviera el poder de evitarnos un verdadero desastre urbano en salud.


Al parecer, lleva razón quien dice que nuestra indiferencia y mezquindad hacen posible el abuso y la corrupción en todas las esferas de la vida nacional y local. ¿Cuándo será cómodo apoyar a los sonorenses afectados y protestar enérgica y permanentemente contra la viciosa voracidad de Grupo México y la apatía y complicidad de las autoridades “competentes” en el nivel nacional y local? ¿Es necesario que un tribunal extranjero tenga que intervenir y exija la información puntual del desastre? ¿Cuándo decidirá el poder ejecutivo y el legislativo plantar cara a Germán Larrea por los delitos contra el ambiente y la salud de las comunidades afectadas? ¿De qué estamos hechos?

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