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domingo, 21 de octubre de 2012

Ser peatón en Hermosillo

Recientemente algunos sectores universitarios se quejaron de la total desprotección que sufre el transeúnte hermosillense en los alrededores de la Universidad de Sonora. Me di a la tarea de observar in situ este tema y situé mi puesto de observación en el cruce de Luis Encinas y Rosales, a la sombra del edificio del Museo y Biblioteca y lo primero que se me vino a la cabeza fue la pregunta: ¿por qué algunos automovilistas dan vuelta a la derecha desde la esquina y no siguiendo la desviación que se diseñó para estos efectos, cuando los conductores circulan de poniente a oriente y se dirigen al sur por la calle Rosales?


En este cruce existe un muy visible paso peatonal marcado con franjas amarillas, de acuerdo con los criterios internacionales de señalización que, se supone, los automovilistas conocen y deben respetar, ya que de ello depende la vida de los viandantes.

El ciudadano de a pie espera pacientemente en el cruce su oportunidad de pasar al otro lado de la calle, sea en la isleta triangular entre la plaza Zubeldía y el Museo, o en las esquinas de estos dos puntos de referencia, al cambio de luz en el semáforo que les permita seguir su camino, con la certeza de que los automovilistas que circulan de norte a sur deben hacer alto. Tal cosa no necesariamente ocurre.

Invito al agudo lector a situarse un día en ese punto neurálgico de la capital de Sonora para que vea con sus propios ojos la irracionalidad de muchos automovilistas y su falta de respeto hacia la integridad física y emocional del peatón que, confiado, cruza por la esquina y va por la línea trazada en el pavimento cumpliendo con las disposiciones de la autoridad municipal. Verá que mientras hay peatones que se apegan a las reglas, hay bestias peludas (o depiladas) que ignoran para qué sirven los cruces peatonales y las áreas que en forma de isletas triangulares se encuentran en las vialidades, lo cual constituye un auténtico peligro. Los accidentes resultantes deben ser atribuidos a la estupidez motorizada y la falta de consideración hacia los ciudadanos de a pie, quienes ven seriamente afectado su derecho al cruce seguro, en ocasiones de manera irreparable.

Lo más triste del caso es que durante mi observación en el terreno pude enterarme de que 9 de cada 10 automovilistas que no toman la desviación hacia el sur y que dan vuelta en la esquina afectando el paso peatonal de quienes transitan a pie entre el Museo y la Universidad, son mujeres. Asimismo, pude ver que es muy raro el automovilista que detiene la marcha y da el paso a los peatones que intentan cruzar de la isleta a la plaza Zubeldía y viceversa.

También en el cruce de Pino Suárez y Luis Encinas, la franja peatonal es frecuentemente invadida por los carros que hacen alto, con lo que se impide el paso a los peatones que cruzan, obligándolos a aproximarse a la zona donde circulan los vehículos. Aquí los conductores irrespetuosos parecen ignorar la existencia de las franjas amarillas que van de una esquina a otra y a los mismos viandantes que intentan cruzar cuando el semáforo así lo indica.

Ser peatón en Hermosillo y, particularmente, en las cercanías de la Universidad de Sonora es, por decir lo menos, una especie de deporte extremo que se practica todos los días, en este caso mayoritariamente por estudiantes de diversos niveles educativos y por trabajadores universitarios. Al parecer, no ha surtido efecto los avisos fijados en los postes de las inmediaciones, ya que los automovilistas siguen ignorando las más elementales normas de cortesía ciudadana y el derecho que asiste a los peatones de cruzar la calle con seguridad.

Se requiere de un esfuerzo extraordinario por parte de las autoridades competentes para que vigilen y hagan sentir su presencia en los lugares conflictivos, no sólo mediante la colocación de cámaras de vigilancia sino mediante la asignación de personal de tránsito que, en efecto, se comprometa a evitar accidentes y poner orden en una vialidad altamente sensible y problemática. Esperemos que así sea.



1 comentario:

Astrid Arellano dijo...

Buen día, soy alumna de la licenciatura en Cs. de la Comunicación en la UNISON. Mis compañeros, amigos, maestros y yo hemos externado este sentir más de una vez, pero las autoridades no toman cartas en el asunto. Es un verdadero peligro y un "deporte extremo" cruzar la Rosales y, en general, los alrededores de la universidad, ya han atropellado a compañeros reciente y anteriormente. Recordé la semana pasada en el aniversario de la UNISON, el evento realizado en el teatro Emiliana de Zubeldía, donde al concluir éste, el rector quería cruzar la calle (que, por su puesto, ya estaba custodiada por un oficial y sus conitos naranjas en el concreto) muy quitado de la pena, alza su mano y extiende la palma hacia los vehículos para que le permitan cruzar. Ojalá nosotros pudiéramos hacer eso sin que nos lleven de corbata. Espero que algún día tomen en cuenta nuestras plegarias. Saludos.