Notas Sueltas es un espacio de opinión sobre diversos problemas de carácter social, económico y político de interés general. Los comentarios pueden enviarse a: jdarredondo@gmail.com

domingo, 13 de junio de 2021

Los aires del cambio

 “Las masa humanas más peligrosas son aquellas en cuyas venas ha sido inyectado el veneno del miedo… del miedo al cambio” (Octavio Paz).

 

Los que perdieron sufren de calambres democráticos, ataques de contabilidad electoral, sofocos de inspección de urnas, de cotejo de actas, de recuentos y más recuentos con tal de sacarle la vuelta a la realidad: perdieron porque el pueblo así lo quiso.

Para otros, la aventura fue afortunada porque subieron al barco correcto en el momento correcto al margen de méritos, capacidades o proyectos. Simplemente les tocó ganar como a otros les tocó perder.

Aquí algunos memoriosos dirán que tal o cual persona ganó porque es pariente de, ahijada de, entenada de, en un proceso que estuvo salpicado de aceptaciones cómplices o de descalificaciones orwellianas, con aires de rebelión en la granja, con tonos de desencanto coyuntural.

Unos quisieron “escribir la historia” a vuelapluma, sin reparar en los renglones, en la ortografía, en la lealtad partidista, mientras que otros cerraron los ojos, oídos y boca en aras de empujar un proyecto, a reserva de después darse tiempo para entenderlo.

Otros hicieron cuentas, calcularon y votaron con una convicción centrada en elegir el mejor o el menos malo. Sucede que la democracia no sería posible sin el cerebro, sin la idea de futuro.

Algunos señalan que hubo desaseo, acarreados, buscadores temporaleros de la torta, el chesco y la promesa, productos de la cultura política del PRI y apoyada por el PAN, que urdieron la alianza donde también cupo el PRD (partido cuyas siglas suenan a trompetilla) porque contra Morena, dijeron, cabe de todo.

Otros se sienten ganadores en medio de la devastación política y social de su imagen y su partido, que enmarca la tristeza de una trayectoria basada en la simulación y que, a fin de cuentas, a nadie, o a casi nadie pudieron engañar.

El PRI perdió por méritos propios, el PAN repuntó por el trabajo de los manipuladores y falseadores de información, por los generales de la guerra sucia; el PRD queda como la cáscara del plátano que yace en el fondo del contenedor de basura, mientras que Morena avanza porque tiene proyecto… y convence.

¿Se logró transformar el mapa político nacional de manera clara y definitiva? No necesariamente. Hay fuerzas que luchan por la vuelta al pasado, que reciben financiamiento tanto de la clase patronal arracimada en Coparmex como de algunas agencias del extranjero; los apoya el dinero que controla la prensa nacional, que influye en los medios internacionales, en favor de venturas golpistas frente a un pueblo cada vez más alerta e informado.

El proceso de educación cívica y política del pueblo es largo, lento y complicado porque tenemos muchas décadas de subdesarrollo humano, de falta de empatía social, de discriminación y exclusión tenidas por correctas, incluso necesarias. Por eso los ricos de antaño y sus juniors odian al actual gobierno, porque representa a la chusma, a los personajes de barriada, a los empleaditos Godínez formateados para estar al servicio de alguien educado o simplemente forrado de dinero, tenido por “gente de bien”.

Ahora, lo que cabe es poner atención en los cambios de la curva del reconocimiento social, en el auge de ciudadanos que ejercen sus derechos, que exigen honestidad en el servicio público y privado, en los hombres y mujeres que creen en su país y trabajan por él.

Los fifís, juniors y demás especímenes meritocráticos odian al cambio por razones de conciencia de clase, por atavismos heredados, porque mamaron una mala educación cívica y moral. Para ellos el país va al fracaso, a “convertirnos en Venezuela”, a caer en garras “del comunismo”, a sufrir hambre, opresión y miseria, en un alarde de memoria selectiva, de autoengaño miope y comodón.

