Supongo que la adquisición de un nuevo calendario de pared proporciona
la sensación de renovación, cambio o arreglo en nuestros asuntos, aunque en la
medida en que van desprendiéndose las hojas cobramos conciencia de que los
planes o propósitos se alejan al ritmo en que se nos aproximamos a las fechas
planteadas para su complimiento. Programamos para reprogramar casi de inmediato
y una nueva fecha nos impone la renovada carga de esperanzas y buenos propósitos,
para al poco tiempo volver a empezar. Se hace necesario pararse a pensar en lo
que estamos haciendo, y el tan traído y llevado “alto en el camino” parece que
puede cortar una cadena de errores si miramos con ojos desapasionados nuestra
propia posibilidad de cumplimiento, reflexionamos sobre las alternativas y nos
quedamos, no con la más fácil, sino con la que tenga menos defectos, es decir,
con la que sea más responsable.
Si usted y yo pasamos por ese filtro
nuestras decisiones, parece que el gobierno se maneja en otra realidad, donde
la opinión ciudadana es irrelevante o se da por descontada su aceptación y
aplauso a las medidas que las autoridades se sirvan tomar, como parece ser el
caso de los aumentos a los impuestos estatales en Sonora.
Da la impresión de que el gobierno
elaboró un presupuesto de ingresos desde una perspectiva egoísta, ya que no
tocó en términos reales el excesivo ingreso de los funcionarios, los gastos
superfluos y los ingresos extraordinarios que seguramente tiene por concepto de
renta petrolera por ser un estado no productor de hidrocarburos, según algunos
han señalado. Cabe señalar también el abrumador gasto en publicidad oficial que
hace felices a los diarios pero miserable al erario. Baste señalar las planas
que se publican a diario sobre los logros posibles del gobierno en materias de
su responsabilidad: habitación, urbanización, empleo y seguridad, entre otros.
Tenemos un gobierno que se
auto-promueve, que se echa porras y presume que piensa resolver los problemas
de la comunidad a fuerza de planas publicitarias donde, paradójicamente, en algunas
se anuncia la austeridad en el gasto. Suena a burla, cuchufleta, broma
estudiantil, tomadura de pelo y pitorreo contra el sentido común y la necesidad
del ciudadano de ver realidades y no payasadas en el desempeño de los cargos
públicos.
Como usted sabe, el domingo 6
iniciaron las acciones contra el alza en los impuestos. La capital del estado
pasó una tarde de bocinazos al colmar las vialidades previamente señaladas por
los organizadores miles de vehículos en señal de protesta contra o que es a
todas luces un abuso y una agresión contra la economía de las familias
sonorenses. Los ciudadanos en los diferentes rumbos de la entidad se organizan
y algunos señalan que la huelga general es posible. El horno sonorense no está
para bollos fiscales, por más que el gobierno de Padrés insista en desplegar
propaganda a favor de la impopular medida.
Las medidas que se cocinan en el nivel
federal no necesariamente son tendientes a fortalecer la economía de las
entidades y municipios, ya que el hecho de depender de las participaciones y
aportaciones federales en un altísimo porcentaje de sus ingresos los convierte
en simples oficinas de trámite y nulifica su capacidad de gestión y toma de
decisiones en el aspecto económico. No hay tal soberanía estatal ni autonomía
municipal, sino vulgar dependencia de un ente central que distribuye los
recursos que previamente concentra.
El problema de la centralización
fiscal tiene solución, siempre y cuando se empiece por devolver las facultades
económico-coactivas a las entidades y reconocer la capacidad de éstas de
decidir su rumbo económico. En todo caso, el apoyo de los fondos federales
debiera ser para cubrir eventualidades y tener un efecto contra-cíclico y no
como ahora ocurre, que la absurda dependencia centralista ata de manos a los
gobiernos y los obliga a rascarse con sus uñas mediante el alza de impuestos
que, por otra parte, no tienen justificación por cuanto que no consideran la
verdadera situación de los causantes. Entonces, ¿dónde van los recursos
captados mediante los impuestos ya establecidos, si no a la bolsa federal que
se distribuye con criterios en los cuales nada tiene que ver la opinión ni el
bienestar de las entidades?
Peor asunto es cuando el gobierno
local dilapida recursos, fomenta negocios privados a la sombra del poder
público e incumple su deber constitucional, y pretende cargar los costos de su
ineptitud y voracidad a los ciudadanos, de por sí agotados por los peligros
sociales de una legislación laboral absurda, la carencia de oportunidades
reales de empleo y el alza constante en gasolinas, alimentos y servicios. La
economía está en ruinas y se pretende extraer sangre de ciudadanos anémicos,
económicamente hablando.
En Sonora se pretende exprimir el
limón ciudadano hasta la cáscara, lo cual no fácilmente lo van a permitir las
familias, a juzgar por los movimientos ciudadanos que surgen en todos los
rumbos de la geografía estatal. La moneda está en el aire.
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