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domingo, 10 de junio de 2012

Somos una sociedad enferma

La temperatura en Hermosillo tiene a elevarse y las entradas y salidas de lugares con refrigeración a grados bajo cero contribuye lo suficiente como para que los bronquios resientan los rigores de la tecnología al servicio de la exageración. Los resfriados veraniegos y la estridencia de las campañas electorales forman parte del caldo de cultivo que amenaza la salud de los sonorenses, mete ruido en el terso aburrimiento citadino y sacude a los organismos bípedos pseudopensantes con furia de suegra ninguneada. La temperatura política asciende a fuerza de millones de pesos, comilonas y promesas repartidas en los barrios de la ciudad capital, al compás de afirmaciones tales como “yo sé cómo hacerlo” y otras emanaciones similares de la letrina electoral abierta para disfrute de la necrofilia palurda y desahogo del empresariado hecho gobierno.


El estado de Sonora parece ser el escenario de los nuevos excesos neronianos donde la nueva aristocracia nopalera echa mano de los recursos públicos para el festín privado que se ofrece a las clientelas electorales más diversas. La democracia es, bajo el zapato del PAN, un argumento de mercadotecnia al servicio de los nuevos negocios privados, del pago de deudas y la consolidación de fortunas personales. El pueblo sigue y seguirá siendo factor escenográfico y objetivo iconográfico. “Bese a un niño de las orillas y convenza a los mirones de que su sonrisa no es fingida, su asco reprimido y su olfato deficiente”. “Dele de comer a una horda famélica en ese barrio piojento y tómese la foto entre manteles albicelestes y sonrisas de pasta dental y amarre el voto”. “Lance una encuesta de tres preguntas y sume nombres y teléfonos al padrón de votantes del PAN”. “Colme las calles de afiches y pendones y nuble la razón de los mirones”. “Inaugure plazas y monumentos a objetos como piedras o tubos y logre el agradecimiento electoral de los viandantes”. “Sonría fijamente y mire los resultados”.

Otro de los horrores padecidos es el de las amenazas de hacer funcionar en reversa al reloj de la historia electoral mexicana, como si se confesara que el ascenso del PAN fue un berrinche contra el PRI que 12 años después pesara en la conciencia culpable de los electores, y que se tratara de borrar con los errores de su principal beneficiario y las bondades de su perdedor. Tan aviesa pretensión parte del supuesto de que la historia no se escribe por las luchas ciudadanas sino mediante acuerdos cupulares, pasiones revanchistas y relaciones estímulo-respuesta, con lo que la política pierde sus elementos racionales y se guía por el hígado o el estómago. Será por eso que se contrata a especialistas en campañas negras y guerra sucia; también explica el por qué de las comilonas populares y el dispendio gastronómico de temporada electoral. También explica el por qué de los reality shows llamados debates bajo un formato permisivo al ataque personal y la diatriba, tan atractivos al espectador amigo de la lucha en el lodo y los encuentros de máscara contra cabellera, y la razón de la parafernalia propagandística donde la imagen suple a la persona real en el recuento de virtudes y eliminación de defectos.

Enferma también el encontrarse con periódicos y revistas contaminadas de propaganda en forma de notas que merecen un mínimo de investigación periodística pero que terminan siendo inserciones pagadas, lo que pone en la cama del burdel a la pluma y el oficio de periodista. Igual ocurre con los espacios de noticias donde el locutor que presume de periodista hace los oficios de prostituta informativa cuando no de gatillero verbal al servicio del candidato de la empresa televisiva en la que trabaja. El triste espectáculo de la dignidad profesional arrastrada en el fango de los intereses corporativos da cuenta del nivel de desprecio al empleado logrado por las empresas y la pérdida de autoestima de los profesionales de la comunicación. El actual maridaje entre prensa y poder me obliga a recordar otros tiempos y otros usos.

Salta en la memoria aquél noticiario “El mundo al día” y el espacio llamado “Hechos y palabras” conducido por Abelardo Casanova (1925-2010). Llama la atención que aquella forma de hacer periodismo de los años 60 a 80 marcara la excepción luminosa en imparcialidad y objetividad informativa, aunque escaso éxito comercial. El periódico Información de la esquina de Gastón Madrid y Garmendia marcó el rumbo de la prensa independiente y fue el medio ciudadano por excelencia de 1972 a 1985, y de ahí salieron varios jóvenes periodistas que alimentaron los medios tradicionales y los electrónicos. Como escuela ética y técnica, Información sirve de contraste en la actualidad informatizada pero cobarde del mundillo de papel y bits que padecemos los lectores sonorenses.