Según ellos, el hecho de revelar quiénes son los culpables y beneficiarios de la miseria de muchos es “dividir al país”, “sembrar el odio”, y exigen un gobierno cómplice que solape la evasión fiscal y el abuso económico y político, como en los buenos tiempos del Prian.

Así vemos clasemedieros o asalariados enajenados por el terror de una dictadura existente sólo en su imaginación, sin entender que están defendiendo los valores y fines de quienes los oprimen.   

Por fortuna, el ciudadano común, el estudiante, el trabajador ha apoyado una vez más el proyecto transformador que pone al país con rumbo a una sociedad justa, incluyente y solidaria. Paso a paso.

Las viudas del Prian pueden seguir rasgando sus vestiduras, aullando en los medios de comunicación, mintiendo y deformando los dichos y los hechos de la nueva fisonomía nacional, del código de ética pública, del respeto a la legalidad más allá de conveniencias y corruptelas.

Estamos a mitad del camino sexenal, pero en las primeras etapas de un proyecto con olor a futuro.

 

 

 

miércoles, 9 de junio de 2021

Este arroz ya se coció

 

“Nadie ofrece tanto como el que no va a cumplir” (Francisco de Quevedo y Villegas).

 


Supongo que ya está hasta el gorro de tanta promesa, señalamiento, acusación, diatriba, o comentario de fuente nacional y local, incluso internacional, como es el caso de The Economist, vetusto medio británico en cuyo currículo figura su apoyo al golpe de estado contra don Francisco I. Madero y en favor del sanguinario Victoriano Huerta, en 1913.

A este medio se han agregado el francés Le Monde y el alemán Die Welt, que intervienen y opinan en defensa de la hegemonía neoliberal que beneficia a los gringos y satélites, vanguardia de la depredación mundial contra los pueblos libres e independientes que cuidan y defienden sus recursos naturales, alegando que es en defensa de la “democracia y el libre mercado”.

En México sufrimos la marejada de opinantes a sueldo en los medios informativos de siempre pugnando por manipular la opinión pública, alegando que es mejor el “voto inteligente”, es decir, a favor del raro y absurdo licuado político integrado por el PRI, PAN y PRD, en un esfuerzo electoral por volver al pasado y conservar un sistema basado en la corrupción.

Hemos presenciado el despliegue de un circo de tres pistas, con abundancia de payasos y trapecistas, de saltimbanquis y fuegos de artificio que enmarcan la creatividad del diseñador de imagen, el experto en materia de trayectorias, en asuntos de manejo futuro de situaciones creadas por los mismos que prometen lo mismo dada tres o seis años, con las eventuales aportaciones de la ocurrencia y el estado del hígado, tratando de hacer frente a la amenaza del cambio.

También hemos visto las habilidades histriónicas de algunos candidatos, bailoteando, apapachando al pueblo, sonriendo hasta agotar la musculatura facial, soportando el contacto con la gente que, en condiciones normales, no verían a menos de diez metros de distancia.

Observamos los esfuerzos por fingir empatía de personajes que durante su desempeño en algún otro encargo, en algún otro partido y en alguna otra época ni siquiera se dignaron en voltear hacia el ciudadano y menos atendieron peticiones y reclamos.

Pero, si las jornadas de promoción del voto fueron en cierta medida un carnaval de hipocresía, una lastimosa charada, una payasada sin límites a costa de dinero público, cabe pensar en la significativa derrama económica recibida por agencias publicitarias, por empresas armadoras de escenarios, templetes y operadoras de equipos de sonido, de luces y efectos especiales, por los editores de video, entre una amplia gama de trabajadores especializados en la parafernalia electoral.

Y qué decir de la proximidad forzada entre ciudadanos y candidatos, en los barrios, en los eventos masivos convocados, en las calles y plazas que sirvieron de escenario para el lucimiento de una democracia cuantitativa, visual, de espectáculo, ajena a la pandemia y la posibilidad de los contagios.

