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domingo, 5 de abril de 2020

Se me ocurrió gobernar



“El gobierno puede ser divertido” (frase que acabo de inventar).

Muchos están ahora mismo pensando en las acciones del gobierno estatal y municipal para enfrentar la emergencia sanitaria declarada recientemente, y de la que todos saben algo sin necesariamente poder afirmar que su conocimiento tiene algo o mucho que ver con la realidad de las cosas.


Usted puede invertir el día completo revisando lo que dicen las redes sociales, los vídeos de especialistas que ahora surgen como hongos en tierra fértil, los comentócratas de derecha que, con voz engolada y tono ríspido, señalan con el dedo índice al gobierno federal, mientras lanzan una acusación urbi et orbi de falta de acción y medidas oportunas y eficaces; otros, sin embargo, se contentan con dar consejos de cómo no infectarse y poder cómodamente conservar el alma pegada al espinazo.

Así pues, menudean consejos, revelaciones y amenazas de naturaleza variopinta que aportan materiales a la construcción del mito de la plaga fatal y definitiva que va a acabar con la humanidad tal como la conocemos. ¿Surgirá una nueva especie formada por coronavirus humanoides descendientes del hombre colonizado por el SARS-CoVid-2? ¿Se acerca el apocalipsis y la humanidad tendrá que rendir cuentas al creador de una nueva vacuna infalible y totalmente comercializable con propiedades divinas, hasta la siguiente generación de microbios estacionales?

¿Seremos gobernados por una casta superinteligente de especialistas en epidemiología debidamente certificados por alguna universidad del primer mundo? ¿Se decretará el toque de queda como derecho constitucional a la salud? ¿Habrá una generación de niñas que serán bautizadas como Susana Distancia? ¿Formará parte de la despensa básica exigible por ley el gel antibacterial y los cubrebocas?

¿El comercio estará obligado a permitir el acceso de clientes por orden alfabético y en días asignados para poder comprar una lata de sardinas y pan bimbo? ¿La cerveza deberá ser sujeta a nuevas e insospechadas regulaciones para su distribución, venta y consumo?, ¿el consumidor requería de una autorización especial? ¿Veremos surgir la producción y compra masiva de robots que harán labores de limpieza y recolección de basura, atención al público virtual, vigilancia urbana y atención de emergencias, a cargo del gobierno municipal y estatal, según sea la función?

¿Se imagina que los procesos electorales fueran virtuales y con reglas que poco o nada tengan que ver con la democracia electoral directa, por razones de posibles contagios y el ánimo de preservar la salud y seguridad del pueblo?

Pero volviendo a la realidad presente, aunque nunca se me hubiera ocurrido en condiciones normales, ¿qué tal sería que por alguna clase de mérito no revelado, y una vez que enfermaran o desaparecieran los actuales titulares, se me fuera concedida la alta responsabilidad de ser gobierno en, por ejemplo, nuestro estado?

Pues de inmediato me daría a la tarea de cuestionar nuestra relación con los especialistas (epidemiólogos, virólogos, infectólogos, expertos en salud pública, entre otros) el centro del país, y me pondría a establecer la diferencia: ¿por qué no crear nuestra propia versión del combate y prevención de la epidemia? Podríamos crear nuestros propios modelos matemáticos donde un simple ejercicio numérico (sin más contexto que la habitación donde se realiza) nos revelaría la posible gravedad del contagio y así tendríamos la base técnica de nuestra emergencia sanitaria.

Ya con este primer logro de independencia y soberanía estatal, podría buscarse la implementación de medidas de acuerdo con el impacto que supongo: me reuniría con algunos empleados de confianza, acordaríamos un nuevo esquema preventivo que radicalizara el existente en el nivel federal y, una vez corregida la plana, nos daríamos a la tarea de implementar novedades.

Por lógica, si hacemos algo y tiene problemas pues mejor no lo hacemos y, una buena y efectiva forma de no hacerlo es prohibirlo o limitarlo, con la ventaja de que no tendríamos que dar explicaciones ni emprender campañas de convencimiento en la población. En este orden de ideas, el equipo que llamaremos Comité de Salud trabajará en la propuesta y aprobación de prohibiciones y limitaciones de actividades normales, pues se sabe que la normalidad deja de serlo cuando hay algo que la modifica; en este caso el problema es eel coronavirus que, entre otras cosas, me da la oportunidad de gobernar.

Pero ¿qué es normal y debo prohibir? ¿La gente va al super a hacer compras para surtir la despensa? ¿La gente compra gasolina porque tiene carro y lo usa para el traslado personal, familiar o de trabajo? ¿La gente acostumbra a comprar cerveza para acompañar la comida, la conversación o el simple ocio?

Como debo gobernar y estamos en una emergencia, debo demostrar que existo como gobierno, aunque en condiciones normales no hubiera dado con bola en casos como la inseguridad pública, el estado de las calles, avenidas, bulevares y plazas, el drenaje y el agua potable, la limpia y recolección de basura, el mar de indigentes que puebla el centro de la ciudad y su periferia, los problemas de la hacienda pública, entre otras cuestiones que ahora pueden barrerse bajo la alfombra de mis amplias y cómodas oficinas.

Las condiciones son óptimas para hacer gobierno y demostrar que aquí mi chicharrón truena con el dulce acento de una ineptitud maquillada por algo tan justificable, serio y urgente como “cuidar la salud de la comunidad”.

De inmediato dispongo la implementación de filtros en las principales vialidades, instruyo a los cuerpos de policía para que sean enérgicos con la población que ejerce su derecho al libre tránsito, cuelo de contrabando un toque de queda que es ilegal y no me corresponde, pero como estamos en una situación especial y yo gobierno, ahí les va.

Para que todo esto funcione debo tener cuidado en lanzar informes y disposiciones alarmistas que no dejen lugar a dudas de que lo que hago es correcto e incuestionable. Ya ve usted que la participación ciudadana sólo es bienvenida cuando va por acatar lo que se me acaba de ocurrir. La oposición es por definición irresponsable, estorbosa, incómoda y diría que pendeja.

Bueno, se me ha ocurrido gobernar y creo que las medidas planteadas y fielmente ejecutadas por los empleados pueden garantizar, si no la efectividad preventiva basada en la legalidad y evidencias científicas, si la satisfacción personal de que lo hice. Y ahora ¡que me quiten lo bailado!



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