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sábado, 24 de agosto de 2013

La desinformación somos todos

El viril reclamo del señor presidente de Copetitlán a los maestros protestantes por la reciente aprobación de dos leyes de tres ligadas a la flamante reforma educativa Copetista, tiene sentido: ¿a poco no es maravilloso tener un instrumento legal que facilite los despidos magisteriales y trivialice la evaluación y, en general el proceso educativo? ¿Acaso no es útil un instrumento que permita someter al sindicalismo magisterial a los designios de una presidencia que trabaja afanosamente para cumplir con las instrucciones de los organismos financieros internacionales? El líder nato de las fuerzas armadas nacionales y jefe de las instituciones copetitlanas lo ha dicho con claridad contundente y ejemplar resolución: Los maestros protestan “por desinformación” (http://www.jornada.unam.mx/2013/08/24/politica/007n1pol).

¿En qué cabeza cabe defender derechos y conquistas históricas en materia laboral? ¿A quién se le ocurre luchar por la estabilidad en el empleo? ¿Qué endemoniada influencia manejará las voluntades de los millones de docentes que buscan una mejor calidad de vida y trato respetuoso por parte de las autoridades? ¿De dónde sacarán que la mejora en las condiciones del servicio educativo redunda en beneficio  del proceso de enseñanza-aprendizaje? ¿Dónde tendrán la cabeza quienes suponen que los maestros son los principales artífices y opinantes de las mejoras en el sistema educativo nacional?

Seguramente el siempre informado y culto titular del ejecutivo copetitlano tiene la razón y no los rijosos maestros que bloquean calles y avenidas, interrumpen el suave fluir de los acuerdos legislativos y la disposición de los legisladores de cumplir y hacer cumplir la voluntad soberana del presidente, siempre atento a las mejores causas del neoliberalismo de guarache.

Igual se puede decir de las multitudes que se movilizan y protestan contra la reforma energética, ignorando las bondades de ser una colonia de explotación al servicio del imperialismo petrolero trasnacional, además de ser un paraíso de las empresas foráneas al ofrecer fuerza de trabajo barata, abundante y necesitada de migajas laborales, gracias a la reforma laboral y a la legalización de la tercerización del empleo, además de las facilidades de despido   (http://www.jornada.unam.mx/2013/08/24/economia/021n1eco) que le dan un atractivo importante a la inversión en México y a la operación y manipulación de la miseria y la desprotección laboral, a pesar de que el dinero fluye, pero en sentido contrario (http://www.jornada.unam.mx/2013/08/24/economia/021n2eco), de suerte que han salido del país 19, 628 millones de dólares, seguramente por la confianza que nuestros empresarios nopaleros tiene en el gobierno en curso.

Pero por si fuera poco el desastre laboral y académico nacional, los copetitlanos ven con emoción cuán cerca están de ser nuevamente una colonia petrolera, como antes de 1938, porque y quedó demostrado que no estamos para sufrir los horrores de ser ricos en petróleo y tener la pena de administrarlo sin decepcionar a los gringos o despreciar a los españoles, franceses y otros que con pleno derecho colonial aspiran a gozar de un pedazo de nuestra riqueza. Por otra parte, ¿para qué tener una empresa de clase mundial como Pémex, si no la podemos tronar? (http://www.youtube.com/watch?v=ONIfJXiY0xE).

No hay duda de que el señor presidente tiene la razón. El pueblo de Copetitlán no sabe apreciar las maravillas de la dependencia (financiera, tecnológica, científica, educativa, cultural, política, o comercial), de suerte que los que protestan, salen a las calles en marchas, bloquean congresos, organizan mítines, publican desplegados y artículos, se expresan en facebook, twitter y demás, no alcanzan a ver el profundo contenido de las reformas copetitlanas, por mala fe, por ganas de joder, o por simple desinformación producto de una educación nacionalista que pugna retrógradamente porque nuestro país sea independiente, soberano y libre.

Si estuvieran debidamente enterados, podrían llegar a la conclusión de que la libertad es una enfermedad socialmente viciosa, exigente, responsable y liberadora de la mente y el espíritu de los pueblos mediante la defensa cotidiana de lo propio, de los derechos históricos, de las conquistas actuales, de la calidad de vida y del respeto a la dignidad de cada uno de los ciudadanos de esta tierra. Tan horribles y exigentes responsabilidades son insoportables para un gobierno con conciencia de esclavo, de colonizado, que se apega a la dependencia como salvación en su mediocridad e indecisión. ¿Para qué ser libres si no sabemos qué hacer con ella? ¿Para qué tener empleo e ingreso digno si no sabemos cómo gastar prudentemente? ¿Para qué queremos petróleo, si no somos capaces de soportar el peso de los intereses trasnacionales sobre nuestras decisiones e intereses nacionales? (http://www.youtube.com/watch?feature=related&v=BZrLgwhmTtU&nomobile=1).


En Copetitlán, los dirigentes y los “enterados” lamen el lazo que los ata a las trasnacionales, se sienten felices de ser los lacayos del imperialismo gringo, celebran la pérdida de soberanía como la extirpación de un tumor canceroso de libertad y autodeterminación. Sin duda alguna, los que protestan por las reformas legislativas son unos “desinformados”.

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