A estas alturas apenas queda el acre sabor de los debates, ridículo espectáculo circense cuya convocatoria va directo al morbo del espectador, al despistado que quiere ver sangre, groserías y golpes de lengua que poco o nada influyen en la decisión electoral del ciudadano informado.

Se empieza a desvanecer el efecto narcótico de la propaganda machacona que golpeó las neuronas de muchos en radio, televisión, redes sociales, YouTube, y cualquier medio imaginable de divulgación, información, comunicación o manipulación masiva.

Lo que queda es el resultado de los valores cívicos y la calidad de la información que usted y yo tuvimos a mano, como elementos de juicio que orientaron nuestro acto de votar.

A estas alturas, se puede decir con seguridad que la suerte está echada, que este arroz ya se coció, que ya decidimos sacar al buey de la barranca o nos complacimos en dejarlo justamente donde está, para después poder seguir celebrando o lamentando las consecuencias de la decisión tomada. Gajes de la democracia.

Lo que queda por hacer es exigir un resultado claro, transparente, convincente por su objetividad; y a partir de ahí ejercer nuestro derecho a la información, a la participación, a la vida ciudadana activa en un país que debe reafirmar cada día su vocación democrática, su búsqueda de una sociedad justa e incluyente.


Áreas verdes en Hermosillo

 

“La naturaleza siempre vela por la preservación del universo” (Robert Boyle).

 


La OMS recomienda 9 m2 de área verde por habitante, con lo que Hermosillo se convierte en ejemplo de mala conducta urbana y ecológica, habida cuenta que los esfuerzos de las administraciones municipales, agarradas de la mano de las estatales, han hecho su mejor esfuerzo en convertir el espacio urbano en rentables planchas de cemento salpicadas de pasto artificial y con ello lograr grandes y redituables negocios.

Lo malo de este asunto es que la carencia de áreas verdes dificulta la sociabilidad, afecta la salud física y mental y crea un ambiente favorable a la contaminación.

El preocupante caso del Parque de Villa de Seris, el descuido del Parque Madero, el descarado agandalle de los terrenos del Vado del Río, la obtusa desviación de las aguas del Río San Miguel, la inexplicable fiebre constructora de fraccionamientos de lujo, con lago artificial, con agua abundante, con condiciones que para nada se parecen a las normales del Hermosillo del 99% de los habitantes, llaman a pensar seriamente en que nuestras autoridades padecen de autismo social.

En el reciente problema de El Cárcamo de la Sauceda, donde se demostró que las ambiciones de algunos van de la mano con la torpeza y el pragmatismo de otros, un grupo de ciudadanos se manifestó en oposición a la criminal intentona de vender ese espacio, parte del sistema de humedales de Hermosillo.

Es imposible olvidar la explicación plana y ridícula que se dio en aquel momento: “los bienes son para aliviar males”, refiriendo la necesidad de pavimentar algunas vialidades a costa de liquidar patrimonio. El gobierno federal tuvo que intervenir en este caso, como también lo hizo en el de los estadios Héctor Espino y Tomás Oros Gaytán.

Mientras la ciudad crece verticalmente y se agotan los espacios horizontales, las zonas arboladas donde crece la diversidad vegetal se ven reducidas a niveles de maceta, de ínfima isla en medio del calor asociado al éxito inmobiliario, para jolgorio de contratistas, desarrolladores y cumplidos funcionarios que, de seguro, lo hacen por el simple gusto de colaborar con el progreso, con la generación de empleo, con la imagen moderna y competitiva de nuestra ciudad capital.

