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sábado, 4 de febrero de 2023

CUESTIÓN DE VECINDAD

“Soy siervo de la nación porque esta asume la más grande, legítima e inviolable de las soberanías” (José María Morelos y Pavón).

 

Como se sabe, los vecinos del norte representan un polo de atracción para los migrantes de aquí y muchos lugares de este y otros continentes. Las razones son variadas y tienen el común denominador de expectativas no satisfechas en sus lugares de origen: educación, empleo, calidad de vida, seguridad, entre otros.

La búsqueda de mejores condiciones hace que la gente agarre su mochila y se vaya chiflando la canción mixteca, o algún tango con propiedades lacrimógenas que inspire otros tangos más, en un ciclo que se repite ampliamente en el teatro de la nostalgia.

Nuestro presidente agradece a los hermanos que salieron del país y que regresan en forma de giro postal, depósito o transferencia bancaria, como si la imagen del billete bancario fuera ahora la del pariente lejano que consuela y paga abonos mensuales.

Las remesas (junto con los programas sociales), dice la primera autoridad del país, han contribuido a evitar que caigamos en crisis, y ahora tenemos un notable aumento anual de 13 por ciento, ya que en el 2021 la cifra (en millones de dólares) fue de 51,586 mientras que en 2022 alcanzó los 58,497 (Proyecto Puente, 02-01-2023).

Mientras que el sistema económico haga posible que la gente emigre y trabaje en otras partes, favoreciendo las economías más desarrolladas donde se genera valor y se determinan precios, el ciclo interminable de la expulsión y el desarraigo será una constante en el catálogo de los reclamos contra la discriminación, el racismo y, en general, la xenofobia.

Las diferencias reales entre aparatos productivos permiten que las naciones asociadas en pactos o tratados comerciales conviertan el defecto productivo en virtud regional en la lógica de los bloques comerciales, con el resultado de que la asociación tiene un efecto subsidiario en beneficio de la nación mejor equipada y organizada productivamente.  

En el caso de la asociación trilateral de la que nuestro país forma parte, es casi ocioso señalar cuál es el eslabón industrial más débil y, por tanto, dependiente en lo económico, comercial, financiero y político, habida cuenta de que la política es la expresión concentrada de la economía: a menor peso económico menor peso político.

En este sentido, ¿a quién le extraña que los vecinos gringos se sientan autorizados por Dios mismo para disponer de los recursos del país, cualquier país, del Sur global con recursos naturales, pero sin una base tecnológica competitiva? Ahora mismo celebramos el incremento de las remesas, pero la cara oculta de la dependencia y la marginación está en cada dólar que se recibe.

También lo está en cada iniciativa que ofrezca inversiones millonarias en la minería y en el tratamiento de aguas, donde destaca el proyecto invasivo y gandalla de desalar agua del golfo de California, desde Sonora, para abastecer a Arizona.

¿Los planes de modernización de puertos mexicanos en entidades fronterizas tienen otra intención más que la de servir de base logística a las exportaciones de los gringos, en primera instancia? ¿Los desarrollos de parques de papeles solares acaso no contemplan la venta de electricidad a Arizona y Nuevo México como algo “estratégico”?

A pesar del escaso margen de maniobra que tiene el país, gracias a los gobiernos que entre 1988 a 2018, impulsaron reformas capaces de liquidar los activos nacionales en aras de la globalización capitaneada por Estados Unidos, México ha puesto el acento en la importancia de lo social, aunque la propuesta de fortalecer al bloque de América del Norte (en la práctica a Estados Unidos) en vez de procurar la integración con  el Sur, nos coloca en una tesitura económica y política kafkiana, que pinta de colores surrealistas cualquier propósito emancipador, incluyente e igualitario.

Aquí parece que la vecindad no necesariamente supone destino compartido y, en una segunda revisión, estaría mejor si se considerara no sólo la continuidad geográfica sino la comunidad de intereses, expectativas, origen y cultura que encontramos como común denominador en los países que integramos Latinoamérica. Sólo falta que decidamos conjuntamente dejar de ser colonias y afrontemos el imperativo geopolítico de ser países soberanos.

Algunos dirán que lo del Litio, el agua y la energía solar son oportunidades de inversión que encajan en los intereses de los gringos y, por eso fácilmente posibles. Pue sí, pero también son medios de fortalecer la esfera del “interés nacional” del vecino, y de revelar el verdadero carácter del tratado comercial T-MEC como camisa de fuerza para la iniciativa nacional y de control político que afecta, desde ya, nuestra soberanía y (dicho en la jerga de los vecinos) “el interés nacional”. Algunas cosas no son sólo cuestiones de vecindad, sino de legítima defensa y dignidad. Una de ellas es impedir que la frontera gringa se recorra hacia el sur. Nuestro sur.

Si México y el resto de Latinoamérica dan por sentado de que tenemos los mismos intereses que los gringos (dejando de lado la opresiva realidad de la Doctrina Monroe) y que la “buena vecindad y cooperación internacional” nos obliga, pues que Dios nos agarre confesados. Resulta necesaria una poca más de cautela y autoestima, ¿no? 


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