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martes, 16 de septiembre de 2014

Jineteo en Sonora

Ya se sabe que en los tiempos de Bours Castelo, la figura del gobernador se asociaba más a las artes equinas y a los negocios privados que a la sobria y republicana conducción del gobierno local. Si bien es cierto que ambas actividades consisten en llevar las riendas, es fácil para el ciudadano común distinguir las diferencias entre el estado y un caballo.

Como los gobiernos tienen fecha de caducidad, pronto nos encontramos con que el nuevo gobernador prefirió tomar las riendas del estado en plan de jinete sexenal y, desde luego, promotor y beneficiario de algunos de los negocios que a la sombra del poder estatal se pueden, aunque no se deben, realizar.

Seguramente usted recuerda las famosas y onerosas cabalgatas que el gobernador Bours encabezaba, marcando una moda política de fuerte sabor campirano, de evidentes resabios porfirianos, de vana y rústica pedantería, de pasarela absurda de las posesiones equinas que montaban como timbre de orgullo y abundancia.

La crianza de caballos como lujo feudal no desapareció de los gustos y preferencias de la Casa de Gobierno con la transición sexenal. El actual gobernador panista es jinete montado en la silla de Sonora.  

Es posible que la frase “poderoso caballero es don dinero” tenga sentido y sirva de orientación a la conducta de ciudadanos comunes, ayunos en educación cívica, ignaros sociales, parias políticos y viles y vulgares ratas de drenaje, pero tratándose de quien representa la autoridad y es cabeza de las instituciones políticas y administrativas de la entidad, la cosa se pinta de otro color y huele distinto.

Desde luego que no soy quien para señalar, acusar y juzgar a quien lleva las riendas del estado en materia de gustos equinos. La afición por los deportes caros no deja de ser cosa de una baja autoestima, de una necesidad frenética de autosatisfacción cuando se trata del simple hecho de gozar de la posesión del animal y la eventual monta ante un público que babea de entusiasmo, envidia o simple actitud lacayuna. Lo que llama la atención en esto que llaman “Nuevo Sonora”, no tiene que ver con excentricidades que en los tiempos actuales son fácilmente asociadas a quienes se dedican a negocios no del todo claros.

Diversos actores sociales y comerciales de la entidad han manifestado su preocupación y molestia porque como proveedores del gobierno local no han recibido el pago oportuno por sus servicios. Los comerciantes se han quedado con un portazo en mera jeta y una amarga experiencia al no poder hacer efectivas sus facturas. Tener que seguir haciendo negocios con quien no paga ni a tiempo ni tarde es factor de que las empresas tengan que reducir su expectativa de sobrevivencia, el pago de sus empleados y el eventual recorte de los mismos. Como se puede ver, el golpe a la economía familiar es directo.

Circulan anécdotas que ilustran con bastante claridad la pesadilla comercial que supone tratar con un deudor empedernido, cuya conducta afecta a empresas de diverso tipo y tamaño, desde farmacéuticas que desisten de surtir medicamentos a los hospitales y clínicas del estado, proveedores de artículos de oficina y hasta los medios de información.

En el caso de los medios informativos, la situación reviste particular importancia, ya que no sólo está presente la necesidad de guardar las formas y actuar según lo políticamente correcto, lo que obliga a los periodistas a aguantar la censura que viene no de sus jefes de  redacción sino de quienes aportan el capital de trabajo. La prensa sujeta a la expectativa del pago de la propaganda y las inserciones de contenido político-electoral, corre el peligro de quedar atada de manos, carente de autonomía e inútil como apoyo a la transparencia y la democracia.

Cuando el gobernador declara que no hay dinero y háganle como quieran, la relación entre actores sociales, políticos y comerciales ha sufrido un desgarramiento que de entrada no se nota, pero que pronto pasa facturas de desconfianza, inseguridad, indignación y daño a la estabilidad política y social de la comunidad. Crece por dentro, como un cáncer que entra en proceso de metástasis y contamina al cuerpo social y estalla de muchas maneras.

La irregular gestión financiera de Sonora se puede ilustrar de diversas formas, donde destaca el desfondo sin aclarar del Isssteson, la anarquía que existe en los programas estatales, la queja de empleados de distinto nivel de que en sus oficinas no hay ni para clips, que la operación es muy deficiente y que el gobierno está prácticamente en estado agónico. Mientras tanto, frente a la carestía de agua, nos enteramos que el gobernador es poseedor de un rancho que cuenta con presa privada cuya capacidad de 4 millones de metros cúbicos de agua fácilmente pudiera solucionar el abasto de varias comunidades (http://noticieros.televisa.com/mexico-estados/1409/pozo-nuevo-padres/).  

En las conversaciones de café y de pasillo ha trascendido que los proveedores de servicios tienen que dejar la mitad del costo de sus proyectos para ser considerados a participar, que en las entrevistas con ciertos funcionarios, el paso de una oficina auxiliar a otra de mayor nivel implica el pago de una cantidad de dinero, lo que se ve complementado por las evidencias de que los acreedores no recuperan completo el dinero que el gobierno les debe, sino el 70 por ciento del monto, gracias a las gestiones de una empresa privada ligada al gobierno que compra su deuda, CP3, SA de CV (http://m.excelsior.com.mx/nacional/2014/09/14/981619#). En pocas palabras, el gobierno jinetea los recursos estatales y no pagar deudas se convierte en el gran negocio privado sexenal.

Al parecer, las artes de la monta y el placer que de ella deriva, no se limita a los caballos que amorosamente cría el gobernador Padrés, sino que abarcan la conducción del gobierno y el manejo del erario.

Ante esta situación, ¿podemos en Sonora, sin parecer ingenuos o idiotas de nacimiento, hablar de transparencia, honestidad y buen gobierno?


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