Pero atendiendo a la fuerza de gravedad, quien se instala en la nube del progreso inmobiliario en una zona desértica o semidesértica, con estrés hídrico, con una sequía que se magnifica por el calor que proveen las áreas encementadas y con alfombras de césped artificial, tarde o temprano tiene que caer, arrastrando en su caída las promesas, las expectativas y la inversión en edificaciones que generan altos costos de mantenimiento, de gasto en energía eléctrica, tanto como usuarios y clientelas muy por encima del nivel de ingresos y capacidad de gasto de la familia promedio.

El colmo del absurdo es construir fraccionamientos donde una casa está pegada a otra en una sucesión infinita de pequeños cajones que sofocan a sus habitantes, aumentan el consumo eléctrico y reducen a polvo la intimidad, el sentido de pertenencia y la tranquilidad.

La ciudad así concebida, no es un espacio de convivencia social incluyente, sano y protector, sino una zona de expulsión poblacional, de exclusión, enfermedad y miedo, donde unos tienen lo que la inmensa mayoría quisiera pero que no puede; es decir, espacios ambientalmente sanos donde sea posible la buena vecindad y la convivencia.

Al parecer no existe planificación urbana, ni un órgano que norme y vigile el crecimiento de la ciudad, hasta ahora errático, peligroso y contrario a las más elementales pautas urbanísticas y de higiene ambiental.

El que termina es un trienio más que se pierde en pleitos cacahuateros, en exhibicionismos ramplones y minúsculas acciones paliativas, con ausencia de planeación y corrección del rumbo, lo que puede sugerir la ausencia de voluntad para la prevención real y objetiva de las enfermedades echando mano del mejoramiento del ambiente.

Sin embargo, si se aprovechara la experiencia, cabría esperar que el nuevo gobierno pudiera ser distinto, respetuoso del ambiente, celoso del cumplimiento de la ley y propositivo en materia de proyectos ecológicos situados en la solución de los problemas reales y concretos de nuestra ciudad. Que así sea.

  

lunes, 24 de mayo de 2021

Cuando los vaqueros se juntan...

 “En política hay que sanar los males, jamás vengarlos” (Napoleón III).

 

Usted recordará que el edificio del Museo y Biblioteca de la Unison tiene colocados dos cañones, uno a cada lado, como adornos memoriosos de otras épocas en las que las diferencias políticas y territoriales se arreglaban con fuego graneado.

El cañón del costado sur desde el lunes 17 se ve desencajado de su base, gracias al golpe propinado por un vehículo conducido por ese tipo de personas que suben el vehículo a las banquetas, toman de estacionamiento cualquier espacio y creen que quedan muy bien exhibiendo su valemadrismo. No hay duda de que la miseria cívica también anida entre los que orbitan la Universidad y toman la explanada del museo como estacionamiento público.

Pero no nos distraigamos con daños a cañones ornamentales, porque lo que se sospechaba desde un principio (Chapulín Colorado aparte) ya es cosa pública: Ricardo Bours, hermano del gobernador Bours en tiempos del incendio de la Guardería ABC, se unió a la campaña de Ernesto Gándara: todo por salvar a Sonora de caer en manos de un partido distinto a los de siempre.

Valiente y oportuna decisión en aras de salvaguardar los intereses de nuestra oligarquía vacuna y avícola frente a las amenazas del cambio, en medio del revuelo por el asesinato de quien fuera el Procurador de Justicia de Eduardo Bours y habilidoso custodio de evidencias y expedientes relacionados con el citado caso de la guardería, entre otros asuntos.

Se sabe que la unión contra Durazo (Morena) es por ser “un peligro para Sonora”, porque molesta a las fuerzas que engordaron gracias al control político y económico del Estado y que ahora se exhiben como las dos caras del neoliberalismo aldeano.

Pero si los dos candidatos, en mayor o menor medida, han hecho carrera fuera del Estado, ¿por qué apoyaríamos a uno y rechazaríamos al otro, al margen de apellidos y relaciones familiares? La respuesta está en el proyecto político que representan.

