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miércoles, 24 de septiembre de 2014

Llueve sobre mojado

Con las recientes lluvias y el paso de tormentas y huracanes por las costas mexicanas del noroeste, queda claro que el país, y más concretamente la región noroeste, no está para esos trotes. El agua reveló deficiencias, dejadeces, ineptitud, complicidades y manoteo de recursos a la sombra del poder.

Destaca, desde luego, la tragedia ambiental provocada por el criminal derrame de un reservorio tóxico administrado por Grupo México, al que siguen otros derrames que hasta ahora merecen atención periodística marginal, debido a que aún no han impactado en forma tan espectacular como el primero a los habitantes del río de Sonora y Bacanuchi.

Las autoridades han sido ambiguas en sus demostraciones de competencia, ya que ha habido más palabras que acciones en poner orden en el tiradero que hizo Buenavista del Cobre. Por una parte queda claro que el contenido del derrame es tóxico porque nadie puede asegurar que el ácido vertido sea bueno para la salud, y menos los metales pesados que son arrastrados por la corriente y que se depositan en el fondo del río, algunos de ellos comprobadamente cancerígenos, otros causantes de graves daños en riñones, hígado, piel, entre otros.

A las tímidas acciones del gobierno se añaden las declaraciones, jaloneos y pifias del gobierno local, víctima de una situación que no se había presentado en la historia sonorense: un mandatario asediado por los pleitos políticos y legales derivados de la disposición del agua, para algunos indebida y para otros necesaria, como es el caso del Acueducto Independencia. Le confieso que en mi caso particular de opinante sin compromisos ni ligas políticas con nadie, es decir independiente, cualquier cosa que se emprenda para garantizar la disponibilidad de agua todos los días y las 24 horas del día, para una comunidad como la hermosillense, merece apoyo, desde luego sujeto a la realidad y al marco que proporcionan las leyes vigentes.

Al asunto del acueducto se le añade la posesión de un “represo” con capacidad de 3 millones de metros cúbicos de agua, lo que contrasta fuertemente con la situación de muchos de los lugareños vecinos del rancho del gobernador Padrés, quienes no sólo carecen del vital líquido sino que no pueden acceder a éste por carecer de los permisos de perforación correspondientes, además del efecto inmediato del acaparamiento del recurso por parte de los felices propietarios del rancho Pozo Nuevo.

Es innegable que el actual gobierno ofrece muchos claroscuros en la gestión, y que más de uno puede alegar que el actual sexenio está caracterizado por el nepotismo y el tráfico de influencias, además de la opacidad financiera que afecta su credibilidad, de suerte que no falta quien vea con buenos ojos el juicio político al gobernador Padrés. Por el contrario, los panistas queman incienso en el altar de Padrés y comprometen su relación con el gobierno federal en aras de apoyar al mandatario estatal.

Al respecto, pudiera pensarse que los pleitos entre gobierno y PAN ofrecen un panorama de polarización e intranquilidad política, pero la experiencia histórica de los últimos 30 años demuestra que la unión entre el PRI y el PAN es duradera y provechosa para ambas partes, así como para sus pajecillos electorales como son el Verde Ecologista, Panal y fracción chucha del PRD. La ideología neoliberal es el fuerte cemento que los une y les permite hacer negocios con cargo a la república.

Las recientes reformas constitucionales y de la legislación secundaria dan fe de que la dupla fundida en el PRIAN representa la más grande traición a la patria, el más descarado saqueo de nuestros recursos estratégicos y el más fiero embate a los recursos naturales de México. En este sentido, los pleitos, amenazas y jaloneos entre las fracciones neoliberales no pueden ser considerados expresiones de proyectos distintos sino de ajustes en el plan maestro que conduce a la entrega nacional al capital extranjero.

Así las cosas, ante el desastre sonorense la autoridad parece lenta en la toma de decisiones para resolver el problema económico y social que afecta a las comunidades rivereñas, se presenta como verbalmente justiciera al prometer la aplicación de la ley, pero al mismo tiempo da juego al conjunto de intereses económicos y políticos que representa estelarmente Larrea (entre otros beneficiarios del sistema) que no ha dejado de protagonizar la defensa de lo indefendible, como lo es la negligencia criminal y voracidad con que maneja sus negocios, así como su destacado desprecio hacia la vida humana y el ambiente.

Las aguas sonorenses presentan turbulencia, y se remueve el lodo y la porquería sedimentada por sexenios de complicidades y redes familiares dedicadas al saqueo estatal. Los apellidos de los panistas y los priistas se cruzan, mezclándose en una curiosa trama de parentescos ligados a la política y los negocios que hacen posible el acaparamiento del agua que para otros está prohibida, la prosperidad de los negocios privados a la sombra del poder público y la más obscena disposición de recursos para fines no necesariamente registrados en las partidas, como son el desfondo milmillonario del Isssteson, el manejo turbio de los recursos para el transporte y la educación, y el desprecio a los trabajadores y sus organizaciones. Es claro que en el estado no hay gobierno pero sí una muy chapucera y voraz administración. En este contexto, ¿qué es lo que realmente defienden los señores dirigentes del PAN nacional y local? ¿Qué valores creen postular y ejemplificar?

Si la aprobación de las contrarreformas neoliberales de Peña Nieto representa, según lo declaró la dirigencia panista, “una victoria cultural del PAN”, ¿qué clase de cultura es la que promueve y practica esta organización?

En Sonora, la inminencia de desastres ecológicos mayores está en la mente de todos, pero algo de lo que también sucede y que quizá merezca una mayor atención por ser la clara representación del desaseo gubernamental tanto federal como estatal, es lo que ocurre en materia de concesiones, de manejo financiero, de omisión en el cumplimiento de las leyes, de complicidades y tráfico de influencias, de los excesos de un modelo privatizador en una estructura de gobierno con propósitos declarativamente sociales, de profundas asimetrías entre ricos y pobres, de ausencia de democracia y transparencia, de reiteradas prácticas de manipulación y engaño.


La tragedia ecológica de Sonora lo es también en el terreno de la política, de las relaciones entre actores sociales, de la credibilidad del gobierno a los ojos del pueblo que es el mandante, el depositario original de la soberanía, la fuente de todo poder legítimo y legal. Sin duda alguna, en el estado llueve sobre mojado, y la proximidad de la temporada electoral augura nuevos desastres.  

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