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domingo, 29 de diciembre de 2019

Una por México



“Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz” (Benito Juárez, 15 de julio de 1867).

Pues tenemos ahora un “terrible enemigo” en la parte sur del traspatio gringo: Bolivia ungida como garrote nopalero se lanza, como perro Chihuahua frente a un PitBull, contra el presidente López Obrador por el feo delito de hacer valer la política exterior y las tradiciones diplomáticas de nuestro país. El derecho de asilo es una institución reconocida por el mundo civilizado y México la ha honrado de manera ejemplar y, en este contexto, recibió a Evo Morales y albergó en su sede diplomática de La Paz a un grupo de seis personas que así lo solicitaron.

Aún flotan en el aire farandulezco de las operetas diplomáticas orquestadas por el golpismo de guarache la diatriba anti-AMLO de un expresidente boliviano afecto al fascismo llamado Jorge Quiroga, quien lo llamó “cobarde matoncito”, en medio del aplauso fervoroso de… él mismo, el golpismo y los infaltables “mexicanos” de derecha onanista que pululan tristemente en las redes y dan lástima en las marchas y las declaraciones de los partidos pitufos.

¿El hecho de que México haya recuperado el respeto por sus tradiciones diplomáticas y mejores prácticas en el ejercicio de la función pública altera el pulso de la corrupción? Parece que sí.

¿El feo caso de tener un gobierno que defiende la soberanía y que puede negociar sin perder los calzones ante los gringos de manera tan fácil como los anteriores, supone un peligro para el narcisismo de la decadente potencia militar del Norte? Parece que sí.

¿La política social y económica del actual gobierno arruina los planes de expansión de las fortunas logradas por tráfico de influencias, corrupción y complicidad con las transnacionales anglosajonas, le produce agruras y constipaciones a la Casa Blanca, entre otras casas de citas del capitalismo salvaje? Parece que sí.

¿El hecho de que se esté rescatando la producción petrolera y de gasolinas, y que tengamos Litio cerca de la frontera con Arizona le produce taquicardias al empresariado ligado a los “moches” y a las migajas del extranjero? Parece que sí.

¿La posible bonanza energética mexicana les retuerce el hígado a los vecinos, como para armar un tango militar so pretexto del incidente poco claro de la familia LeBarón o algún otro similar? Parece que sí.

Partiendo del hecho de que estamos en una “jaula geopolítica” por nuestras condiciones históricas y vecindad con los gringos, valdría la pena rescatar en serio una perspectiva nacionalista respecto a nuestras relaciones con el exterior.

Si bien es cierto que la vía diplomática es la mejor para enfrentar los retos, amenazas y peligros que presenta un mundo caracterizado por el afán depredador de los recursos naturales de la periferia económica, de la que Latinoamérica forma parte tanto como África, es prudente reforzarla mediante el sano ejercicio de la memoria y la defensa de la identidad nacional.

Tenemos con Bolivia, Venezuela, Colombia o Perú, como en los otros países de América Latina y el Caribe lazos de hermandad indisolubles y una relación histórica que está siendo alterada gracias al entreguismo lameculista de las derechas autóctonas financiadas por los gringos que trabajan desde sus embajadas y organismos de “ayuda y cooperación”, actitud prostibularia que tiene su mejor expresión  en la actual directiva de la Organización de Estados Americanos, OEA, que ha sido capaz de olvidar el origen y destino común que nos hace grandes, haciéndose cómplice del golpismo apátrida que padece Bolivia.

El gobierno mexicano ha sido consecuente con la visión bolivariana y, por ende, no acepta al gobierno golpista y reclama legalidad y transparencia por las vías que el derecho internacional dispone.

El asedio a la embajada mexicana en Bolivia es una muestra patética de la falta de respeto a las normas más elementales de coexistencia pacifica entre las naciones, y nos debe convocar a apoyar nuestra política exterior y defender el derecho de asilo, porque es una decisión soberana y un ejemplo de respeto a los derechos humanos y a la legalidad de la que debemos sentirnos más que orgullosos.

¿Nuestra país merece una porra? Creemos que sí. Digamos una por México.



   

      

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