Cabe aclarar que la imagen de Durazo (el experimentado trapecista político que fue de Colosio a Fox y de Fox a López Obrador) no me parece tanto como para quemarle incienso, pero no es posible desligar al candidato de Morena del movimiento nacional encabezado por AMLO y que se propone sacar del poder al PRI-AN-RD-MC, limpiar el cochambre acumulado y transformar el país. Lo anterior me parece suficiente razón para votar a favor del cambio.

Vemos que se unen los neoliberales por cuestiones de afinidad de principios y se apoyan mutuamente quienes van contra la soberanía y el dominio de la nación sobre sus recursos; pero del otro lado, ¿será posible que las fuerzas al interior de Morena logren entender que las divisiones y luchas ratoneras por tal o cual posición no valen tanto la pena como la consolidación de un proyecto nacional y local?

¿Tiene sentido, en medio de la lucha electoral, dividir al partido y promover que no se vote por Morena sino por tal o cual persona que no logró su registro como candidato, a sabiendas de que tal acción es tan inútil como el voto nulo?

Si bien es cierto que el artículo 39 constitucional señala que la soberanía reside en el pueblo, y que éste tiene en todo momento “el inalienable derecho de alterar o modificar su forma de gobierno”, no hay que olvidar que esto solamente es posible por medio de los poderes de la Unión, es decir, mediante la participación de los partidos políticos en elecciones libres (artículo 41 constitucional) y que, de acuerdo con la ley electoral, son los partidos quienes postulan a sus miembros como candidatos a los puestos de elección popular, salvo que sea por la vía independiente, cubriendo los requisitos de ley.

Es claro que la democracia no se construye por caprichos ni a empujones, y que las instituciones deben estar siempre sujetas al marco normativo que las rige y legitima. En este sentido, si la institución llamada partido no funciona o funciona mal es señal de que la norma debe ser revisada, y en esto el ciudadano tiene la palabra.

Morena tiene frente a sí al bloque neoliberal porque la ideología hace posible que partidos distintos se unan y creen una coalición. Estando así las cosas, ¿a quién beneficia que en este momento Morena se desgaste en luchas internas? ¿Importa más el puesto de diputado o alcalde que el proyecto de transformación nacional? En este contexto, el llamado a votar masivamente por Morena tiene sentido.

Soy de la opinión de que se debe apoyar el proyecto de AMLO y votar a favor de los candidatos a diputados federales de Morena para conservar la mayoría en San Lázaro, al igual que la candidatura al gobierno estatal. En cuanto a las diputaciones locales y alcaldías, algunas ameritan pensarlo un poco más, por ejemplo Hermosillo, y decidir lo mejor… o lo menos peor.  

 


viernes, 14 de mayo de 2021

Los datos biométricos y yo

 

“Si tuviera dos caras. ¿Estaría usando ésta?” (Abraham Lincoln).

 

Tremendo revuelo se ha armado por la disposición de que los usuarios de telefonía celular van a tener que reportar sus datos biométricos y, como parece ser costumbre en cada disposición oficial, empezaron a llover amparos en una especie de granizada que promueve una oposición adicta al juicio de garantías.

La pataleta de la oposición pudiera responder a una legítima preocupación por preservar de malos manejos la identidad de la persona, y se sabe que en algunos países se están cuestionando las disposiciones que pudieran violar la intimidad.

Sin embargo, es cada vez más común que los clientes de las tienda departamentales pongan el dedo índice derecho en un sensor que registra si, en efecto, son quienes dicen ser; lo mismo pasa en los bancos, en las empresas de servicios de telefonía, entre otros, donde la huella digital queda como constancia de su paso por ahí.

Pero en la vida real, la información captada por el sensor no es ni tan confiable, eficaz y determinante, porque aún no existe relación estrecha entre lo que se espera y el soporte tecnológico disponible.

Verá que cierto día tuve que acudir a una sucursal bancaria con una nueva tarjeta que requería un número de identificación para activarla en el cajero.

