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lunes, 13 de abril de 2015

Triste destino

                                                                 Fiat iustitia ne pereat mundus
                                                 (Hágase justicia para que el mundo no perezca)
                                                                                 Hegel


El asesinato del joven estudiante universitario Heriberto Gaxiola Ruy Sánchez, que vacacionaba en Guaymas, causó verdadera conmoción entre sus compañeros y maestros, además del natural dolor y estupefacción de sus familiares y amigos cercanos. El horrible crimen presuntamente perpetrado por tres jóvenes porteños ya tiene las características de cosa juzgada, de acuerdo a los avances que ha informado la Procuraduría General de Justicia  de Sonora. Como usted sabrá, se puso tras las rejas a dos de tres inculpados de lo que presuntamente inició como un asalto y terminó en homicidio ejecutado con alevosía y brutal ferocidad, de acuerdo con la propia autoridad investigadora.

La Procuraduría afirma tener la seguridad de que los presuntos culpables están identificados y que se están reuniendo los elementos de juicio definitivos que cerrarán este penoso y grave asunto. Sin embargo, flota en el ambiente la duda sobre cuál fue el verdadero curso de los hechos, el por qué, cómo y quiénes participaron en la agresión, muerte y disposición del cuerpo; cómo fue que las autoridades dieron tan pronto con los implicados y cómo se logró su confesión, y qué tan consistente puede ser la versión ofrecida a la opinión pública con la verdadera naturaleza de los hechos.  

Independientemente de la confiabilidad de las pesquisas formales, salta a la vista el nivel de inseguridad y peligrosidad que enfrentan los jóvenes vacacionistas cuando la fiesta se prolonga en tiempos y lugares poco favorecidos por un contexto social cada vez más problemático, que se agrava debido a la desconfianza existente respecto a la veracidad y eficacia del desempeño de las autoridades policiales. La prevención del delito es importante, pero ante hechos consumados, la sociedad sonorense espera que el caso se cierre con absoluta certidumbre y que los culpables reciban el castigo que la ley establece.


En otro asunto, la Universidad de Sonora nuevamente se ve bajo la mirada muchas veces ociosa de los sectores acostumbrados a manosear la realidad, como es el caso de los iniciativos privados, los grupúsculos ligados al gobierno y las infaltables mentalidades neoliberales que ve con horror que los trabajadores se pronuncien por mejores condiciones de vida. Estamos frente a lo que parece ser otro exceso en la defensa de la clase patronal, nuevamente protagonizado por lo que parece ser un manejo faccioso de la autoridad, que tuvo a bien archivar el emplazamiento a huelga del STEUS, lo que se añade al hecho de que ahora el presupuesto asignado por el gobierno del Estado a la institución es menor que la parte correspondiente al gobierno federal, lo que significa una disminución unilateral de los recursos, que claramente habla de incumplimiento de obligaciones. Lejos de apoyar un ambiente propicio para los acuerdos y negociaciones, las acciones del gobierno parecen dirigirse a la profundización de los conflictos y el enrarecimiento del clima laboral y, por ende, el político-electoral de la entidad.

Sin duda, el celo neoliberal de guarache, nopalero o periférico, afecta el sano y prudente juicio de las autoridades del trabajo, haciendo cada vez más factible que el emplazamiento a huelga de los sindicatos actores desemboque en algo que se puede y debe evitar. Los sindicatos cumplen con la ley al emplazar a huelga, pero en el tiempo que corre hacia la fecha señalada para el estallamiento, se pueden celebrar acuerdos que disminuyan la tensión y las razones para la suspensión de actividades. El problema está en que la administración universitaria frecuentemente ha demostrado poca voluntad (o capacidad) de negociación, y la autoridad laboral una cierta parcialidad que huele a consigna de dudosa legalidad.

Lo fácil es decir que no hay dinero aunque lo pertinente sería transparentar los recursos y realizar las gestiones correspondientes, de cara a los sindicatos interesados y, de ser posible, conjuntamente con ellos. Pero cada vez es más evidente que la administración universitaria se encuentra encaramada en el ladrillo de la autoridad y completamente ajena y distante de las obligaciones legales y morales implícitas en las relaciones formalizadas en los contratos colectivos de trabajo. Es deseable que la administración abandone poses prepotentes e inflexibles y que prive el ánimo de conciliar lo posible con lo necesario.        


A propósito de licuados de nopal, seguramente usted sabrá que las armas del extranjero se cubrieron de gloria (Astillero  dixit) en una reciente jornada senatorial donde los votos del PAN y el PRI lograron la hazaña de autorizar, o más bien legitimar, la portación de armas de los agentes extranjeros, so pretexto de incentivar el comercio entre EE.UU. y su virtual colonia México (http://www.jornada.unam.mx/2015/04/10/politica/010n1pol). Tan ridículo argumento fue esgrimido con singular desparpajo por el panismo organizado y por la mafia cacofónica del PRI.

De nada valieron razones patrióticas y de elemental defensa de la soberanía nacional para los empecinados defensores del bodrio legislativo de Peña Nieto. Para nada sirvieron los lunes de honores a la bandera en los que seguramente los legisladores participaron en sus años escolares, o en aquéllos curso de educación cívica que antes de la oscuridad neoliberal se impartían en las primarias. Pues nada, que los legisladores decidieron que carecía de sentido aquello de la soberanía porque puede “afectar al comercio”. En otras palabras, los valores y principios cotizan a la baja en la bolsa transfronteriza de la conciencia nacional.


Sonora y el país requieren de menos promesas de campaña y más trabajo orientado a la mejora de las condiciones reales de bienestar y progreso. Es claro que nada cambiará mientras los ciudadanos sigan apoyando electoralmente a los candidatos de la dupla neoliberal, aunque vale recordar que “al que nace pa’ tamal, del cielo le caen las hojas”. ¿Será?

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