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miércoles, 8 de agosto de 2012

Problema psiquiátrico

Puede suponerse que siendo lideresa priista, la dama asuma poses de diva, pero lo que resulta raro es que se ponga en plan de psiquiatra para declarar enfermo mental al candidato del Movimiento Progresista Andrés Manuel López Obrador. Pero, en efecto, la señora que responde al inopinado nombre de Diva Hadalmira, de apellidos Gastélum Bajo, futura senadora sinaloense, propone hacer un examen “siquiátrico” al candidato de la izquierda, ya que, según ella, su actitud refleja un problema que “enfrento en su infancia” (Expreso, 7/08/20129). Las pistas clínicas con que cuenta se refieren a la defensa del voto ciudadano y la protesta por lo que millones han catalogado como un fraude monumental.


Según la dama priista, las denuncias de irregularidades y excesos en las pasadas elecciones se resuelven con un tratamiento especializado, con lo que evade un problema esencial: el cúmulo de evidencias de que hubo compra e inducción de votos, triangulación y lavado de dinero, recursos económicos por encima de los topes legales y otros asuntos que por ninguna parte sugieren legalidad y transparencia. Desde su punto de vista, la protesta contra el fraude es una clara señal de locura no se resuelve por los canales políticos y legales, sino en la consulta del profesional especializado en desórdenes conductuales.

El declarar loco, enajenado, problemático, entre otras lindezas, al adversario político, supone una idea muy particular de la democracia y las prácticas políticas. Aquí no se discute la validez de los argumentos, la calidad de las pruebas, la justeza de las exigencias de transparencia y legalidad, de probidad e imparcialidad de los juzgadores; simplemente se descalifica al oponente al declararlo incapacitado para reclamar derechos y libertades.

Si el ciudadano López Obrador no se pliega a los deseos de los inversionistas electorales alineados con el PRI, entonces, ¿debe inferirse que tiene problemas conductuales?, ¿se debe explorar el origen de su inconformidad en la infancia? En nuestra democracia, ¿significa locura el ser opositor a procesos y decisiones que se consideran viciados? ¿Cuál es la calidad de una futura legisladora que descalifica a un luchador democrático que, además, representa la opción de millones de ciudadanos, libres y en pleno uso de sus facultades mentales?

¿Está enfermo mentalmente el que protesta pacíficamente, el que señala errores de procedimiento y prácticas ilegales? ¿Le vendría mejor a la señora legisladora tratar con falsos opositores y ventureros electorales y simular un triunfo inapelable donde hay elementos que insinúan lo contrario? ¿Sería esto de “normalidad” o de “salud mental”? En este orden de ideas, la legisladora priista, ¿considera gente con problemas conductuales a los millones de ciudadanos que se están manifestando en calles, plazas e instalaciones a lo largo y ancho del país? Los incontables ciudadanos que dicen “¡no a la imposición!”, ¿son candidatos a tratamiento psiquiátrico?

¿Es cuerda la actitud de los funcionarios electorales que no investigan las denuncias de fraude electoral? ¿Es mentalmente saludable quien niega o desestima las evidencias y testimonios de una elección amañada, sucia y opaca?

¿Qué sentirá doña Diva al hacer tales aseveraciones acerca de la salud mental del candidato de la izquierda? ¿Sentirá que cumple con un deber patriótico inexcusable que suena a calumnia, difamación, o exabrupto malicioso y bajuno, pero que, quizás, en el submundo del priismo neoliberal sea una especie de defensa de una causa cívicamente perdida? Si usted votó o no por AMLO, ¿no le parece que la lucha político-electoral debiera tener parámetros más dignos y transparentes? La indignación ciudadana de los jóvenes y los viejos, que desde el 1 de julio sigue y crece, ¿reflejará problemas de su infancia? ¿Será propuesta de los priistas crear una Secretaría de la Inconformidad Nacional? La legisladora de marras, será su titular?

Sin ser especialista, me parece más razonable pensar que quien niega el malestar que se expresa en todo el país en forma de un movimiento nacional de jóvenes y no tan jóvenes que sale a las calles, llena plazas y hace tomas simbólicas de instalaciones como expresión viva de su inconformidad, tiene problemas de percepción de la realidad, y francamente es un peligro para México que llegue esta clase de gente al Congreso de la Unión.

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