Como era de esperarse, la amable empleada me pidió mi identificación oficial (INE) y que pusiera mi dedo en un sensor. Probamos una, dos, tres veces y nada; luego con el índice de la otra mano y nada; luego con el pulgar sin resultado alguno.

Tuve la extraña sensación de que podemos ser nada… que la identidad personal es un asunto que depende del juicio de otros; que no necesariamente dependemos de un sistema confiable, seguro y generalizado y que, como en este caso, le pueden decir “lo sentimos, no se puede registrar su huella. El sistema no la capta y no valida su identidad”.

¡Cielos!, ¿será que tengo tarjeta por casualidad o por obra del Espíritu Santo y no por cubrir los requisitos bancarios? ¿Si no fuera yo, o no existiera, cómo es que me han enviado una tarjeta en sustitución de la anterior?

La siempre amable y gentil empleada me recomendó que presentara otra identificación para validar la operación solicitada, pudiendo ser el pasaporte, licencia de manejar, cédula profesional o credencial del INAPAM. Es decir, se necesita otra credencial para validar una credencial.

Pues regresé rápidamente a casa y me eché a la bolsa todos los documentos opcionales disponibles, por aquello de evitarme otra vuelta con las consabidas filas y el tiempo de espera… y con la idea de que si no es Chana es Juana.

La siempre diligente empleada bancaria eligió una cédula profesional y dijo, con expresión satisfecha, “con esta basta”. Tras teclear un rato con aire absorto me pidió que digitara un número y la magia se hizo: “operación exitosa”. Corrí al cajero y las puertas de la normalidad financiera se abrieron en medio de toques de trompeta y vuelo de serpentinas y confeti.

Quizá su servidor sea parte de una nueva minoría nacional que andando el tiempo se pueda convertir en partido político, movimiento social, ONG o club contestatario frente a las nuevas ocurrencias tecnológicas; protesta que sería válida porque huellas vemos, sensores no sabemos.

De cualquier forma, el gobierno debería tomar la delantera en un asunto que pudiera convertirse en problema legal si no se presentan las aclaraciones, acotaciones y alternativas con carácter generalizado en materia de identificación de personas que, de repente, pueden declararse inexistentes o ajenas a sí mismas.

En resumen, mi visita al banco reveló que el sistema de detección no es ni tan confiable ni tan eficiente, y que para lograr la confirmación de mi identidad resultaron suficientes las viejas y confiables credenciales de toda la vida.


    

lunes, 10 de mayo de 2021

Tener otros datos

 

“Las elecciones, a veces, son la venganza del ciudadano. La papeleta es un puñal de papel (David Lloyd George).

 

Seguramente cuando un candidato (hombre, mujer o lo que crea), maneja cifras, hace proyecciones, señala y critica personas, hechos y cosas, ¿qué tan confiable puede ser? En esta temporada cualquiera encaramado en una candidatura real o producto de la escenografía política del momento, parece tener el conocimiento y las respuestas a problemas que han sido planteados una y mil veces.

Es un hecho que en el fragor de la lucha por los votos se hacen esfuerzos de imaginación verdaderamente épicos; y algunos logran crear una imagen de seriedad, determinación y “experiencia” en el desempeño de cargos y situaciones que nunca han enfrentado en la vida real ya que ¿cuántos de los aspirantes han tenido esa experiencia, más allá de quienes en el colmo del mal gusto pretenden repetir en algo que medianamente experimentaron y no necesariamente lograron?

¿Qué tanto pueden ser creíbles “propuestas” emanadas de la misma cloaca política que ha actuado como rémora del desarrollo de la ciudad y el Estado? ¿Usted cree que un candidato de los mismos partidos de siempre, ahora presentados como licuado electoral, va a sacar de la barranca al buey que ellos mismos empujaron?

