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martes, 8 de enero de 2013

Año nuevo, ¿vida nueva?


Supongo que la adquisición  de un nuevo calendario de pared proporciona la sensación de renovación, cambio o arreglo en nuestros asuntos, aunque en la medida en que van desprendiéndose las hojas cobramos conciencia de que los planes o propósitos se alejan al ritmo en que se nos aproximamos a las fechas planteadas para su complimiento. Programamos para reprogramar casi de inmediato y una nueva fecha nos impone la renovada carga de esperanzas y buenos propósitos, para al poco tiempo volver a empezar. Se hace necesario pararse a pensar en lo que estamos haciendo, y el tan traído y llevado “alto en el camino” parece que puede cortar una cadena de errores si miramos con ojos desapasionados nuestra propia posibilidad de cumplimiento, reflexionamos sobre las alternativas y nos quedamos, no con la más fácil, sino con la que tenga menos defectos, es decir, con la que sea más responsable.

Si usted y yo pasamos por ese filtro nuestras decisiones, parece que el gobierno se maneja en otra realidad, donde la opinión ciudadana es irrelevante o se da por descontada su aceptación y aplauso a las medidas que las autoridades se sirvan tomar, como parece ser el caso de los aumentos a los impuestos estatales en Sonora.

Da la impresión de que el gobierno elaboró un presupuesto de ingresos desde una perspectiva egoísta, ya que no tocó en términos reales el excesivo ingreso de los funcionarios, los gastos superfluos y los ingresos extraordinarios que seguramente tiene por concepto de renta petrolera por ser un estado no productor de hidrocarburos, según algunos han señalado. Cabe señalar también el abrumador gasto en publicidad oficial que hace felices a los diarios pero miserable al erario. Baste señalar las planas que se publican a diario sobre los logros posibles del gobierno en materias de su responsabilidad: habitación, urbanización, empleo y seguridad, entre otros.

Tenemos un gobierno que se auto-promueve, que se echa porras y presume que piensa resolver los problemas de la comunidad a fuerza de planas publicitarias donde, paradójicamente, en algunas se anuncia la austeridad en el gasto. Suena a burla, cuchufleta, broma estudiantil, tomadura de pelo y pitorreo contra el sentido común y la necesidad del ciudadano de ver realidades y no payasadas en el desempeño de los cargos públicos.

Como usted sabe, el domingo 6 iniciaron las acciones contra el alza en los impuestos. La capital del estado pasó una tarde de bocinazos al colmar las vialidades previamente señaladas por los organizadores miles de vehículos en señal de protesta contra o que es a todas luces un abuso y una agresión contra la economía de las familias sonorenses. Los ciudadanos en los diferentes rumbos de la entidad se organizan y algunos señalan que la huelga general es posible. El horno sonorense no está para bollos fiscales, por más que el gobierno de Padrés insista en desplegar propaganda a favor de la impopular medida.

Las medidas que se cocinan en el nivel federal no necesariamente son tendientes a fortalecer la economía de las entidades y municipios, ya que el hecho de depender de las participaciones y aportaciones federales en un altísimo porcentaje de sus ingresos los convierte en simples oficinas de trámite y nulifica su capacidad de gestión y toma de decisiones en el aspecto económico. No hay tal soberanía estatal ni autonomía municipal, sino vulgar dependencia de un ente central que distribuye los recursos que previamente concentra.

El problema de la centralización fiscal tiene solución, siempre y cuando se empiece por devolver las facultades económico-coactivas a las entidades y reconocer la capacidad de éstas de decidir su rumbo económico. En todo caso, el apoyo de los fondos federales debiera ser para cubrir eventualidades y tener un efecto contra-cíclico y no como ahora ocurre, que la absurda dependencia centralista ata de manos a los gobiernos y los obliga a rascarse con sus uñas mediante el alza de impuestos que, por otra parte, no tienen justificación por cuanto que no consideran la verdadera situación de los causantes. Entonces, ¿dónde van los recursos captados mediante los impuestos ya establecidos, si no a la bolsa federal que se distribuye con criterios en los cuales nada tiene que ver la opinión ni el bienestar de las entidades?

Peor asunto es cuando el gobierno local dilapida recursos, fomenta negocios privados a la sombra del poder público e incumple su deber constitucional, y pretende cargar los costos de su ineptitud y voracidad a los ciudadanos, de por sí agotados por los peligros sociales de una legislación laboral absurda, la carencia de oportunidades reales de empleo y el alza constante en gasolinas, alimentos y servicios. La economía está en ruinas y se pretende extraer sangre de ciudadanos anémicos, económicamente hablando. 

En Sonora se pretende exprimir el limón ciudadano hasta la cáscara, lo cual no fácilmente lo van a permitir las familias, a juzgar por los movimientos ciudadanos que surgen en todos los rumbos de la geografía estatal. La moneda está en el aire.

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