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martes, 6 de enero de 2015

Relámpagos de enero

El año que inicia merece la desconfiada bienvenida de muchos, aunque también la esperanzada salutación de algunos. El resto bien puede permanecer impávido ante la fatalidad del hecho, sabedores de que la sucesión obligada de los días nos hará llegar al puerto de lo previsible. En este caso, un nuevo año de promesas y amenazas, como también de indignación ciudadana y mentadas de madre lanzadas con cada vez mejor puntería en el campo de tiro político nacional.

El ciudadano mexicano común ya empieza a ver tras las sonrisas plastificadas de los promocionales oficiales, tras los gestos de convicción patriótica sostenidos con Botox, y alcanza a penetrar más allá de la firmeza conceptual, obra del viagra del poder centralmente ejercido y debidamente patrocinado por las cuotas transexenales de las empresas de calado internacional, para mirar con renovado asombro cuánto ha crecido el gusano barrenador del neoliberalismo nopalero mexicano.

En la medida que sus ojos se acostumbran a la perversidad, puede notar las sutiles aristas de la mentalidad que, huyendo de la razón y el decoro, logró sobrevivir sin oxígeno en las aguas putrefactas de un sistema diseñado para matar y confundir. Así, la ruina nacional no será ni producto del azar ni terrible maldición gitana, sino que tendrá las credenciales actualizadas y con plena vigencia por el 2015 de un gobierno que actúa como chivo en cristalería.

¿Qué son, por ejemplo, los asesinatos de Tlatlaya, el derrame tóxico de Sonora y la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa, para la suave y exitosa marcha de la república redimensionada a colonia de explotación trasnacional bajo la égida de EE.UU.? Como dijo el Primer Copete de la nación, habrá de superarse el trauma viendo hacia la luz de una nación abierta a las inversiones extranjeras y colaboradora en eso de la seguridad imperial. El terrorismo, si es de Estado, es una forma acentuada del ejercicio de la fuerza por quien tiene el derecho. Los ciudadanos y sus formas de organización están bajo la sospecha de que lo que ejercen es cosa de “revoltosos” y por eso deben ser reprimidos en salud, aunque el mensaje presidencial llame a la unidad entre izquierdos o derechos, chaparros y altos, delgados y gordos, en aras de volver a las tersas prácticas del aborregamiento colectivo (http://www.sinembargo.mx/31-12-2014/1205223).


En su infinita sabiduría, el supremo gobierno alecciona, ilustra y establece que la paz social y el progreso de México dependen del grado de manipulación que tenga esa masa informe llamada sociedad civil, y que la auténtica ciudadanía se manifiesta y demuestra con el resignado talante del guajolote en vísperas de la cena decembrina. La fortaleza y el carácter se demuestran, según esto, cuando se carece de estos dos atributos y, al mismo tiempo, todos se unen en torno al televisor-oráculo que marca las horas y los días en que el ciudadano promedio renuncia a su calidad de actor político crítico y propositivo. La tele es, sin duda, el mejor remedio para los miles sociales y económicos del país, por eso se regalan millones de pantallas por parte del gobierno. ¿Cómo privar al ciudadano del mensaje de Televisa o TV Azteca? ¿Cómo no impedir el colapso mental del telespectador al no tener acceso pronto y expedito del enervante telenovelero o futbolero? ¿Qué clase de país y de ciudadanía tendríamos si se privara de su dosis diaria de telebasura?

El 2015 oficial nos convoca a domesticar la disidencia, a disolver la protesta, a trivializar el drama económico nacional. Los agravios sufridos son materia de olvido. Hay que superarlos.

¿De qué sirve el esfuerzo oficial por la apertura comercial y política con el extranjero, si se tiene una población aun anclada en el nacionalismo? ¿Cuál es la utilidad de vender al país a precios de remate, si existen grupos de ciudadanos con reclamos patrimoniales históricos y colectivos? ¿Para qué sirve reformar la Constitución en materia económica y de seguridad, así como en la distribución de competencias entre gobierno federal, estados y municipios, si hay voces que señalan la centralización de la política y la administración pública como la negación del federalismo y la reducción de las libertades ciudadanas?

La excitativa presidencia puede tener por base las siguientes interrogantes: ¿Por qué la gente no entiende cómo siendo país petrolero somos importadores de gasolinas cuyo precio ya es superior al de las comercializadas en Estados Unidos, pero que esto nos convierte en buenos vecinos y clientes comerciales del país del norte? ¿Cómo es posible que el ciudadano común no celebre el éxito de los políticos y sus familias, capaces de poseer residencias valuadas en millones de dólares y autos de precio inalcanzable? ¿Qué mala entraña revelan los habitantes que protestan por unos cuantas decenas de miles de muertos y desaparecidos, siendo que México hoy navega en aguas de la modernidad y la competitividad? ¿Que acaso no somos la envidia de muchos al tener una primera dama salida de las pantalla de la televisión? ¿No nos convence el hecho de que el presidente es joven y guapo, y no cuente con documentos que prueben su paso por la universidad? ¿Acaso no recordamos que Televisa en voz de Adela Micha aclaró que leer libros no era necesario para gobernar? ¿Por qué tanta codicia si con $70.10 pesos diarios sobra y basta para vivir, según ha puntualizado el gobierno en los pronunciamientos de Rosario Robles, secretaria de Desarrollo Social? Además, la eliminación de los subsidios significa acercarnos a la realidad económica de acuerdo con las leyes del mercado, según la interpretación lineal del gobierno, que seguramente encontrará alguna ventaja en el hecho de que nuestro salario es 10 veces inferior al de EE.UU. y nuestras gasolina Magna es 56 por ciento más cara que la de ellos.


En fin, en el 2015 en curso tendremos aumento de precios en los bienes y servicios, un salario que sigue perdiendo capacidad adquisitiva, la criminalización de la protesta ciudadana, una mayor injerencia extranjera en la economía y la política; creciente deterioro de las instituciones públicas y los órganos “ciudadanos” en materia electoral y una mayor centralización de funciones antes a cargo de los estados y municipios, como la seguridad pública, la educación y la salud, y nuevos y emocionantes casos de impunidad que se sumarán a los anteriores. ¿Usted duda que se esté moviendo a México? 

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