La ciudadanía debe tener otros datos, producto de su experiencia, memoria y juicio crítico, y votar por el que menos le inspire desconfianza, más allá de recibir el regalito de láminas de cartón y otros materiales, vales de despensa o despensa en bolsas de plástico, jabas o cartones en reúso.

Por otra parte, es impresionante el tiempo que se gasta en ver la propaganda que pronto se vuelve invisible, deja de llamar la atención, molesta y mueve al rechazo. En ese punto, el ciudadano debe pensar en la inutilidad de las campañas, los debates y la parafernalia del caso.

¿No sería mejor ahorrar tiempo, dinero y saliva poniendo a trabajar al órgano electoral pagado con nuestros impuestos (INE o en su caso IEE), a fin de que reciba los planes, programas y respuestas de los candidatos a los problemas que se proponen resolver, y que la autoridad electoral se encargue, en igualdad de condiciones, de difundir dichos mensajes y propuestas?

El candidato presentaría en un plazo y un formato prefijado su plan de trabajo, los ejes, los medios y las soluciones a problemas de empleo, seguridad pública, seguridad social, vivienda, educación y demás, de acuerdo con el puesto al que aspira, y acude a visitas oficiales programadas por la autoridad electoral donde los reporteros pueden preguntar sobre los planteamientos que formalmente fueron difundidos.

 

¿Se imagina que el órgano electoral, en acuerdo con los partidos, programara y organizara las visitas de campaña, poniendo a disposición de los candidatos los espacios necesarios (auditorios, plazas públicas) y la propaganda necesaria, con un horario establecido y previamente difundido?

Siendo dinero público el empleado en las campañas y administrado por el órgano electoral es claro que debe estar bajo el riguroso escrutinio de la Secretaría de Hacienda y la Secretaría de Gobernación, con el concurso de las autoridades correspondientes en los estados.

¿Se imagina lo de corruptelas que se evitarían, además de una importante disminución de los costos de las campañas, ahora convertidas en espectáculo de circo con notable presencia de trapecistas y enanos?

Pero bueno, si a usted le gusta estar en medio de una multitud vociferante, lanzando porras, consignas y saliva, acompañada de matracas, tambores africanos y despliegue de banderas y mantas, esta temporada es propicia para eso, como lo es para no perder la oportunidad de pescar el virus de moda.

En cualquier caso, los ciudadanos deben tener sus propios datos, sin el “vaquereo” de líderes de ocasión, de personajes temporaleros salidos de la chistera de los partidos, y los infaltables oportunistas de acompañamiento. Aquí se requiere un esfuerzo de seriedad y de sobriedad.

 


 

 

 

miércoles, 5 de mayo de 2021

El tremendo caso electoral

 

“Hechos, no palabras” (Catón el viejo).

 

Ya ve usted que la sangre llega al río cuando se derrama cuesta abajo, siguiendo la pendiente hasta llegar a su destino. Pues ahora tenemos una fuente de sangre rica en volumen aunque pobre en contenido. Permítame explicar tal maravilla.

Algunos ciudadanos dicen con agudeza que si hay sangrón hay sangre de sobra, y en este caso nos referiremos a las elecciones locales que pintan de color rojizo desde el banderazo de salida o poco antes.

La coloración hemática resalta desde el registro de Célida López como candidata a reelección en Hermosillo, seguido del correspondiente a amiguitos, parientes y meritorios de algunos encumbrados personajes de la nueva clase política en el poder, de cuyo origen hay cantidad de comentarios vitriólicos por ser notablemente chapulines, producto de amarres y concesiones, afinidades personales o de conveniencia entre otros aspectos coyunturales.

Parte de las huestes morenistas se expresó de manera airada en oposición a las listas de candidatos elegidos “de arriba”, y lanzaron la consigna de “no al dedazo”, que actualmente se expresa en forma de una campaña para que la gente vote por los candidatos “no registrados”.

