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domingo, 10 de junio de 2018

Hablemos de diversidad


“La uniformidad es la muerte; la diversidad es la vida” (Mijail Aleksandrovich Bakunin).

A 44.5 grados centígrados se cuece la conciencia de los sonorenses y Hermosillo, capital de esta sucursal del infierno, se viste de gala para celebrar el 9 de junio un día más del exhibicionismo oportunista de los gringos, montados en la ola que sube hasta donde la moda y la cursilería ambiente lo permiten. La delegación consular ondea banderas en favor de la “diversidad sexual” con el propósito de hacer saber a quien quera hacerlo que los gringos son alivianados y sensibles a las perversiones humanas consagradas como derecho por los propios organismos que Estados Unidos paga cuando no presiona para marcar rumbos que le hacen “manita de cochi” a la naturaleza.

Aclaro que son un ferviente defensor de la diversidad sexual, ya que si no fuera por ella no estaríamos en este mundo. Somos producto de la diversidad, somos portadores genéticos de la diversidad y tenemos un fuerte instinto hacia lo diverso. “Mamá” y “Papá” resumen la esencia y culmen de la diversidad y apuntalan el desarrollo de la personalidad y de la identidad social de cualquier bípedo pensante. Somos plurales porque somos sociales, y nuestra sociabilidad se basa y fundamenta justamente en el respeto y reconocimiento a la diferencia, por eso se distingue en la gama de lo humano lo que nos permite progresar como sociedad y lo que aporta a ello la individualidad frente a lo que no pasa de ser un acto de egoísmo supremo basado en valores que no responden a otra cosa que a una subjetividad anclada en el hedonismo.

Lo que llamamos normalidad engloba estas premisas de tipo social, conductual, psicológico, ético y teleológico que compartimos y en los que basamos nuestra coexistencia, y que transmitimos a nuestros descendientes. Sin embargo, quienes se apartan de esas normas, no necesariamente deben ser excluidos del conjunto social, que debe basar su conducta en la tolerancia y el respeto al otro. La violencia hacia el que es diferente nunca se puede justificar salvo en un régimen de exclusión que por fortuna no tenemos.

Pero, una cosa es el respeto a la diferencia y otra su apoyo, financiamiento y promoción como valor reconocido e imitable por todos, digno de ser presentado como ejemplar y motivo de “orgullo” para los individuos y las familias. Los gringos medran en la ignorancia, los complejos y la cursilería de muchos, víctimas pasivas y acomodaticias de lo que se ha dado en llamar “políticamente correcto”. Le confieso que dicha situación es una manipulación de la voluntad de muchos en beneficio de pocos; en ese sentido es una imposición, una visión antidemocrática de las interacciones sociales que podemos o no compartir habida cuenta que impulsan antivalores. Es algo así como un imperialismo sexual, donde una parte impone su criterio o intereses sobre la totalidad social. Aquí, francamente, no puedo estar de acuerdo porque el problema o condición de unos no puede ni tiene por qué ser la norma que rija la conducta y los intereses de todos.

En otro género de asuntos, este 10 de junio se conmemoraron 47 años de la masacre conocida como del Jueves de Corpus, en la que un grupo paramilitar entrenado por la Dirección Federal de Seguridad (dependiente de Gobernación) y la CIA, atacaron violentamente a un grupo de estudiantes del Politécnico Nacional y la UNAM que se manifestaba en la Ciudad de México en apoyo a los estudiantes universitarios de Nuevo León, bajo la mirada cómplice de los cuerpos de policía y ejército quienes nunca intervinieron. Los estudiantes fueron brutalmente atacados aún en los quirófanos del Hospital Rubén Leñero donde fueron trasladados los heridos, registrándose 120 muertos en el ataque.

Los aires de la democracia soplan en México filtrados por los imperativos de Estados Unidos y su diplomacia bajuna apoyada en el dólar y la fuerza militar, de suerte que las modas, usos y costumbres termina imponiéndose a su vecino domesticado y dependiente. Es claro que la nación mexicana ha renunciado a muchas de sus prerrogativas como libre y soberana, gracias a gobiernos apátridas y traidores como los que padecemos a partir sobre todo de la década de los 80.

Mientras que algunos se consideran progresistas por el uso que le dan a sus genitales y zona anal, otros padecen de una invisibilidad insultante cuando reclaman empleo, salario, educación, respeto a sus derechos políticos y culturales y acceso a los mínimos de bienestar. Somos una sociedad que pierde rumbo, que se acomoda a la transculturalidad sin defender, casi, usos, costumbres, tradiciones y elementos identitarios. Los gringos se han puesto en plan de establecer nuestras normas y pasarse por el arco del triunfo nuestros valores y principios. Es claro que la disfuncionalidad familiar y el desapego a los hijos son conductas que no necesariamente se identifican con los latinoamericanos pero que, sin embargo, no son raras entre los anglosajones.

Creo que debemos defender la diversidad, reconocer que no somos iguales a los gringos, que tenemos valores que compartimos pero que hay otros que no pueden ni deben ser admitidos por presiones o conveniencia. Somos una sociedad que necesita un cambio que sea democrático, incluyente, solidario y justo para todos. Que sea capaz de conciliar el interés general con el particular, pero privilegiando siempre aquél que responde a las necesidades y aspiraciones de las mayorías. Aquí, el interés supremo no debe ser el individual, hedonista, casual, sino el general, esencial y trascendente para la sociedad que defiende y celebra su identidad histórica, nacional y cultural.

No cabe duda de la vigencia y pertinencia de las palabras de Benito Juárez, el 15 de julio de 1857, tras la derrota de Maximiliano de Habsburgo: “...Mexicanos: encaminemos ahora todos nuestros esfuerzos a obtener y a consolidar los beneficios de la paz. Bajo sus auspicios, será eficaz la protección de las leyes y de las autoridades para los derechos de todos los habitantes de la República. Que el pueblo y el gobierno respeten los derechos de todos. Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz...”

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