En la actualidad, los políticos no dan muchas muestras de talento ni imaginación, quizá debido a que cifran su popularidad no en los méritos sino en la imagen por encargo que pagan con dinero de cuyo origen no necesariamente se sabe todo. No son auténticos ni mucho menos poseen las virtudes y cualidades necesarias para postular a un cargo de elección, sin embargo, las agencias de imagen y publicidad echan a volar la imaginación y construyen una candidatura a partir de retazos y material de desecho. La venta de estos productos chatarra colman los anaqueles electorales y el consumidor jamás logra nutrirse ideológica o políticamente con sustancias que valgan la pena. Padecemos hambre y sed informativa y anemia política graves.

Estamos en una situación más que deprimente, toda vez que los medios informativos electrónicos parecen estar apoderados de la opinión y conciencia de los ciudadanos televidentes, ahora víctimas de la manipulación informativa y los elementos deformantes de una ideología que convierte en mercancía principios y valores. Pero, por fortuna, la ciudadanía recibe la brisa fresca de movimientos independientes que se manifiestan en busca de transparencia informativa y justicia electoral, lo cual contribuye a disipar la falacia de la inmovilidad social alentada por el terrorismo mediático. La idea de que habrá violencia si la gente decide cambiar y vota por opciones como la que ofrece la izquierda, solamente favorece a la permanencia del actual sistema de exclusión y empobrecimiento nacional.

Conmueve que personas de buena fe se crean el absurdo de que si llega López Obrador a la presidencia de la república será el gobierno de un loco donde habrá violencia y caos. Detrás de estas afirmaciones está la campaña ridícula contra el despertar de América Latina que la CIA ha emprendido contra presidentes progresistas como Chávez, Correa, o Morales, todo por querer recuperar la independencia y libertad nacional respecto a Estados Unidos y demás países impulsores del neoliberalismo. Resulta doloroso que se manipule y deforme la mentalidad de la gente al grado de lamer la bota que los oprime y extrañar el látigo de la pobreza y exclusión de los más en favor de los menos.

Sin duda somos una sociedad enferma que se resiste al alivio, anclada en la comodidad de lo conocido, sin el valor de actuar en defensa propia. En Sonora no ha bastado la tragedia de proporciones inmensas ocasionada por el régimen de concesiones en guarderías, donde se privatiza el servicio que debiera estar a cargo del gobierno, dejando en manos del ahorro de costos y maximización de ganancias la seguridad de la infancia. No hemos tenido suficiente nepotismo y tráfico de influencias para estar hartos; no nos ha colmado el manoteo ni el obsceno mecanismo de “mocharse” con tal o cual funcionario para recibir el contrato de obra o servicio deseado; no hemos cubierto nuestra cuota de indignación como para luchar política y electoralmente contra la red de intereses familiares y comerciales que aprisiona al sector público estatal y municipal. Somos los sonorenses, una sociedad dormida en la embriaguez anodina de la complacencia y la flojera cobardona que prefiere seguir igual a levantarse y caminar hacia otro futuro. A eso le llamamos “paz”, “tranquilidad”, “orden”. Así como el enfermo niega su mal, nos resistimos a reconocer que estamos equivocados y que la comodidad de la que gozamos es falsa, puramente ilusoria.

Empecemos por reconocer que estamos mal, que necesitamos ayuda y que ésta sólo puede ser aquella que nosotros como colectivo social podamos lograr. Un punto de partida es aceptar la verdad, y decidir el cambio. El neoliberalismo priista cedió ante el neoliberalismo panista en un cambio de siglas y de intensidad en la labor depredatoria nacional. La corrupción priista fue superada por mucho por la panista, hasta los excesos que actualmente padecemos nacional y localmente. Lo que queda es buscar el cambio verdadero, no la simulación. El verdadero terror es permanecer tal como estamos y negar toda posibilidad de mejora y de progreso. Curiosamente, el alivio está en nuestras manos. ¿Queremos?

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