El problema del bloqueo carretero
alcanza la trascendencia de ir como tema al poder legislativo federal y una
diputada panista propone poner fin a este asunto. Desde luego que la iniciativa
panista tiene el respaldo de un nutrido sector empresarial que se declara
afectado por la suspensión intermitente del tránsito en el sur del estado.
Seguramente la exigencia de hacer cumplir la ley irá acompañada de las
consideraciones sociales y políticas del caso, de otra forma se supondría un
acto de represión a una manifestación conjunta de los yaquis y los
agroempresarios de Cajeme, donde los segundos se atrincheran tras la fracción
yaqui beligerante.
Aquí se ven dos vertientes igualmente
espinosas del asunto: por un lado, el derecho que reclaman los indígenas otorgado
por el Presidente Cárdenas y por otro, los intereses de los agricultores que
siembran más del 90 por ciento de la superficie cultivable. Quizá valdría la
pena revisar primero qué proporción reciben los yaquis de los beneficios de la
agricultura del Yaqui y dilucidar las causas de su pobreza, ignorancia y
marginación, y atacarlas con verdadero sentido justiciero, antes que lanzarse
contra obras que pudieran tener una utilidad pública aun no del todo valorada con
objetividad. Lo anterior viene al caso por las recientes revelaciones del
fracaso de las desaladoras en España, así que bien se pudiera estudiar en serio
la viabilidad de tal o cual solución, más allá de los intereses de los
empresarios del norte o del sur. En todo caso, es la sociedad sonorense, yaquis
incluidos, el sujeto prioritario de la acción gubernamental, y no personajes o
grupos que huelen a tráfico de influencias, impunidad y una falta de respeto a
la ley como pocas veces se ha visto.
En otro género de asuntos, el
asesinato de una joven por parte de un extranjero oriundo de la India, ha
despertado una especie de afán clasificatorio donde la especificidad sexual
parece avasallar la gravedad de la privación de la vida de todo ser humano. Es
decir, ahora se insiste en legislar para codificar el delito de feminicidio,
siendo que ya está normado el asesinato y perseguido por la ley. ¿Para qué
especificar el delito por sexo? ¿Qué no basta que la ley persiga y castigue a
quien quita la vida de otro, sea el que sea su sexo? Aquí deben considerarse
ciertos agravantes, como son la brutalidad del acto, la ferocidad, la alevosía,
entre otros, o los atenuantes: que si fue accidental, producto de la
obnubilación mental, etcétera. Si está demostrado que el asesinato fue
viciosamente cruel, con premeditación, alevosía y ventaja, con inusual
ferocidad, entonces bastaría con que el juez a cargo dictara la sentencia que
corresponde en justicia. De esta suerte, el dolor y el horror familiar no
cesarían, pero tendría el consuelo de una pronta respuesta legal y el castigo
que la norma vigente permite.
Lamentablemente, el aparato judicial
mexicano lejos de aplicar la ley se conforma con guardar las debidas
apariencias para tarde o temprano legitimar la acción delictiva, sea por falta
de evidencias, por errores procesales que terminan beneficiando al delincuente,
dejando en los afectados y sus familias una inacabable sensación de burla.
¿Qué caso tiene inventar nuevas
categorizaciones penales o civiles
cuando no se está en disposición de acatar y aplicar la ley tal cual es? ¿Para qué
legislar si en la práctica cada nueva ley solamente sirve para evadir el
problema de fondo, que es la falta de voluntad política y administrativa para
cumplir la ley? Guardando las proporciones, pero lo mismo ocurre en los asuntos
nacionales de carácter político: ¿Para qué se firman pactos si cada uno de los
actores bien pudiera sujetarse a las normas de relación política formalmente
establecidas en el país y el mundo? ¿Qué no basta con que cada cual cumpla
estrictamente lo que es su obligación cívica, política y legal? Sin embargo, el
gobierno y los actores político-electorales
se empeñan en convocar a actos protocolarios de fuerte sabor mediático, que
únicamente fortalecen la idea popular de que la ley como tal o la justicia como
tal no bastan para garantizar la coexistencia armónica entre personas o grupos.
¿Será que al letra de la ley es demasiado pequeña como para ser vista y
acatada? ¿Padece el sistema judicial y administrativo de la nación alguna
enfermedad auditiva o visual? ¿Se requiere la estridencia para que la verdad o
la justicia sean audibles?
Por desgracia, el producto neto de
estos excesos es la disminución del valor real de la ley para cualquier efecto
práctico y, como consecuencia, el deterioro de la imagen pública de
legisladores y funcionarios, con lo que se termina por establecer la
desconfianza como clima de las relaciones y, por tanto, el cinismo pasa por
sinceridad y la hipocresía se viste de galas solidarias y subsidiarias con la
delincuencia organizada: la leperada triunfa en el sector público y la corrupción
campea en el privado.
Los despropósitos, las ridiculeces, la
fraseología vacua y francamente estúpida de los políticos emanados de los
partidos neoliberales sólo compite con la que se produce en las filas de la izquierda electoral sobre todo
cuando se trata de justificar alianzas con supuestos enemigos ideológicos, por
ejemplo entre el PRD y el PAN. ¿Qué caso bien fingir tener posiciones políticas
diferenciadas si en el debate político termina apoyando medidas que antagonizan
con las libertades y derechos sociales y económicos de los ciudadanos? ¿Cómo se
explica usted la firma conjunta del Pacto por México entre PRI, PAN y PRD?
¿Dónde está el proyecto de nación que caracteriza o debiera caracterizar a cada opción política? ¿De plano, han
desaparecido las diferencias ideológicas en aras de obtener posiciones
electorales? ¿La corrupción y las complicidades apátridas son el estilo de
hacer política en México? Si el sistema es corrupto y corruptor, ¿qué
resultados se esperan si se sigue actuando dentro de los límites del sistema?
Como vemos, estos son algunos de los
lugares comunes que el cansancio ciudadano termina por dejar de lado en las
consideraciones de su práctica política. Sucede que el agotamiento trabaja a
favor de la apatía, el desinterés, la decepción y el abandono, apoyado en la
manipulación informativa, la deshonestidad de las dirigencias, la ignorancia y
abulia de las bases, la flojera y el desgano en la participación social. Como que
es tiempo de replantear lo que queremos y debemos hacer, medir tiempos y
plantear objetivos alcanzables, sin histeria, pero con amplitud de miras. Pensemos
cómo queremos que nos encuentre el futuro y aceptemos que debemos trabajar en
los aspectos operativos de la utopía y tender puentes entre lo que tenemos y lo
que necesitamos.
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