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lunes, 19 de marzo de 2018

La expropiación


“Si nadie te garantiza el mañana, el hoy se vuelve inmenso” (Carlos Monsiváis Escritor y cronista mexicano, 1938-2010).

Un hecho que colocó a México en el primer nivel de la industria petrolera mundial fue la fundación de Petróleos Mexicanos, empresa estatal al servicio de la nación, poco tiempo después de la expropiación petrolera llevada a cabo por el gobierno del general Lázaro Cárdenas del Río en 1938. La industria nacional tuvo un repunte y la consolidación económica del proyecto nacionalista de la Revolución se vio al alcance de la mano.

El aliento cardenista llevó al país a ser una potencia petrolera y se sentaron las bases para la generación de los técnicos y profesionistas que el desarrollo necesitaba. Se funda el Instituto Politécnico Nacional (IPN) que responde fielmente a su lema: “La técnica al servicio de la Patria”, haciendo posible que México figure entre los países con personal especializado altamente capacitado en diversas ramas científicas y tecnológicas que, en el caso específico, figura actualmente en las plantillas de los diversos países petroleros.

Por desgracia, la tendencia positiva de la curva de nuestro desarrollo se frustró en los años aciagos del gobierno de Salinas de Gortari, revirtiéndose los avances logrados. Aquí inicia un período de desincorporación de bienes nacionales y de concesión del espacio público, hasta llegar a ceder de nueva cuenta los recursos energéticos de la nación al extranjero con el actual gobierno. Electricidad y petróleo de nueva cuenta en manos de trasnacionales. Ahora compramos electricidad, petróleo y gasolinas, así como alimentos que antes producíamos y exportábamos.

Quienes insisten en afirmar que los recursos económicos deben estar en manos del sector privado por ser más eficiente en su administración, es necesario recordarles la experiencia del Fobaproa y el Ipab, así como los megafraudes en empresas y las cadenas de corrupción y tráfico de influencias en el ramo de la construcción, entre otros giros industriales y comerciales, aunque cabe resaltar por su importancia y trascendencia social la cesión de los ahorros de los trabajadores a administradoras privadas de fondos de retiro, en el IMSS y el ISSSTE, y sus réplicas en los sistemas de seguridad social estatales: desviación de fondos, robo descarado, licitaciones a modo y todo un montaje de enriquecimiento privado a la sombra del poder público. El saqueo y los moches saturan el clima del sector público.

Vivimos una larga etapa presidida por las recetas del Fondo Monetario Internacional donde se precariza al sector público y se enriquece, estimula, solapa y financia al sector privado, a costa del interés nacional; donde campea la contención salarial, la inseguridad y baja calidad del empleo y la transfiguración del derecho de los trabajadores en simple expectativa o presunción de derecho. Antes que hablar de integración y planeación regional, se habla de mega-regiones, subrayando la desnacionalización, no sólo de la economía sino de la política. Con 53 millones de pobres, el empleo decente, el ingreso digno y una vida decorosa son sueños imposibles.

Si el panorama económico es estremecedor, con mayor razón lo es el político. Somos una cleptocracia hipócrita y simuladora, que une al discurso demagógico la represión a maestros, estudiantes, campesinos, obreros, empleados públicos y privados, sindicalistas, luchadores sociales, religiosos promotores y defensores de los derechos humanos y periodistas. México es un país que oculta el crimen y la rapiña de Estado con el pretexto y escudo de la delincuencia organizada.

La mayoría de los mexicanos opta por trivializar su situación con el argumento de que en otros países están peor, que aquí tenemos libertades que no debemos perder, que nuestros logros pueden esfumarse si llega un gobierno populista, de izquierda, feo y vicioso que no hemos conocido ni queremos conocer. Así, al estancamiento económico sigue el político y cultural: “¿para qué andar experimentando? Vale más malo por conocido que bueno por conocer”, lo que se acentúa con la idea de la incapacidad nacional para resolver problemas complejos y la natural destreza del extranjero para hacerlo. Así, con la certeza de nuestra discapacidad e ineptitud arraigada en la conciencia, dejamos que los extranjeros de “primer mundo” opinen, califiquen, intervengan y resuelvan nuestros problemas.

Al manoseo externo se añade un conservadurismo ñoño que compite con un progresismo vulgar e inconsistente, capaz de hacer pasar por “de avanzada” ideas y costumbres ajenas a nuestros valores e identidad nacional pero que contribuyen a la colonización de la conciencia y a dar por propias conductas que no lo son.

Estas son algunas de las características del nudo gordiano nacional que deberá resolverse, o no, el próximo 1 de julio. ¿Seguiremos con nuestra conciencia nacional expropiada o diremos sí a su recuperación? Usted dirá.  


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