Es claro que la indignación es justa porque responde a los deseos de democracia y transparencia que se esperan en el partido del presidente, es obvio que los interesados pidan piso parejo para todos, independientemente de los razonamientos y las conveniencias de quienes forman parte de la dirigencia y, en particular, los integrantes de la comisión electoral. Sin embargo, es importante tener claro lo que establece la ley.

La Constitución federal en su artículo 35 fracción II, establece que la ciudadanía podrá ser votada “en condiciones de paridad para todos los cargos de elección popular, teniendo las calidades que establezca la ley. El derecho de solicitar el registro de candidatos y candidatas ante la autoridad electoral corresponde a los partidos políticos, así como a los ciudadanos y las ciudadanas que soliciten su registro de manera independiente y cumplan con los requisitos, condiciones y términos que determine la legislación”.

En este sentido, la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales dice que “es derecho de los ciudadanos ser votado para todos los puestos de elección popular, teniendo las calidades que establece la ley de la materia y solicitar su registro de manera independiente, cuando cumplan los requisitos, condiciones y términos que determine esta Ley” (Artículo 7 fracción 3).

Por su parte, el artículo 6 de la Ley Electoral de Sonora reconoce como derechos políticos “III.- Votar y ser votado para todos los cargos de elección popular dentro de los procesos internos de selección de candidatos y elección de dirigentes de los partidos políticos, teniendo las calidades que establezcan las leyes aplicables y los estatutos de cada partido político;  … V.- Ser votado para todos los puestos de elección popular, cumpliendo los requisitos que establezca la ley de la materia; VI.- Solicitar su registro de candidato de manera independiente, cuando cumplan los requisitos, condiciones y términos que determine esta Ley.”

Para precisar los conceptos, la propia Ley de Instituciones y Procedimientos Electorales para el Estado de Sonora define en su artículo 4, “Candidato: los ciudadanos que son postulados directamente por un partido político o coalición, para ocupar un cargo de elección popular” (fracción XVI), y “Candidato independiente: el ciudadano que obtenga, por parte de la autoridad electoral, el acuerdo de registro, habiendo cumplido los requisitos que para tal efecto establece la presente Ley” (fracción XVI). En ningún lado parece la figura de “candidato no registrado” en la Ley.

Es decir, sólo hay dos vías para ser candidato: por medio de los partidos o por el registro de las candidaturas independientes, previo cumplimento de los requisitos que establece la ley tanto federal como local.

Si así están las cosas, ¿qué sentido electoral tiene el promover el voto por personas que legalmente no son contendientes electorales y que tampoco fueron registradas como candidatos independientes por la autoridad electoral?

No se puede poner en duda la calidad moral y política de quienes intentan lograr un reconocimiento fuera de las normas legales, pero para los efectos estrictamente formales no existen electoralmente.

El conflicto generado por la falta de transparencia y “piso parejo” para todos los aspirantes que perciben y denuncian los afectados debe resolverse al interior del partido y, si es el caso, hacer la denuncia de actos ilegales ante la autoridad electoral. Se debe dar una respuesta clara y expedita, de otra manera estaría envenenándose un proceso que debiera ser ejemplar.

Por lo pronto, quienes no estén de acuerdo con la reelección (caso Hermosillo), reciclamiento de personajes o lo que se considera nepotismo, dedazo y marginación de verdaderos militantes en beneficio de oportunistas y temporaleros, deberían razonar su voto en favor de alguna de las otras opciones lectorales afines a la Cuarta Transformación y al gobierno de López Obrador.

Actuar de otra manera sería tanto como restar votos a la coalición encabezada por Morena y, consecuentemente, dar votos a los partidos neoliberales unidos en esta coyuntura electoral.

Es importante pensar en términos del proyecto que se defiende y que, en todo caso, debe estar por encima del interés individual o de grupo. La voluntad de cambio se manifiesta en los hechos, porque a las palabras se las lleva el viento.