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sábado, 27 de octubre de 2012

Renglones torcidos de la UNISON

El lunes 29 de octubre es la fecha programada para la manifestación que promueve el Sindicato de Trabajadores Académicos de la Universidad de Sonora (STAUS), a partir de las 09:00 horas frente al edificio principal de la Máxima Casa de Estudios, en el marco de la XLIII asamblea ordinaria de ANUIES.


Al parecer la autoridad administrativa de esta casa se ha adelantado a las medidas represivas y restrictivas de la vida sindical que promete la reforma neoliberal caldero-peñanetiana y sienta precedente en la violación de los derechos laborales al eliminar de un plumazo un mes en la antigüedad de los académicos, ya que el mes de huelga no fue computado.

La administración ha llegado a extremos insólitos al confundir la magnesia con la gimnasia en una obvia y espeluznante maniobra de represión laboral que sienta precedentes indeseables para la buena marcha de la institución. Usted dirá si es lógico descontar un mes de antigüedad si la propia Constitución consagra el derecho a huelga y la Ley Federal del Trabajo establece las condiciones para su legalidad. En este caso, lo que está haciendo la administración de Heriberto Grijalva es violar la ley al desconocer el derecho que asiste a los académicos y afectar su antigüedad.

Es patético el papel de la administración al borrar por capricho, ya que no tiene sustento legal, un período de tiempo laboral que se computa para efectos de la jubilación y el reconocimiento que la propia institución se complace en otorgar el día del maestro de cada año. Si no fuera cierto, sería una broma de mal gusto que envilece el rectorado que, por fortuna, está en vías de concluir.

Otro renglón torcido de la institución universitaria es la adecuación a los planes de estudio en la que está empeñada con ánimos más burocráticos que académicos y para la que se han creado comisiones exprofeso nombradas por las direcciones divisionales respectivas. Al parecer, el problema de fondo es adecuar los planes de estudio de acuerdo al enfoque de competencias y para que se parezcan en todo lo posible a la visión curricular de los organismos acreditadores y evaluadores externos.

Resulta extraño que una institución que se dice autónoma no sea capaz de adecuar sus curricula de acuerdo a su propia idea de la excelencia académica y pertinencia social. No menos extraño es la obsequiosa actitud de quienes la dirigen para plegarse a las instrucciones que emanan de la autoridad gubernamental que sea, como si el presupuesto universitario no fuera un derecho ganado y reconocido por el Estado que lo obliga a satisfacer las demandas de crecimiento y mejora de la institución educativa, bajo la certeza de que el mejoramiento universitario redunda en beneficio de las expectativas de progreso y bienestar de Sonora y el país.

Queda claro que entre más incompetente sea una administración, más es propensa a cometer errores y omisiones que rayan en la cesión de autonomía y la sujeción innecesaria y gratuita a los intereses de instancias ajenas y muchas veces opuestas al cumplimiento leal y puntual de las altas funciones universitarias.

Hoy, los trabajadores universitarios enfrentan los pujos fascistoides de una administración que más parece depender de las autoridades estatales o de negocios privados como lo es Ceneval, que de la propia ley orgánica y de su propia conciencia universitaria. Se tiene el caso de una administración que dejó de estar al servicio de la Universidad para cumplir con los triviales propósitos de los gobiernos neoliberales que en el plano federal y estatal se empeñan en arruinar y vulgarizar la economía y la política nacionales, entregándola a las trasnacionales y destruyendo las posibilidades de actuar con apego a la soberanía nacional y estatal. Lo anterior permite suponer que la idea de Universidad como conciencia crítica de la sociedad no pasa por las estrecheces mentales e ideológicas de la administración actual.

La ley vigente, ignora a la comunidad universitaria e ignora la riqueza intelectual y capacidad de sus académicos. Es una institución que agrede y desprecia a sus trabajadores; si no fuera así, se hubiera tomado en cuenta en primer lugar a las academias para ver la necesidad y la conveniencia de cualquier tipo de reforma curricular, y sin embargo, no lo hizo. Se prefirió la vía burocrática, la verticalidad burocrática, el establecimiento de plazos fatales, la coacción autoritaria que pasa por alto la lógica de los programas académicos y recurre a la sebosa indiferencia de una autoridad que actúa de manera servil con el exterior y de manera prepotente y grosera hacia su propia comunidad.

Si se ha optado por la vía de la represión solapada que adquiere la forma de eliminar antigüedad laboral a quienes ejercen sus derechos constitucionales, ¿se borrará también el día lunes de la manifestación frente a rectoría de su historial laboral?

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