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jueves, 22 de septiembre de 2011

El agua y el pavimento

En Hermosillo la erección de monumentos a la mentecatez empresarial venida a administradora pública abre gruesas vías de discusión. Se comentan las obras faraónicas que, en forma de fuentes monumentales, adornarían la cansina superficie citadina; también los parques y jardines con infraestructura que huele a oportunidad de negocios minimalistas, irrumpen en las conversaciones de sobremesa, de cantina o de cualquier lúdico lugar. Incluso en el mundo de la academia los espasmos constructores del señor Gándara se comentan como la puerta de jugosos negocios para las empresas del ramo.


¿Un lago en el Parque Madero? Esa película ya la vimos hace mucho tiempo y la presencia del paludismo y dengue hemorrágico no resulta halagadora y menos tranquilizante. Al respecto se puede alegar que la obra es técnicamente viable, pero visto de cerca, lo técnico es simplemente la parte instrumental del asunto. Sucede que podemos realizar casi cualquier cosa porque la técnica da para más de lo que podemos imaginarnos. Desde los jardines colgantes de Babilonia hasta el tendido del puente Golden Gate, pasando por el metro de París, el cable trasatlántico y la comunicación satelital, el tren suburbano de Tokio y las supercarreteras del primer mundo, todo ello, ha demostrado que argumentar sobre la viabilidad técnica de crear un parque con lago artificial es absolutamente posible. El problema está en su pertinencia.

¿Es necesaria la creación de un lago artificial? ¿Tenemos un clima que permita más allá de la excentricidad, mantener funcionando el lago? ¿Es necesario talar o extraer árboles maduros de su entorno natural para que mueran cerca o lejos del lugar? ¿Hermosillo mejora con la sustitución de los árboles por pavimento y fuentes de cemento? ¿No sería mejor mejorar técnicamente los sistemas de riego de las áreas verdes? ¿No es necesaria una agresiva campaña de forestación urbana? ¿Acaso no está comprobado el efecto negativo de impedir la recarga de los mantos acuíferos en esta o cualquier ciudad?

¿Cuáles han sido los beneficios de la sustitución del Parque de Villa de Seris por una obra que se cae de tristeza por su subutilización y nulo aporte estético? ¿En qué mejoró la cultura hermosillense al forzar la utilización del espacio llamado Musas, inventando qué hacer allí cada tanto tiempo? ¿Qué no se sabe que los árboles del extinto Parque de Villa de Seris terminaron secándose al ser cambiados de su entorno natural? ¿El alcalde cree que la temperatura elevada por la enormidad de la mancha de pavimento no requiere de árboles que la moderen en algo? ¿Pensará el señor Gándara que todos disponemos de refrigeración en casa y en el transporte?

La arrogante argumentación sobre la “viabilidad técnica” de tal o cual obra, resulta ser más un berrinche que una razón de peso cuando se trata del bien común. El desprecio por la opinión ciudadana es un síntoma claro de la enfermedad de la derecha autóctona que tiene como origen su ignorancia profunda de lo que es la acción pública. El criterio empresarial no funciona en el gobierno.


Pulmón vegetal de la ciudad
 Los pronunciamientos de la organización ciudadana llamada Desierto Verde son altamente alentadores porque expresan una preocupación no sólo legítima sino indispensable para la vida urbana en la ciudad capital de Sonora. Si tenemos déficit de áreas verdes, ¿cuál es la razón de peso, más allá de la viabilidad técnica, de deforestar nuestro espacio común? Si padecemos de los efectos de plagas recurrentes de mosquitos, ¿la viabilidad técnica de crear un macrocharco es razón suficiente y necesaria para mandar a la porra la salud ciudadana?

Independientemente de la “viabilidad técnica”, digamos No a un nuevo foco de contaminación en medio de una cada vez más caliente plancha de pavimento.

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